En la cabeza de Brenda Angiel el nombre de su próxima obra sonaba como un mantra, una frase que se repetía hasta volverse única, definitiva: «Té para dos«, así se iba a llamar su nuevo espectáculo de danza aérea, un lenguaje del que es pionera a nivel mundial.

Con el duelo de su madre a cuestas, hubo un cambio de planes y la bailarina optó por otro título, “T para T”, en referencia a la canción de Gustavo Cerati, “Té para tres”, que también había sido un homenaje del cantante a su padre muerto. Hay, sin embargo, en la obra de Brenda otra vuelta más: la lectura en clave de género.

Antes de llegar a eso, cuando la nueva obra sonaba como el esbozo de una idea, Brenda hizo una búsqueda rápida por Internet, googleó el título prometedor, “Té para dos”, y apareció una foto de Doris Day, la actriz que protagonizó la película homónima en los 50. El impacto fue brusco: era rubia, de ojos claros, la cara redonda, la sonrisa perfecta. Era igual a su mamá, una mujer de 87 años que no sobrevivió a la pandemia.

Por eso, tal vez, la obra tuvo que dejar de llamarse así. Como en la versión de Soda Stereo, una muerte inesperada y un presunto homenaje necesitaron su propia música. Todo esto lo explica Brenda al comienzo de la obra, antes de que Lynx Tironi y Mauro Dann comiencen a bailar doce versiones de la canción, interpretadas por Bebo y Chucho Valdes, Doris Day con Axel Stordhal y su orquesta, The Fantasy strings, Anita O’ Day, Aoi Teshima, Stephane Wrembel, Art Tatum y Gregory Silver, entre otros.

Foto: Máximo Parpagnoli

Sin palabras después de Brenda Angiel

Después del parlamento de Brenda Angiel ya no hay palabras, sólo el piano de Teddy Wilson y dos cuerpos bailando sobre un fondo negro. Esto es lo que pasa o podemos interpretar que pasa: ella y él, una pareja en potencia, se encuentran por primera vez. Las distancias, las tensiones, los roces, todo está representado a través del espacio y la puesta en escena. Ella toma el té en el aire, sobre una silla adosada a la pared, mientras él se queda en la tierra. Como en todas las citas, cada uno baila una danza distinta frente al otro. Hasta que, finalmente, el trayecto se acorta, los cuerpos se juntan. En la noche negra, una nube gris acompaña y subraya el encuentro.

Parece un sueño, el amor sobrevuela con la promesa de un futuro juntos, tal vez una familia. Hasta que la voz de Brenda Angiel siembra una duda, cuando dice frente al público: “Ya estamos por llegar al final de la obra. La canción dice así: ‘Vamos a formar una familia, un varón para vos, una nena para mí, y no sabés lo felices que podemos ser’. Yo quería hacer un dúo: un hombre y una mujer”. “Yo quería …” ¿No es eso lo que vimos?

No hay dudas de algo: el encuentro es real. Pero ella no es ella y él no es él. No siempre y no así, categóricamente. Son cuerpos en movimiento, del cielo a la Tierra y en el medio. No es un dúo, no es dos, es algo más. Llega el turno para que Lynx Tironi y Mauro Dann, dos de lxs intérpretes (la tercera es Brenda, en eso también el número juega), cuenten su historia.

A Mauro le decían marica cuando era chico. En el campo, con la arenga familiar, tenía que aprender a patear bien fuerte la pelota. El nudo de la trama es inevitable: una vida entera para hacerse hombre a los gritos. El desenlace, su final feliz, lo encontró desoyendo el imperativo.

Foto: Máximo Parpagnoli

Lynx aprendió en la escuela que cortarse el pelo bien cortito, como un varón, no le hacía verse así. Fueron pasando los años. Creció. Tuvo el cuerpo de una extraña. Un día dejó de bailar (pandemia) y aprendió a deshabitar su cuerpo como antes lo hacía. En el encierro descubrió su nombre, Lynx, y su pronombre, “él”, una transmasculinidad no binaria.

Como en las imágenes que crea la obra, las historias que cada uno de los protagonistas llevan en el cuerpo algo estaban ahí dando vueltas, flotando, ineludibles. En “Té para tres” se mezcla belleza, amor, música, danza, pero también algo más, algo que vuela por los aires.

«T para T» puede verse los sábados de mayo a las 21 horas en Área Teatro, Bartolomé Mitre 4272.