El holandés Bernio Verhagen fue un futbolista fantasma. Nació en Paramaribo, capital de Surinam, y durante 2019, cuando tenía 25 años, lo contraron cuatro clubes de países distintos. Verhagen pasó por Dinamo-Auto Tiraspol de Transnistria, un estado separatista moldavo. No jugó ni un minuto. Se fue al Cape Town City de Sudáfrica pero tampoco jugó. Apareció en el Audax Italiano de Chile y no pisó la cancha, como no lo hizo en su siguiente equipo, el Viborg FF danés. Verhagen, que había jugado al fútbol en algunos equipos amateurs, era un estafador. ¿Cómo habían caído tantos clubes en la misma trampa? Desde Viborg FF, por ejemplo, revelaron que un hombre se hizo pasar por agente de jugadores, falsificó identidades y documentos, y prometió que al poco tiempo Verhagen sería vendido a China. Para Viborg FF, un equipo de la segunda división danesa, podía ser un gran negocio. 

Es interesante lo que el club danés sostuvo en un comunicado: “Viborg FF no se ha visto afectado financieramente, ya que ni el salario ni los honorarios de los agentes se han pagado, pero el club se ha visto muy afectado en su orgullo profesional”. No es una cuestión económica, es el ridículo que hicieron. El camino de Verhagen siguió de modo más oscuro. Terminó preso por robo y estafas y con denuncias de violencia de género de una ex pareja.

Entre todo lo que pasó con las elecciones en Boca -judicializadas por el macrismo, lo que derivó en la suspensión al menos por este domingo- apareció una historia con este título: el 9 de Qatar. Juan Román Riquelme la contó primero en una entrevista con TyC Sports. Que cuando estaba por vencerse el contrato con Qatar Airways como sponsor de la camiseta de Boca, a mediados de 2022, Mauricio Macri lo llamó para decirle que tenía que llevar al 9 de Qatar como promoción para el Mundial que se iba a jugar en ese país. Si no lo hacía, se iba a complicar la renovación. El 9 de Qatar nunca llegó a Boca y a fin de año la camiseta se quedó sin la publicidad de la aerolínea.

Macri ratificó el relato con más detalles. Contó en TNT Sports que le mandó a Riquelme por WhatsApp los videos que le había enviado Tamim bin Hamad Al Thani, el emir de Qatar. “Un amigo personal, fanático de Boca y fanático de la Argentina”, agregó Macri.  Todo lo que siguió se pareció a una confesión de cómo Macri entiende el manejo de un club. Que él no sabía cómo jugaba el 9 de Qatar pero que el emir le pedía que le dieran una oportunidad en Boca. “Dale unos minutos en los entrenamientos -le dijo Macri a Riquelme-, fijate si le damos para jugar un partido de Copa Argentina. Con eso quedamos bien”. Lo resumió como una cuestión de educación. Andrés Ibarra, el candidato a presidente que acompaña Macri, quiso negarlo. Dijo que era campaña del miedo. Está el video de Macri, lo cuenta él mismo.

El 9 de Qatar es Almoez Ali. Nació en Sudán pero a los siete años se fue a Qatar para formarse como futbolista en Aspire. Jugó el último Mundial, fue titular en los tres partidos de la fase de grupos. Estuvo en Cultural Leonesa, un equipo español de la tercera categoría, propiedad de esa academia. Ahora lo hace en Al Duhail. Su nacionalización tuvo problemas al principio, según contó Nahuel Lanzón, un estudioso del fútbol asiático, hasta que apareció un certificado de nacimiento de la mamá en Doha. Qatar, dice Lanzón, llevó al extremo las reglas FIFA para nacionalizarlo.

Más allá de Almoz Ali, de su talento, de si es bueno, hay una primera dimensión del episodio que es la naturalización -la visibilización- de lo extorsivo. Tenés que poner a un jugador para que pongan la plata. “¿Y si el dueño de Betsson pide ahora a Riquelme que ponga a su hijo en Boca?”, retomó Ezequiel Fernández Moores la pregunta con la que se ironizó en redes sociales. ¿No es acaso el tipo de favores que existe en algunas categorías del fútbol con empresarios y representantes? No sólo pasa en el fútbol, se llama tráfico de influencias. 

El otro lado está en una palabra con la que Macri insiste muy seguido: la meritocracia. Si algo va contra el mérito es lo que quiso hacer con el jugador qatarí. No se trataba de talento, tampoco de esfuerzo, se trataba de llegar por negocios, por la influencia del emir. Te hablan de meritocracia pero llegan por influencias así como son millonarios por herencia. Se lo pidió, además, a uno de los ejemplos de mérito que tiene el fútbol argentino. Si por algo llegó Riquelme a construirse como ídolo de Boca fue por su talento y el esfuerzo propio y de su familia. 

Está también el orgullo, lo que Viborg FF se lamentaba sobre el holandés que los estafó. ¿Cualquiera puede ponerse la camiseta de tu club? ¿Sólo hay que tener banca? ¿Un auspicio? ¿No es el fútbol superprofesionalizado el que insiste con que hay que convertir a esos clubes en marcas? A las marcas se las cuida. Si tu camiseta la usa cualquiera que venga con la influencia de un amigo, las acciones de esa marca (acciones metafóricas, no las de las sociedades anónimas) se caen. La camiseta de tu equipo no es para que se la ponga cualquiera, menos para hacer negocios.