Si al retorno frustrado de Lionel Messi a Barcelona se lo insistió en llamar The Last Dance, la frase con la que el entrenador Phil Jackson describió la última temporada de Michael Jordan con Chicago Bulls y que sirvió de título a la miniserie documental que se estrenó en 2020, el acuerdo que el genio rosarino cerró con Inter Miami quizá encuentre rastros más cercanos en la historia de cómo Nike ató a Jordan en 1984, un episodio que la película Air reconstruye de manera muy entretenida bajo la dirección de Ben Affleck y la interpretación de Matt Damon.

Nike compitió con desventaja ante Adidas y Converse para quedarse con la futura estrella de la NBA. Sin una tradición en el básquet, parecía imposible que Nike se llevara a Jordan. Tampoco tenía el poder de fuego de las otras marcas. El trabajo artesanal lo hizo Sonny Vaccaro (Matt Damon) que a la vez convenció al CEO Phil Knight (Ben Affleck). Vaccaro viajó primero a Carolina del Norte para acercarse a la madre de Jordan (Viola Davis) y desplegó un plan de seducción que iba a sacudir el marketing deportivo, la inauguración de una cultura moderna del calzado. Vaccaro no ofreció un contrato cualquiera: Jordan sería sus zapatillas, su diseño exclusivo, nacían las Air Jordan. Nacía una marca, la que Messi usaría durante en el París Saint Germain, su última estadía que al final se convirtió en un padecimiento. 

Los tiempos son diferentes. Jordan recién alumbraba, era un crack universitario. Messi está por cumplir 36 años y viene de hacer cumbre en Qatar con la selección argentina. “Yastá, yastá” fue su mantra de celebración. Por fuera de haber deseado, según dijo, una vuelta al Barcelona pero de no querer, como explicó, ser responsable de los recortes salariales de sus eventuales compañeros, la elección por Inter Miami estuvo atravesada por decisiones de vida, familiares y personales, eso que en la entrevista con Mundo Deportivo y Sport describió como “salir del foco”. Un ámbito amable, liviano, sin exigencias más que las propias. 

Messi llega a Miami como marca global y expande, a su vez, una estructura de negocios. Los viejos, los nuevos, los propios y los ajenos. El suyo tampoco será un contrato cualquiera porque excede lo salarial o el porcentaje en suscripciones a Apple TV, la plataforma que tiene los derechos por diez años de la MLS, incluso con serie y documental a la vista. Sobre su desembarco se despliega un futuro que lo puede tener -una vez dispuesto el retiro- como eventual accionista de una franquicia pero que además potencia ahora mismo a otros actores vinculados a su figura: Adidas, que además es la marca de la MLS, y la AFA, que ya había iniciado sus planes de establecer un predio en North Bay Village. 

Inter Miami tiene apenas cinco años y sólo tres de ellos en competición. El accionista mayoritario es Jorge Mas Santos junto a su hermano, José. Son herederos de Jorge Mas Canosa, un empresario cubano anticastrista que dedicó dinero, lobby y una vida a sus actividades contra la Revolución desde la Fundación Nacional Cubano Americana, hoy presidida por su hijo Jorge. Los hermanos Mas Santos, dueños de la empresa MasTec, tuvieron de frontman a David Beckham, el socio a cargo de la dirección deportiva. Beckham también llegó a la MLS -jugó en Los Ángeles Galaxy- con la mira en una futura franquicia y así fue como se instaló en Miami.

Messi va a vender entradas, viajes y paquetes turísticos. Aumentará el interés por una liga que siempre está intentando despegar. Inter Miami está último en el oeste -son 29 equipos divididos en dos conferencias- pero, más allá de los jugadores y del entrenador que contrate, ese aspecto no aparece como lo más atractivo en el nuevo destino. De algún modo, Messi se convierte en un jugador-selección, el plano más competitivo que tendrá durante los tres años de contrato. Jugará en el país que será sede de la Copa América 2024 y -junto a México y Canadá- del Mundial 2026. 

Desde hace al menos dos años, Messi encuentra en la selección el colectivo más placentero para jugar en la élite. Había dejado de serlo el Barcelona después de los años paradisíacos, nunca lo fue el PSG y el Inter Miami parece otro plan. Liberado con la Copa América 2021 y Qatar 2022, llegó la hora de aplicar el “yastá” a su propia cotidianeidad. Nadie puede juzgar una decisión así de alguien que transcurrió desde chico una vida al palo. La fantasía -todavía abierta- de verlo en cada fecha del fútbol argentino parece difícil. ¿Qué estructura soportaría la demanda de verlo? Se le pidió demasiado -se le pidió un Mundial– como para exigirle más. Lo mejor de este tiempo es que él mismo lo pueda disfrutar y que el resto sepamos que todavía nos queda un rato de su fútbol. Que sea donde sea todavía vamos a poder decir “hoy juega Messi”.