Desde que las personas descubrieron el arte de contar historias, aquellas que refieren a viajeros intrépidos aventurándose en tierras inhóspitas se encuentran entre las más populares. De la travesía de Ulises de regreso a Ítaca en adelante, el tema se ha vuelto recurrente y, sin embargo, está lejos de agotarse. Su atractivo reside menos en la hazaña del héroe capaz de superar las pruebas a las que el recorrido lo enfrenta, que en el exotismo de esas comarcas siempre al filo de la realidad. Algo que no solo ocurre con la ficción: las aventuras de Marco Polo en su camino de ida y vuelta al Lejano Oriente se cuentan entre los relatos de viajes más épicos jamás narrados. Recientemente, dos sellos editoriales con mucho de aventureros publicaron dos libros que por caminos distintos remiten a esta tradición.

Se trata de Las islas imposibles (Serie Gong), del español Daniel Villamediana, y del Atlas de micronaciones (Godot), del italiano Graziano Graziani, y mientras uno recorre territorios que se creían reales pero eran ilusorios, el otro trabaja con espacios reales que parecen obra de la imaginación. El primero reescribe el primer viaje de Cristóbal Colón con destino a América, inventando un itinerario en el que el navegante genovés realiza una serie de paradas intermedias en tierras legendarias. El segundo es un compendio que describe al detalle una constelación de pequeños “estados” cuyas historias parecen creaciones literarias. Extremos de un mismo universo, ambos cumplen con la premisa de llevar al lector a territorios ajenos que solo aparecen en aquellos mapas en los que lo real se superpone con lo fantástico.

«Atlas de micronaciones», del italiano Graziano Graziani.

Dividido en once capítulos que agrupan reinos y repúblicas en categorías como “Acciones de protesta”, “Barrios liberados” o “Distopías”, el Atlas de Graziani rescata las historias de un puñado de territorios no siempre diminutos que en algún momento y por motivos a veces inverosímiles aspiraron o reivindican su independencia. En ocasiones estos arrebatos de libertad tienen como plataforma un territorio concreto, pero otras se trata de espacios menos tangibles, incluso virtuales. El libro acumula más de 50 casos, entre los que es difícil destacar uno por encima de los demás, ya que todos producen asombro. Pero, puestos a elegir, en especial resultan curiosos los vinculados a experiencias artísticas.

Garbage Patch State es un estado federal que reúne una serie de islas gigantes de residuos plásticos ubicadas en los océanos Pacífico, Atlántico e Índico, cuya superficie conjunta casi iguala a la de Rusia. La declaración de su independencia en 2013 fue un gesto simbólico realizado con apoyo de la Unesco, como forma de evidenciar la contaminación marina. Por su parte, el Principado de Ladonia consiste en una serie de esculturas realizadas en los ’90 por el sueco Lars Vilks, enormes estructuras de leña y piedras levantadas de manera precaria dentro de un parque nacional. Ante la amenaza de ser removidas por el Estado sueco, ya que fueron realizadas sin permiso, Vilks optó por declarar la independencia de sus obras, acuñar su propia moneda y entregar pasaportes, llegando a “declararle la guerra” a Suecia, Estados Unidos y San Marino.

La isla de Redonda, en el mar Caribe.

En cambio, el Reino de Redonda es una isla diminuta e inhabitable ubicada en el Caribe que, se dice, fue descubierta por Colón. En el siglo XIX fueron varios los que reclamaron su propiedad. En la década de 1960, una de esas líneas sucesorias decidió entregarle la ciudadanía de Redonda solo a escritores y artistas, quienes desde entonces gobiernan el reino. Su actual monarca es el escritor español Javier Marías.

«Las islas imposibles», del español Daniel Villamediana.

A diferencia del auténtico, que en uno de sus viajes pasó frente a las costas de Redonda y siguió de largo, el Colón de Las islas imposibles es una invención. El protagonista del libro es un traductor joven y agraciado, un judío converso a quien el almirante salva de ir a prisión por seducir a la hija de un noble, para sumarlo a su expedición en calidad de intérprete. Escrita en un falso español antiguo inventado para la ocasión y con un sentido del humor ácido, el autor imagina situaciones inverosímiles para darle forma a un relato de aventuras en toda regla. Villamediana se aparta de los hitos conocidos de aquella empresa, para concentrarse en los misteriosos 70 días en altamar que median entre la salida del Puerto de Palos y la llegada a costas americanas. No faltan en sus páginas ni criaturas monstruosas, ni civilizaciones perdidas, ni territorios míticos, que Colón y los suyos atraviesan no necesariamente con valor, pero con la proa siempre apuntando al oeste.   «