«La pregunta de fondo es por qué el resto de las fuerzas políticas no puede canalizar el malestar que fluye hacia esta propuesta neofascista», señala Daniel Feierstein sobre La Libertad Avanza, fuerza que traccionó hacia el primer lugar de una ajustada PASO a Javier Milei. Entre el estupor del 30% a nivel nacional obtenido por la ultraderecha, el sociólogo, especialista en la investigación de prácticas genocidas, habló con Tiempo para ofrecer un ángulo distinto de interpretación del momento político.

–¿Qué piensa sobre las acusaciones que empezaron a circular a partir del resultado de las elecciones del domingo, en las que se señala que Milei es fascista?

–Creo que el problema con la cuestión del fascismo no es tanto si tal persona es fascista, sino la utilización de prácticas sociales fascistas dentro de la acumulación política de determinado movimiento. Entonces creo que lo preocupante en relación a toda la campaña del último año de La Libertad Avanza es la utilización de un conjunto de discursos y de prácticas que sí se vinculan con el fascismo. Esto tiene que ver con la manipulación política del odio y con aprovechar un conjunto de estructuras que vienen que se articulan con la experiencia fascista. Hablamos de la movilización reaccionaria, la utilización de una antipolítica en clave de desarme de toda la estructura institucional. Además, aparece esta capacidad de irradiar micropolíticas del odio al buscar grupos de la población a los que se hace responsables del malestar general, que son grupos que se caracterizan por no tener mucho poder. Hablamos de quienes son beneficiarios de un plan social, están luchando por una mejora salarial o plantean una oposición política por izquierda.

–¿En ese sentido, es posible asociar esto con el rol de Victoria Villarruel en la propuesta de Milei?

–Creo que el rol de Victoria Villarruel le da mucha más gravedad a la propuesta, ya que es la aceptación de una representante de un movimiento negacionista, creadora de una organización cuyo eje es precisamente plantear una equivalencia entre los hechos de violencia estatal y los hechos de violencia insurgente. Pero además llega con una actitud de profunda reivindicación de muchas de las estrategias represivas. Darle ese lugar en la fórmula presidencial implica justamente, para un candidato que no tenía una historia de identificación con esas miradas, un matiz particularmente preocupante.

Foto: @DanielFeiersOk / Twitter

Una crítica a los progresismos

Esta semana, Feierstein publicó una columna en el portal Eldiarioar en la que opinó que al progresismo le cabe una autocrítica frente al triunfo electoral de Milei.

«Hace ya unas décadas que los progresismos se han vuelto (en el mundo, en la región y en el país) cada vez más conservadores. Es significativo que en Argentina hayan ido cambiando sus significantes, aunque nunca en clave de transformación: victoria, todos, ahora patria. La voluntad de cambio fue apropiada hace tiempo por las fuerzas de la derecha, incluso en sus significantes», expresó en ese texto. Y agregó: «La propuesta política de fondo de estos progresismos (en su programa y en la elección de sus representantes) es la de ‘mantener todo más o menos igual’, sea por convicción, por posibilismo o porque ‘no da la correlación de fuerzas’. Nada más conservador».

–Decía en su columna de Eldiarioar que «los progresismos se han vuelto conservadores». ¿No se volvió peligroso en Argentina proponer transformaciones y cambios profundos desde el progresismo? Pienso en la persecución judicial y el intento de asesinato a CFK, o la situación en Jujuy con Milagro Sala.

–Creo que efectivamente la situación política se ha vuelto un poco más compleja en cuanto al funcionamiento institucional y diría en un nivel de cierto crescendo. Por un lado la situación se deterioró muchísimo institucionalmente en Jujuy desde la propia asunción de la gobernación de Gerardo Morales, estamos hablando ya de hace muchos años. También ese crescendo tiene un punto relevante con el intento de asesinato de la vicepresidenta de la nación más allá de que ese hecho tiene características distintas. Esto no es una respuesta institucional como en el caso de Jujuy pero sí genera cierta preocupación por la aparición de un posible involucramiento, más allá de sus autores materiales inmediatos, de otros sectores de poder. De todos modos me parece que no es el eje de la dificultad para proponer transformaciones y cambios profundos del progresismo porque diría que son hechos importantes que significan un cambio del funcionamiento, podríamos decir, de la atmósfera política en el país. Pero que no ha implicado una generalización y me cuesta pensar esos elementos como los que explican el carácter conservador de los progresismos porque básicamente es un proceso previo. En los gobiernos kirchneristas hay una desaceleración de la posibilidad de cambios. Ya aparece con las propuestas de Scioli en 2015, Alberto Fernández en 2019 y ahora Sergio Massa en 2023. Es un fenómeno que está mucho más extendido que el peronismo, es algo regional, un proceso a 30 años del final de la Guerra Fría.

–Se viene diciendo que un gran sector de la sociedad que votó a Milei no interpreta como peligroso su discurso de ultraderecha. ¿Es posible entonces una «campaña del miedo» o el progresismo debería ir por otro lado de acá a octubre?

–No veo que sea muy útil una campaña del miedo. Creo que se subestima a la población cuando se piensa que acompaña a Milei sin tener en cuenta cuáles son sus propuestas. Me parece que una cosa es que no haya acuerdo con toda su propuesta, lo que es efectivamente así dado que se puede detectar en algunos estudios de opinión. Pero distinto es que no se sepa cuáles son sus propuestas y me parece que lo que hay que analizar es por qué se ha generado semejante nivel de desencanto y de malestar, al punto de acompañar una propuesta política desde la emoción vinculada al enojo y una voluntad de transformación. En muchos testimonios aparece incluso la disposición a considerar que un quiebre social es preferible a la continuidad de la situación actual. Entonces me parece que el gran desafío es cómo volver a convocar e interpelar desde la esperanza. «