La reconocida artista conceptual Nora Iniesta trabaja a partir de elementos cotidianos. Las  obras que expone en el British Arts Centre no son la excepción. Por el contrario, confirman que Iniesta es una artista que vuelve extraordinario lo ordinario.

Son doce obras en blanco y celeste –cuenta-. Tres son textiles y el resto son fotografías de objetos cotidianos que están ampliadas hasta que ese objeto deja de reconocerse  y se vuelve abstracto. Cuando desaparece el objeto, se convierte en trama  

Y agrega: “Todas ellas son de diferente tamaño. Son obras que tenía en el taller con las que armé  un conjunto que me encantó. Se trata de obras que nunca había mostrado en Buenos Aires, de modo que podría considerarse que son casi inéditas. Me interesa mucho mostrar mi obra en espacios muy diferentes de una galería tradicional o de un museo, porque de esa forma llego a espectadores distintos. Como suele decir Mirtha Legrand, el público se renueva.”

En esta muestra que está en el British Arts Centre, “el lugar es el foyer  de un hermoso teatro. Mi exposición es la primera que se realiza después del período pandémico y será también la primera en iniciar un nuevo ciclo de muestras mías”.

Las obras, la memoria del color, lo ordinario y lo extraordinario

Cuando se le pregunta a la artista cuál es su propia memoria del color, de dónde proviene, contesta sin dudar: “Proviene de mi infancia. Cuando yo era chica, las fotos se hacían en blanco y negro. No aparecía el color que a mí me interesaba que es el color de la bandera, el de los escoltas que la flanqueaban, toda esa escena que me producía tanta emoción. Pero, de pronto, un día, aparece el color. En el caso de las obras que expongo en el British Arts Centre, el color ya no tiene formato bandera. Una de las obras, por ejemplo, parte de un pañuelo transparente blanco y celeste.

Hablando del impacto que genera su obra en el público y la curiosidad que despierta, cuenta: “Cuando la gente ve estas obras que son abstractas, muchos me preguntan de dónde provienen esas formas y colores, a qué objeto pertenecen. Hay una gran curiosidad por saber a partir de qué objeto se produjeron esas tramas.”

Y continúa: “Yo contesto sin problema, pero, en realidad, de dónde provienen  una forma y un color es lo que menos me importa. Lo que me importa es la trama, que a veces es igual de arriba abajo y en otras no porque tienen cierta morbilidad porque se trata, por ejemplo, de  un traje o un papel crepe. Hay una trama, por ejemplo, que proviene de una corbata hecha con perlitas de plástico que encontré en una feria de Beijing. Mi ojo entrenado la descubrió entre una enorme cantidad de otros objetos.”

“En otro caso –agrega- provienen de perlas de plástico que conseguí en el barrio de Once. Son para enhebrar  y hacer collares. Otras provienen de un objeto de cotillón hecho en papel crepe blanco y celeste. Siempre son cosas muy cotidianas, nunca algo de lujo. Son objetos de bajo costo puestos en valor por el trabajo que hago con ellos. A mí me motivan mucho estas cosas de uso cotidiano. Me motiva el objeto ordinario, es decir común, para lograr a partir de él algo superlativo, algo extraordinario.  Lo que cuenta para mí es que me sirvo de eso para abrir todo  un abanico de blanco y celeste.  

Ambos colores aparecen regularmente en Iniesta. Basta con citar la exposición que realizó en el Museo del Bicentenario referida a la camiseta de la Selección o los tres volúmenes de “Argentina en blanco y celeste”, en los que registra la enorme cantidad de veces que los colores de la bandera se encuentran en los objetos más variados de la Ciudad, como si esa combinación no fuera producto del mero azar, sino algo buscado. Sin embargo, es la mirada de la artista la que descubre lo que para la mayoría pasa inadvertido.

Por otra parte, ella colecciona todo tipo de objetos en estos colores,  pero nunca los exhibió como tales. Pero acota: “Sin duda, en algún momento lo  haré porque me encantaría mostrar  una colección propia de objetos en blanco y celeste. Muchos de esos objetos, como platos, los  he trabajado  y ya no los tengo y de esa colección, de tanto en tanto, algo regalo.”  

“Exponer en el foyer de un teatro –concluye- es una experiencia muy singular. Como hay  un iluminador que dejó todo puesto maravillosamente. Me gusta que una parte mía esté en un espacio que para mí es raíz de lo cultural. En un lugar austero porque no tiene otras cosas colgadas, mis obras en blanco y celeste siempre están señalando que estamos en Argentina. Me gratifica mostrar mis obras en un espacio no tradicional como pueden ser una galería o un museo o, en el Consulado de Chile, donde estuve recientemente. En todos esos lugares hay distintos públicos. Me gusta la posibilidad de que mis obras puedan ser vistas por gente diversa. Eso es ampliar el territorio que uno puede abarcar. Hay espacios y hay interés por la obra. Luego hay que ver si hay mercado. Pero lo más gratificante es mostrar la obra, no tenerla guardada.  Es muy distinto verla en el taller junto a otras cosas, que verla en un espacio en el que le das su ámbito. Esa es una experiencia que no quiero perder porque quien más aprende viendo la obra que uno hizo es uno mismo”.   

“La memora del color” puede verse de lunes a viernes en British Arts Centre,  Suipacha 1333, CABA, hasta el 30 de septiembre