Diego Alberto Milito jugó un Mundial, en 2010, dirigido por Diego Armando Maradona. Ese mismo año definió con dos goles una final de Champions League ante el Bayern Munich, en el Santiago Bernabeu. En 2006, gritó cuatro goles contra el Real Madrid con la camiseta del Zaragoza. Y hay más: es el único futbolista que logró dar dos vueltas olímpicas con Racing en los últimos 50 años. Pero hoy Milito está nervioso. Tiene que dar el discurso de presentación de la fundación que lleva su nombre, con la que buscará ayudar a chicos a través del deporte. Y esta vez la ansiedad le gana. El Sofitel de Recoleta no es el Cilindro de Avellaneda y 60 mil personas no son 80 empresarios y funcionarios. «Nunca me puse así. Ni en la despedida. Jugar al fútbol era lo que sabía hacer, no me afectaba la instancia. Todo esto es algo nuevo para mí. Pero estoy feliz, muy contento y muy ilusionado», dice a los 38 años el hombre que no se puede quedar quieto.

–¿Qué es la Fundación Diego Milito?

–Es algo que vengo pensando hace mucho tiempo. Es ayudar. Cuando uno empieza con algo así, como esta fundación, es con el objetivo de ayudar. La Fundación está abocada a los chicos, a formarlos en el deporte, a inculcarles valores. Después de tantos años jugando al fútbol, entiendo que el deporte, junto a la educación, es algo básico y fundamental. La idea es transmitirles esto a los más chiquitos, para que crezcan con valores, porque es algo que en nuestra sociedad se ha perdido un poco. Estoy recorriendo muchos clubes de barrio, donando leche, yogures a los chicos y aportando un granito de arena.

–¿Con qué te encontrás?

–Yo de chiquito jugaba en esos clubes de baby. No es nuevo para mí, conozco el paño. Pero me encuentro con una realidad dura. Ahora también lo vivo con mi hijo Leandro, que juega en Racing y lo acompaño a él. Veo que los clubes de barrio hacen un esfuerzo enorme para subsistir y también para que los chicos puedan acercarse e integrarse, porque en definitiva el deporte es integración. Ante esa situación, qué mejor que poder ayudarlos, que estar con ellos, que verles la cara a los chicos.

–¿Qué ves de distinto de la época en que vos jugabas al baby?

–Yo jugaba en Estrella del Sur, en Wilde. Se han perdido ciertos valores que son fundamentales como la solidaridad, el respeto y el compañerismo. Con la fundación, es lo que trataremos de seguir inculcando. Está abocada a lo deportivo porque es el terreno en el que manejé y porque tengo el convencimiento de que el deporte une. Con la historia que tengo dentro del fútbol, poder transmitirlo es un honor.

–¿Cuando decidiste volver a la Argentina ya estaba esta idea?

–Es algo que tengo en la cabeza desde que decidí volver a Argentina. Siempre he colaborado con la Fundación Pupi, y seguiré colaborando porque se lo que hace. Quería ayudar. Lo que hizo Pupi para mí es un modelo, una inspiración porque he visto de adentro lo que ha hecho y lo que ha crecido. Es algo increíble la Fundación Pupi. Eso ha sido importante para que tome esta iniciativa. Él estaba feliz cuando supo que yo me iba a largar con esto. Él cree que nosotros tenemos que involucrarnos y ayudar a los más chicos, transmitirles experiencias y aprendizajes. El jugador de fútbol se involucra bastante en estas cosas, no todos crean una fundación o lo dicen públicamente, pero siempre de alguna u otra manera ayudan.

La carrera profesional de Milito terminó hace apenas más de un año, el 21 de mayo de 2016, cuando su rodilla izquierda ya no soportaba el trajín. El retiro, para él, no significó parar. A fin de año terminará el curso de técnico, prepara un libro sobre su carrera que se presentará en marzo próximo y ocupa un cargo como consultor en una comisión de la Asociación del Fútbol Argentino para mejorar la infraestructura de los estadios. Y, además, la novedad de la fundación, donde todo quedará en familia: su mujer es la vicepresidenta y su tío, el tesorero.

–¿Por qué las ganas ayudar?

–Porque vemos la problemática y creemos que hay que involucrarse. Más allá de que, gracias a Dios, siempre tuve una familia bien constituida, laburantes de clase media bonaerense, yo siempre tuve esta inquietud. Después de tantas vivencias es lindo poder transmitirlas a los chicos que necesitan de eso, porque son nuestro futuro.

–La idea es traspasar las fronteras de Racing.

–Vamos a hacer algo más abarcativo. Poco tiene que ver el club en sí, porque la problemática va más allá de Racing. Igual, obvio, soy un agradecido a Racing y vamos a trabajar también con el club: hemos ido a la escuela y donado computadoras, dimos una charla. Tampoco es que va a ser solo zona Sur, pero es el territorio que conozco. La idea es abordar otros puntos. También tenemos algunos convenios con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

–¿La política no te asusta?

–Para nada lo tomo como algo político. Entiendo que por el momento se  vincule, sobre todo en épocas electorales. Pero la verdad es que desde el Gobierno de la Ciudad nos han dado una mano increíble con la fundación, como también la Municipalidad de Avellaneda y el gobierno provincial. En definitiva, estas actividades son para los chicos.

–¿Con qué sensación te vas de los clubes?

–Con una gran satisfacción. Así como te enconatrás con realidades difíciles porque te cuentan lo difícil que es para los clubes poder subsistir, también te vas con una satisfacción enorme de haber aportado un granito de arena para que ellos estén felices.

–¿Los chicos te reconocen?

–A veces veo que se preguntan «¿y este quién es?». Hay algunos muy chiquitos, que nacieron en 2011, 2012. Esos no me reconocen. Pero los más grandes sí y te prestan atención, te preguntan de fútbol. Cómo patear, preguntan por mis vivencias, hasta por cómo festejar un gol. Es lindo. Me veo en los ojos de ellos, aunque yo era demasiado tímido. Creo que si se me ponía un jugador adelante no podía hablar. Ahora son más desinhibidos los chicos, creo que están mucho más estimulados. Me pasa con mis hijos: con la tecnología, las redes sociales y eso los vuelven mucho más activos.