Algunos se preguntarán por qué necesitamos un día para conmemorar la lucha contra la homofobia en el deporte, en particular en el fútbol. En 1990, Justin Fashanu jugador de fútbol inglés, reconocido como “la estrella del millón de libras”, cuenta que es homosexual en una entrevista. Fue el primer futbolista en actividad en contarlo. Sin embargo, el racismo (era de origen nigeriano) y la homofobia fueron más fuerte: abandonado por su familia y su club, maltratado por sus compañeros, defenestrada su imagen social, se suicidó 8 años después.

En los últimos 33 años, desde Justin Fashanu hasta nuestros días, solo 20 jugadores de fútbol varones se han declarado parte de la comunidad LGBT. De ellos solo el 35% lo hicieron mientras estaban en actividad. En la actualidad hay 8 jugadores profesionales de 65.000, y cada vez que uno nuevo se anima a contarlo, se reconoce su valentía por hacerlo. Y ahí está el punto crítico.

Desde Grow-género y trabajo, queremos invitarlos a reflexionar sobre por qué es tan difícil y tan riesgoso para algunas personas contar o mostrar un aspecto de su vida, como la orientación sexo-afectiva. No es que Piqué la esconda, o Messi, o cualquier jugador heterosexual: todos tienen la libertad de contar sus vidas, caminar en la calle con quién deseen, y su vida profesional no se ve afectada por eso. Pero si quien les acompaña de la mano, no es una mujer cis, todo toma otra color.

Y la intensidad de cuanto importe depende del país en que nos encontremos y de la región del país donde estemos, y del club donde juguemos.

Tomemos el último mundial de fútbol, realizado en Qatar, donde cualquiera de las elecciones de vida representadas en el colectivo LGTBIQ+ son prohibidas por la ley islámica. ¿Supuso el mismo riesgo participar del mundial para un jugador heterosexual que para uno gay? Qatar tuvo que prometer aceptar las diversidades, mientras durara el mundial. Sin embargo, el embajador qatarí de la Copa del Mundo, pocos días antes de comenzar el evento, dijo realmente lo que pensaba “la homosexualidad es un daño mental”.

En Argentina, donde existe un marco legal muy ejemplar, hay solo un jugador de fútbol abiertamente gay y en septiembre del año pasado denunció a otro jugador por las agresiones que recibió durante todo el partido. Al ser en este país, donde en el marco de la ley esto estaría prohibido, el árbitro expulsó al jugador.

Pero, ¿es esto suficiente? Lamentablemente no. Sancionando a una persona en particular, no cambiamos el problema de fondo: somos una sociedad donde existe la homofobia (y transfobia también).

En Grow-género y trabajo consideramos que para lograr ser una sociedad más inclusiva, tenemos que trabajar sobre la responsabilidad colectiva y promover la transformación cultural: cómo desde cada uno de nuestros lugares impulsamos el cambio. Es la AFA con estrategias claras y federales, es cada club de barrio promoviendo entornos cuidados, trabajando con docentes y familias, y somos cada uno de nosotros en los roles que tomemos en el deporte: sea el de espectadores o de jugadores. No dejemos pasar ningún comentario que humille a otro, de lo contrario, nos volvemos parte del problema.