¿Qué es una rave? McKenzie Wark arriesga al tirar los primeros pasos en la pista: “Un taladro en un sauna. Bailar, errar, soñar. Se trata de una rave, hay ciertas expectativas: va a durar mucho tiempo. Podría requerir cierta asistencia química. Puede que hay algo de socialización, algo de coqueteo, incluso un poco de sexo raver, pero venimos a bailar… hasta el agotamiento”. El párrafo está tatuado en la génesis de Raving, el nuevo libro de la escritora y docente australiana. 

Es una obra recién publicada por la editorial Caja Negra en su colección Efectos Colaterales. Ensayo, diario, novela fragmentaria, etnografía en éxtasis. Libro transgénero, entre la autoficción y la autoteoría, para narrar el mundo de las raves queer y trans-friendly de Brooklyn y otras islas de la perdición de Nueva York. ¡Flor de trip!

Un viaje al raving

Viaje al final de la noche raver, algo de eso flota en las páginas de Raving. También, una historia personal del after, del comunismo ácido de Mark Fisher que Wark se atreve a desafiar. Teoría y, sobre todo, práctica de las raves. Manuel de supervivencia. ¿La rave como refugio? No maten al DJ que nos da esperanzas.

Si con su anterior libro Vaquera invertida la australiana hacía volar por los aires el género biográfico para narrar sus líneas de fuga de la masculinidad, en Raving recorre nuevamente senderos que se bifurcan y trifurcan entre la crónica, el paper académico -un poco molesta tanta cita- y la ficción alucinógena. Detalla Wark: “Situación e historia, dos elementos en contrapunto de la escritura en prosa. 

Este texto es sobre todo un texto de situaciones, pero si quieren un relato, aquí hay un gran relato: la historia y el capitalismo tenían un romance. La historia salía con otra gente, entonces el capitalismo trató con todas sus fuerzas de verse como el mejor de los mundos posibles. Luego se casaron, y el capitalismo dejó de esforzarse tanto. Y entonces la historia dijo: ‘¿Recueras mis votos, hasta que la muerte nos separe? Bueno, ¿crees que estaba bromeando o qué?’”.

Fábricas abandonadas, calles del suburbio, juegos de luces estroboscópicas, parlantes al taco, keta, porro, techno alienígena. El paisaje que esconde otro espectáculo: la explotación, la precariedad, el aislamiento, la homofobia. Y también hace aflorar la resistencia, la amistad y el amor, siempre el amor y el baile.

La rave, ese espacio fuera del tiempo donde devoramos el miedo, bailando hasta no dar más.