El domingo, en el campo de juego de La Bombonera, donde se montaron carpas para las urnas, un hecho inédito en la historia, se definirán los próximos cuatro años de Boca. Si bien hay cerca de 98 mil socios activos habilitados, se estima que entre 40 y 50 mil votarán en las elecciones de un club que representa a millones, una especie de provincia o ministerio todavía en pie en la Argentina de Javier Milei. En las elecciones de 2019 votaron 38 mil socios de los 87 mil habilitados. El récord eleccionario de un club le pertenece al Barcelona (57 mil, en 2010). El oficialismo, que cortó en 2019 con los 24 años de macrismo en Boca, irá esta vez con Juan Román Riquelme como candidato a presidente, secundado por Jorge Amor Ameal. La oposición unificada llevará a Andrés Ibarra a la cabeza y al mismo Macri como candidato a vice. La contienda electoral entre Riquelme y Macri expone dos cosmovisiones opuestas del mundo, no sólo del vacío “mundo Boca”. Riquelme repitió que Boca volvió a ser un club de fútbol, que ganó más títulos que nadie en el fútbol argentino desde 2019 -en efecto, fueron seis-, que debutaron 34 juveniles y que La Bombonera no se toca. Macri encarna la “modernización”, a pesar de los nombres de siempre. O, como dijo Mario Pergolini, ahora cercano al macrismo, a los que quieren a Boca por poder y dinero. Como el Barcelona, Boca también es “más que un club”. Para unos, es una identidad. Para otros, una unidad de negocios.

En cuanto al estadio, la división es tajante: Riquelme es el defensor número uno de La Bombonera, el patio de su casa, y Macri y compañía agitan el estadio nuevo en los terrenos de Casa Amarilla. Ameal y Riquelme propusieron en las elecciones de 2019 el proyecto de construir La Bombonera 360: comprar las dos medias manzanas sobre la calle Del Valle Iberlucea para construir una cuarta tribuna lateral. En agosto, Boca presentó un proyecto de ley en la Legislatura porteña para avanzar y ampliar la cancha a 82 mil espectadores. Durante los últimos cuatro años, la actual gestión le devolvió 6 mil lugares con la reconversión de la platea K (arriba de La Doce) en popular y obras en las plateas. En los 24 años de macrismo tampoco hubo un acercamiento a una solución. Al contrario: Oscar Moscariello, vice de Boca entre 2011 y 2015 que llegó a ocupar la vicepresidencia de la Legislatura, impulsó una ley para que los estadios tuvieran el 75% de plateas, un intento de jubilar a La Bombonera, y lo que en la práctica redujo la capacidad, mientras aumentaba(n) la cantidad de socios. En la última semana, Macri viajó a Emiratos Árabes Unidos en busca de inversión para La Bombonera Siglo XXI, es decir, para la construcción de un nuevo estadio para 105 mil personas. Macri anhela las sociedades anónimas deportivas en el fútbol argentino. Su ejemplo es el Manchester City, propiedad de Abu Dabi, Emiratos Árabes Unidos. Alguna vez fantaseó hasta con compartir un estadio único con River.

A propósito de transformar a un club en una empresa, con “oportunidades” y entregas, vale repasar la historia de Boca y Qatar. El sponsor Qatar Airways se inscribió en la camiseta en 2018, bajo la presidencia de Daniel Angelici. Pese a que cuando cambió la dirigencia amenazó con retirarse, Qatar Airways continuó hasta la finalización del contrato, en 2022, no sin “ofrecer” una renovación: Qatar exigió que Almoez Ali, delantero del Al-Duhail SC y de la selección, llegase a Boca para promocionar el Mundial que se jugaría a fines de año, como un golpe marketinero. Almoez Ali por la publicidad. El intermediario de Macri fue el extenista Gastón Gaudio, amigo del emir qatarí Tamim bin Hamad al Thani. Lo mismo habían hecho con otros clubes argentinos. Riquelme no aceptó. Boca estuvo un año sin sponsor en el frente de la camiseta hasta que cerró con la casa de apuestas Betsson. En 2001, cuando el presidente era Macri, Boca incorporó al delantero japonés Naohiro Takahara. Al año siguiente se jugaba el Mundial asiático, en Corea del Sur y Japón. Lo del 9 de Qatar lo sacó a la luz Riquelme, el miércoles por la noche, después de la eliminación en la semifinal de la Copa Argentina ante Estudiantes de La Plata en Córdoba, cuando apareció en la pantalla de TyC Sports. Román habló durante una hora. Sin las clásicas pausas. Desatado, didáctico y transparente.

