El conurbano bonaerense, hoy, es una aventura, una usina de calumnias, un paraíso salvaje, un asombro permanente o una cruel constatación de la desigualdad; un gigante con sus recovecos secretos, un territorio del que no nos alejamos (o acercamos) lo suficiente para verlo, admirarlo y comprenderlo en su complejidad. El conurbano es el escenario de las mil caras o máscaras, el universo donde todo parece posible.

Foto: The Walking Conurban

Sede de catástrofes y episodios apocalípticos, de todas las inundaciones que sufrió, tal vez la de 2012 sea una de las más recordadas. Un intenso temporal provocó el anegamiento de ríos, cortes de luz, suspensión de transporte y calles enteras desbordadas por el agua. En Berazategui, cuatro amigos vieron en la tormenta la fotografía de una distopía. Y decidieron llamarla The Walking Conurban, en referencia a la mítica serie de AMC. Una vez pasado el temporal, descubrieron, casi sin querer, otra forma de habitar el espacio; empezaron a explorar todo lo que desconocían con largas caminatas y fotos en lugares abandonados. El chiste se transformó en una lente desde la cual construir una mirada. Pero la gracia también estaba en compartir las fotos con los amigos. Primero por mail y WhatsApp. Después, por las redes. Esos amigos hoy son más de 300 mil seguidores en Instagram y Twitter.

Foto: The Walking Conurban

La cuenta creció y se convirtió en un retrato poético y humorístico del Gran Buenos Aires. Pasó, también, del territorio virtual al físico, en muestras y exposiciones diseminadas por distintos espacios culturales del conurbano. Pedro Saborido se comunicó con ellos cuando estaba escribiendo Una historia del conurbano (Planeta) y juntos realizaron charlas esporádicas acerca de ese territorio en donde conviven más que en ningún otro lugar, como una misma cosa que se invierte y se mezcla, lo bárbaro y lo civilizado.

Fotógrafos por afición, los creadores -Diego Flores, Ariel Palmiero, Guillermo Galeano y Ángel Lucarini-, combinan sus distintos saberes laborales para darle forma al proyecto. Desde los administrativos, pasando por los que provienen de distintas carreras de humanidades, hasta los más técnicos que se encargan del cuidado de la edición de la imagen, todos tienen una mirada reflexiva sobre el conurbano, que construyen con diferentes insumos culturales, como la literatura y la sociología. En diálogo con ellos, ese mosaico de fotografías cobra mayor relieve y profundidad.

Foto: The Walking Conurban

“A partir del temporal del 2012, cuando nace el nombre, The Walking Conurban, como un chiste, empezamos a ver al conurbano como un territorio de mucha potencialidad para la ficción, donde sucedían cosas disruptivas, como que encalle una ballena y tengan que venir los bomberos a solucionarlo o que unas personas disfrazadas ayuden a un tipo a empujar el auto. En el conurbano nos pasaban cosas que trastocaban el verosímil y un poco el disparador fue ese, preguntarnos: ¿y si el territorio sirve para la ficcionalización? Al mismo tiempo, nos dimos cuenta de que había poca narrativa sobre el conurbano. Por lo menos hasta los 2000 no aparecieron muchas cosas. Llegó la crisis del 2001, evidentemente cuajó, y una de las variables que permitió fue que el conurbano bonaerense se vuelva un territorio narrable donde pasan cosas que es necesario contar con una voz propia. Y ahí aparecen un montón de autores: Leo Oyola, Lezcano, Reyes, por mencionar sólo algunos”, dice Diego Flores a Tiempo.

Más allá de estas narrativas actuales, entre el silencio y la indiferencia también se levantaron a lo largo de las últimas décadas voces estigmatizantes. “A partir de los 90 y los 2000, en la narrativa audiovisual, sobre todo en televisión, por ejemplo, con programas como Policías en acción, Ser urbano o Calle salvaje, el conurbano aparece como un lugar siempre peligroso, a punto de estallar y en ebullición. Hoy en día sigue habiendo algunas narrativas que se quedan solamente con eso. Y en algunos casos se genera el problema de que no podamos salir de esa lectura y nos creamos la propia caricatura que hicieron de nosotros mismos”, detalla Flores.

Se formó en 2012 luego de la inundación que devastó el territorio. Cuatro amigos comenzaron a tomar fotos de lugares abandonados y el proyecto creció, se multiplicó en otras áreas, ganó seguidores en las redes y próximamente se expresará en una serie del Canal Encuentro conducida por Pedro Saborido.
Foto: The Walking Conurban

The Walking Conurban está en permanente tensión y diálogo con ese tipo de retratos. “Nosotros también hacemos eso y también lo usamos. No estamos hablando desde un lugar de purismo, sino que tratamos de analizarlo: ¿qué narrativas hay y cuáles son sus lineamientos? Por ejemplo, Las viudas de los jueves es una novela cuya historia transcurre, casi en su totalidad, en un country del Gran Buenos Aires. Pero uno no piensa que transcurre ahí porque no asociamos los countries al conurbano bonaerense. La maquinaria que hace que sea ese el imaginario ya está en marcha. Y, de última, lo que hacemos es usarla, discutirla, criticarla. ¿Por qué cuando hay una imagen de precariedad la asociamos con el conurbano bonaerense?, ¿cuáles son los mecanismos de operación que fijan esa mirada, esa identidad, esos imaginarios? Esa es un poco la idea que tenemos en TWC: tratar de deconstruir eso y pensar en cuáles fueron las operaciones políticas, sociales y culturales que crearon esos imaginarios”, dice Flores.

Para mirar al conurbano como un espacio que aspira a contenerlo todo, llega este jueves a las 22 horas a Canal Encuentro el estreno de Universo Conurbano, una serie de cinco capítulos conducida por Pedro Saborido, quien, auxiliado por The Walking Conurban, recorre este paraíso post-apocalíptico a minutos del obelisco.