Lionel Messi es una de las pocas respuestas globales y felices a un mundo complejo. Lo acaba de contratar Estados Unidos, lo quería llevar Arabia Saudita (reino con el que tiene varios contratos), dejó hace pocos días un vínculo con Qatar (la monarquía que lo llevó al Paris Saint Germain) y durante años fue el mayor patrimonio del Barcelona y la Champions League. De la selección argentina siempre será su embajador.

Hoy jugó en China un partido que tuvo mucho de la diplomacia de la pelota, o de gira de los Rolling Stones: algunos de los enviados a la gira de Sergio Massa por China hace unas semanas recordaron cómo los funcionarios y empresarios locales se desvivían ante la comitiva argentina para conseguir entradas que les permitieran ver el amistoso en el que la selección campeona del mundo venció 2-0 a Australia esta mañana, en el estadio de los Trabajadores de Pekín.

Foto: WANG ZHAO / AFP

Ante decenas de miles de chinos que lo adoraron en uno de los pocos países del mundo en que el fútbol no es religión, Messi tuvo una deferencia especial: les regaló el gol más rápido de su carrera y el cuarto más precoz de la selección argentina. Fue a los 79 segundos con una definición propia de su factoría, un zurdazo desde afuera del área que en la biografía de cualquier futbolista entraría en la categoría de «golazo» y que para Messi pareció uno más, similar a decenas o cientos de los que ya hizo. El fútbol y la selección vienen antes que Messi pero qué cerca están y, sobre todo, qué huérfanos nos sentiremos el día que se retire.

Con la mayoría de los titulares de Qatar (salvo el ingreso de Nicolás González, ausente en el Mundial por lesión), a la Argentina le alcanzó con jugar con el pie fuera del acelerador. Primero pintaba para baile pero hubo lapsos en el resto del primer tiempo en los que la selección quedó incómoda. Australia recuperó la pelota y empezó a mirar al Dibu Martínez de cerca. Y sin embargo, como en el Mundial, el equipo de Lionel Scaloni demostró que tiene algo del bambú, la planta que se mueve cuando hay viento pero que nunca se rompe.

La selección podrá sufrir algunos minutos pero tarde o temprano se impone a sus rivales, y así llegó el gol de Germán Pezzella, reemplazante del lesionado Nicolás Otamendi, a los 23 minutos del segundo tiempo, ya en momentos en que los cambios se multiplicaban pero no afectaban lo de fondo: Argentina es un equipo superior al resto, que no necesita su mejor versión para ganar. Sólo perdió un partido de los últimos 47 partidos.

En ese contexto, también entró Alejandro Garnacho, el delantero del Manchester United, de 18 años, que nació en España pero que prefiere jugar en Argentina por Patricia, su mamá, una porteña que emigró a Madrid en los años del corralito. El joven ingresó con naturalidad en una jornada que, con el tiempo, puede convertirse en histórica, primero por el gol de Messi y luego por el primer contacto de Garnacho con la albiceleste.

Ya a poco del comienzo de las Eliminatorias (en septiembre), Messi reiteró que, hoy, se ve lejos del Mundial 2026. «Es difícil que se dé (su participación en la próxima Copa del Mundo) pero bueno, ahora vienen las Eliminatorias, luego la Copa América y es ir muy lejos pensar en el Mundial, prefiero pensar en lo que se viene», dijo después de un partido que será recordado también por los chinos, testigos del hombre al que todos quieren, en Estados Unidos, Qatar, Emiratos Árabes, Europa y China, hoy a costa de Australia.