Giorgio Chiellini mira, como mínimo, 45 minutos de videos de los delanteros a los que tendrá que marcar. Toma notas. Se autoenvía audios. Los archiva: cada delantero tiene una carpeta. Lo que observa lo apoya con Wyscout, el programa de análisis de origen italiano. “Los buenos defensores deberían tener una base de datos”, apunta Chiellini en su libro Io, Giorgio. Lo que hace, explica, “es una recreación psicológica refinada, estudiar el pensamiento de un delantero”, porque “un defensor debe ser virtualmente clarividente”. Chiellini repite la rutina antes de cada partido desde 2007, cuando fue dirigido por Claudio Ranieri en la Juventus. Una vez terminada la tarea, agarra un libro. Thrillers, como La trilogía del siglo, del galés Ken Follett, o ficción italiana moderna. “El tiempo frente a la pantalla y los mensajes te estimulan en exceso y te impiden dormir -dice Chiellini-. Los libros me ayudan a liberarme de la presión del fútbol”.

A los 36 años, Chiellini es el capitán de la selección de Italia que jugará el domingo ante Inglaterra la final de la Eurocopa en Wembley. El que, antes, durante y después de cada partido de la Euro, guiña un ojo, sonríe, abraza a un rival, hace morisquetas. “¡Mentiroso, mentiroso!”, le gritó -en castellano- a Jordi Alba, después de que intentase evitar el sorteo de qué selección empezaba pateando los penales en la semifinal. Italia ya le había ganado el arco a España. Y, después de que Chiellini expusiera la tensión de Jordi Alba, ganó el inicio. “Tengo para mí que el partido lo decidió Chiellini en el sorteo de la tanda de penales -escribió el periodista español Juanma Trueba en el sitio A la contra-. Y no por haberlo ganado dos veces (eligió campo y tirar primero), sino por la risa. En la risa escondió la daga”.

Con entusiasmo natural y espíritu de lucha, Chiellini afrontó los reveses con su selección: eliminación en primera ronda en Sudáfrica 2010 como último campeón, goleada 4-0 ante España en la final de la Euro 2012 (salió lesionado a los 21 minutos), eliminación en primera ronda en Brasil 2014 (con la mordida de Luis Suárez incluida), derrota en cuartos ante Alemania en la Euro 2016 y la caída ante Suecia en San Siro que dejó a Italia sin un Mundial (Rusia 2018) por primera vez en 60 años. “Perder finales es doloroso, pero es muy positivo jugarlas. Sólo así crecés en competitividad, algo fundamental para los jugadores jóvenes. Hay que perder mucho para poder ganar”, le dijo Chiellini al diario El Mundo en 2018. Había perdido, además, las finales de la Champions League con la Juventus en 2015 y 2017.

Como Baresi-Maldini (Estados Unidos 94) y Cannavaro-Materazzi (Alemania 2006), el zurdo Chiellini conforma con Leonardo Bonucci (34 años) acaso la mejor dupla de centrales del mundo. Son los únicos en la actual Italia que jugaron la final de la Euro 2012. En Wembley ante Inglaterra, Bonucci y Chiellini jugarán su partido 336 juntos, sumados los de Italia y los de la Juventus. Con la excepción de la temporada 2017/18, cuando Bonucci jugó en el Milan, comparten la defensa de la Juventus desde 2010. “A veces la gente mira a Cristiano Ronaldo, pero en un equipo como Juventus también tenés que mirar a Bonucci y Chiellini. Están capacitados para dar clases en la Universidad de Harvard de cómo ser defensor central”, dijo una vez el entrenador portugués José Mourinho. Chiellini, en efecto, fue a la universidad: recibido en 2017 con una tesis comparativa del modelo económico de la Juventus -calificada cum laude-, es doctor en Economía por la Universidad de Turín. De ahí que muchos ya lo ubican en la dirigencia de la Juventus tras su retiro como futbolista.

Chiellini representa a un estilo de defensores italianos. Los Brutti, sporchi e cattivi (“Feos, sucios y malos”). Pero es una línea dentro de una selección revitalizada desde la llegada de Roberto Mancini, que alteró el catenaccio y el contraataque con un juego ofensivo, contracultural, más próximo a La grande bellezza. “A Bonucci y Chiellini no les importa el fuerte liderazgo de Mancini. Julio César dirigía Roma cuando ellos hicieron su debut en Italia”, ironizó el periodista inglés Paul Hayward en el Daily Telegraph. Bonucci y Chiellini se entienden a la perfección con Gianluigi Donnarumma, el arquero de 22 años que quedó libre después de descollar en el Milan, con futuro inmediato en el PSG. “Un defensor es el mejor amigo de un arquero”, dice Chiellini en Io, Giorgio. “Y un arquero es el bastión final de un defensor. Estamos prácticamente en concordia. La proximidad corporal y psicológica transmite poder”.

Chiellini debutó como profesional en 2001 en la Serie C con el Livorno, club ligado al Partido Comunista Italiano. Es uno de los futbolistas que dona el 1% de su salario a Common Goal, un proyecto solidario del español Juan Mata, hoy en el Manchester United. “Tenemos un mensaje social que dar por nuestro protagonismo”, dijo Chiellini, que en 2007 jugó el primer partido oficial en el refaccionado estadio Wembley entre la Sub 21 de Italia e Inglaterra. La final de la Euro 2021 ante el local en Wembley podría ser la despedida de Chiellini de la selección de Italia, con la que suma 110 partidos, séptimo en la tabla histórica de presencias. Y podrá darle a Italia su segunda Euro después de la que ganó como local en 1968.

Cuando el juego se lo permite, Chiellini defiende ahora más arriba en el campo. Aunque sea un cultor del arte de la defensa, de la destrucción. “También hay placer en detener a un rival, pensar antes que él, anticiparse y ganarle el duelo. El problema es que si lo hacés nueve veces bien y una mal, provocás una tragedia”. La Italia de Mancini, atractiva y fuerte en ataque, registra, de igual modo, 86 goles a favor y apenas 9 en contra en 38 partidos. Mancini encaró la transición generacional sin prescindir del muro Bonucci-Chiellini.

“Queremos enderezar el rumbo, que Italia vuelva a ser aspirante a un título internacional importante”, había dicho antes del inicio de la Euro. “La derrota ante Suecia en Milán todavía la llevamos adentro, no podremos borrarla jamás. Pero creo que en los últimos años hicimos las cosas bien y el desencanto dio paso a mucho entusiasmo y ganas de llegar lejos”. Detrás de la dulce mirada hay un futbolista que se rompió los dientes cuatro veces, muchos moretones y huesos afilados y rocosos. Leal y duro, de la vieja escuela, Chiellini, un defensor en blanco y negro, lidera desde el carisma. Desde la sonrisa. “He sido de estudiar mucho a mis rivales -dijo-. A Cristiano Ronaldo, lo mejor es evitar que avance hacia el centro favoreciendo a su pie derecho. A Messi, la mejor manera de marcarlo es hacerse la señal de la cruz y rezar”.