¿No habrá mentido tampoco cuando recordó otro “apriete, clarísimo”, el del secuestro de su hermano Cristian, en 2002, un año después del Topo Gigio en plena Bombonera, un reclamo de aumento salarial después de que rechazara dos veces irse a un club que quería Macri, acusado por jugadores de pedirles coimas -o recibir dinero extra- en las transferencias? “Cuando fui futbolista la pasé peor que ahora -dijo Riquelme-. Hay muchas cosas que me voy a llevar a la tumba, pero me han pasado cosas que ven en las series. Vivir en Don Torcuato me jugó a favor. He vivido de chiquito cosas complicadas. Lo más grande que me pasó en la vida es no ser empleado de estos señores, y lo llevo con mucho orgullo”. Cuando cayó la banda que secuestró a Cristian Riquelme, la justicia determinó que era la que había secuestrado en 2001 al empresario textil Abraham Awada, quien sería el suegro de Macri. El propio Macri fue secuestrado en 1991. Pero para el policía retirado Juan Carlos Bayarri, que pasó 13 años preso ilegalmente, acusado de ser el cerebro del secuestro, Macri se “autosecuestró”. Lo dijo en 2014, diez años después de que fuera absuelto, cuando la justicia argentina ratificó que su declaración autoincriminatoria había sido bajo tortura y condenó a los responsables de la detención ilegal. En 2008, la Corte Interamericana de Derechos Humanos le había dado la razón a Bayarri: probó las torturas de los comisarios para que se incriminara en el secuestro de Macri. En los tiempos de futbolista, Riquelme conocía que, en las charlas privadas entre Macri y sus dirigentes más cercanos, lo llamaban “el negro”.

Foto: Juan Mabromata / AFP

Riquelme encara la reelección sin entrenador en el primer equipo de Boca y sin Copa Libertadores en 2024 (clasificó a la Sudamericana). Es cierto que Boca tampoco clasificó a la Libertadores 2006, 2010, 2011, 2014 (los tres últimos años con Riquelme en el plantel) y 2017, pero no menos que la Copa condiciona mandatos. Y que ahora pierde “el Boca de Riquelme”, y antes no perdía el de Macri o Angelici. “Compito con alguien que tiene un buen manejo de los medios de comunicación -dijo Román- y que no tiene autocrítica”. El macrismo ya activó a sus trolls en las redes sociales. Riquelme eligió a Miguel Ángel Russo, Sebastián Battaglia, Hugo Ibarra y Jorge Almirón como técnicos. La deuda con el juego nunca pareció saldarse, ese andar irregular más allá de los títulos. “Estoy convencido de quién quiero, pero no lo voy a decir”, dijo Riquelme. Macri filtró que su entrenador, en caso de que se imponga en las elecciones, será Martín Palermo, hoy en Platense. Macri, como presidente, no había elegido a Carlos Bianchi en 1998. Sí a Carlos Bilardo y a Héctor Veira, primeros DT de su gestión, iniciada en 1995. Macri deseaba a Daniel Passarella, ídolo de River. Pero fue frenado por Roberto Digón y Pedro Pompilio, quienes le acercaron el nombre de Bianchi.

Cómo incidirá en Boca la victoria de Milei-Macri en las elecciones nacionales es un interrogante que atienden en ambos lados. Aunque Milei haya dicho en el pasado reciente: “Macri fue sacado a patadas por su padre y recaló en Boca porque era un inútil”. Clausuras y suspensiones de tribunas de La Bombonera por parte de la fiscal Celsa Ramírez, que celebró el triunfo de Milei en su Instagram con un fotomontaje de un león devorando la Casa Rosada. Causa judicial contra Ricardo Rosica, secretario general, y Cristian Riquelme, por una supuesta reventa de entradas a partir de una denuncia “anónima”. Allanamientos. Persecución. Policías en la previa de la calle Irala, también después de una denuncia de un vecino “anónimo” (no hubo en cambio policías cortando Irala en la previa de Argentina-Uruguay). Denuncias por “irregularidades” para correr la fecha de las elecciones. Denunciantes “truchos” de la comunidad judía para pasar las elecciones por el shabat del sábado. Comunicados oficiales de Boca. Hinchas macristas que festejaron el gol de John Kennedy porque si Boca ganaba la final de la Libertadores ante Fluminense sabían que eran game over en las elecciones. Y porque creen, como en el país, que “cuanto peor, mejor”. “Las elecciones las vamos a ganar. Si no, no me presento. Es la más fácil de la historia. O elegís ser un club de fútbol o que te lo usen para hacer política. El socio la tiene más fácil que nunca”, dijo Riquelme. Enfrente, había dicho, está “el señor este que está molestado”.