«El gol de tiro libre –dijo el belga Kevin De Bruyne después de que metiera el 18 de enero el primer gol del 2-0 de Manchester City ante Cardiff por la FA Cup– fue gracias al equipo de análisis de video. Ellos me avisaron que los defensores siempre saltan cuando están en la barrera». Dos meses más tarde, en Avellaneda, Independiente le ganó 1-0 a Millonarios por la Copa Libertadores. Martín Benítez, autor del gol, salió en el entretiempo. «En ningún momento pude hacer velocidad –explicó Benítez luego del triunfo–. Pude correr a 20 km/h y lo máximo que llego es a 33. Así que la decisión de sacarme fue por el GPS, porque no respondía a mi velocidad». En el fútbol del siglo XXI, y en especial de la segunda década en adelante, la incidencia de la tecnología aumentó en los equipos de élite del mundo, sea en la preparación de un partido o, directamente, en un partido. Videoanalistas como integrantes de los cuerpos técnicos, GPS’s en la anatomía de los jugadores, más sensores, notebooks, filmadoras, drones, pantallas LED y hasta pizarras interactivas conformar un nuevo ecosistema futbolístico.

En la selección de Brasil, que llega quizá como la candidata a ganar el Mundial de Rusia 2018, Fernando Lázaro, coordinador del Centro de Investigación y Análisis de la Confederación Brasileña de Fútbol y asistente del entrenador Tite, les requirió a los departamentos de análisis de los 20 clubes del Brasileirão que diseccionaran a las selecciones mundialistas. Los mejores informes fueron premiados: los realizadores viajarán con la delegación brasileña a Rusia. En Argentina, a pesar de que la AFA carece de una secretaría similar, todos los clubes de Primera División tienen, adentro o afuera de los cuerpos técnicos, el trabajo de un videoanalista; y en la Selección, Jorge Sampaoli trabaja con Matías Manna y Francisco Meneghini. «Es una tarea que se ve poco para el afuera –dice Camilo Francka, videoanalista de Platense, que ascendió a la B Nacional–. Generalmente se hace en las sombras, en la trastienda, y lleva muchas horas y sacrificio. En Argentina estamos atrasados, pero de a poco se está empezado a instalar».

En la Selección, Manna y Meneghini, más que videoanalistas, pasaron a ser ayudantes de campo de Sampaoli: en marzo, Manna espió en la cancha el amistoso que Islandia perdió 1-0 ante México y Meneghini el que Perú le ganó 2-0 a Croacia, ambos en Estados Unidos. Islandia y Croacia serán los primeros rivales de Argentina en el grupo del Mundial. Puertas adentro, Manna pone el acento en el estilo del equipo y Meneghini se centra en los tiros libres a favor y en contra, en la pelota parada. Con la llegada de Sampaoli, además, Mariano Nievas, encargado de la logística audiovisual en la AFA, colocó cámaras específicas en las canchas del predio de Ezeiza. En Alemania, vigente campeón mundial, la federación planea inaugurar en 2021 una academia centrada en el desarrollo digital y la recolección de datos en Frankfurt: la Big Data en el fútbol, pero con el jugador como epicentro.

«Cada día hay más oferta de tecnologías –aporta Alejandro Kohan, preparador físico que compartió el liderazgo de Independiente con Ariel Holan–, pero está en la habilidad, en el factor humano de todo el cuerpo técnico, e incluso en el jugador, determinar qué datos sirven para diagnosticar y decidir. Porque también te podés perder en un mar de datos, tener tecnología y datos y no saber para qué usarlos». Los GPS’s, que reciben metros recorridos, intensidad y aceleración, frecuencia cardíaca y hasta asimetrías de las pisadas, pueden prevenir lesiones ya que indican la carga muscular en una y otra pierna. Los compactos de los análisis enviados a los celulares de los futbolistas pueden servirles para meter o evitar goles. «Salvando las distancias, en un partido con Villa San Carlos, nos pasó –cuenta Francka, el videoanalista de Platense–. Habíamos visto que su arquero, Bangardino, se tiraba siempre para la derecha. Teníamos los últimos siete penales analizados. Y nos cobran un penal a favor. Lo patea el Chino Vizcarra al lado opuesto de donde siempre se tiraba Bangardino y lo hace. Después del partido, Vizcarra me dijo: ‘Che, me salvaste: lo pateé ahí por lo que vi en el video’. Son pequeños detalles que hacen al resultado». 

En un Mundial, una competición de siete partidos como máximo, los detalles adquieren otra determinación: el entrenador alemán Joachim Löw recibió durante las prácticas en Brasil 2014 los datos de Match Insights, aplicado con cámaras en la cancha y sensores en pecho y pies de los jugadores. El tiempo promedio de posesión de la pelota, determinó el software, era de 3,4 segundos. Löw interpretó que el equipo necesitaba bajarlo. Lo hizo a 1,1, y en el 7-1 a Brasil en la semifinal, Alemania anotó tres goles en 179 segundos. Fue el único en ese Mundial que usó esa tecnología.

«Hay algunos software que permiten cruzar datos en tiempo real de videoanálisis y monitoreo de GPS’s –agrega el preparador físico Kohan–; entonces ves, por ejemplo, la velocidad y la aceleración de un jugador alcanzada en determinado movimiento en las imágenes, ya integrados». En los días como entrenador de la selección de Chile, Sampaoli utilizó el Sandball, un software-videojuego estilo FIFA y Pro Evolution Soccer de PlayStation: el cuerpo técnico diseñaba las características técnicas de los jugadores y las tácticas de los equipos, y el futbolista, joystick en manos, reproducía los movimientos pedidos. «Cuando nos dimos cuenta de que en las charlas técnicas miraban más las pantallas de sus teléfonos celulares que a nosotros –contó Manna, el asistente de Sampaoli–, llegamos a la conclusión de que teníamos que cambiar». En la Selección, Sampaoli evitó el joystick. Como escribió el periodista Dante Panzeri ante «la luminosidad de la dialéctica tecnológica» en Fútbol, dinámica de lo impensado (1967), «el fútbol es una gran lógica dentro de una ley constante que señala que en su proceso y culminación es mucho más lo que se hace porque ‘sale’, que lo que se piensa y se hace». Sin embargo, dentro de esa improvisación y espontaneidad creadora, el fútbol deja entrar a la tecnología de punta.