Boca empezó a convivir con una nueva palabra, la posible intervención del club, a partir del martes 28 de noviembre, el día en el que la primera jueza que intervino en la causa, Alejandra Abrebaya, anunció la suspensión de las elecciones previstas para el domingo 3 de diciembre. Esa misma noche, mientras Juan Román Riquelme concedía una conferencia de prensa en la Bombonera, Andrés Ibarra, el candidato a presidente del macrismo, mencionó por primera vez en TyC Sports una posible intervención judicial si finalmente las elecciones no se realizaban y el club entraba en acefalía.

«La IGJ es el organismo competente y es la Justicia la que toma esa decisión. No soy abogado y no me animo a dar una respuesta contundente. El organismo competente va a tener que actuar», dijo Ibarra, aunque después se desligaría varias veces de esa posibilidad, como si se hubiese arrepentido o como si primero hubiera tirado la piedra de la intervención y luego escondido la mano. Riquelme, en cambio, no dejó de recordarlo. “Nos quieren intervenir el club, y eso no puede pasar”, dijo el actual vicepresidente el domingo pasado, a las puertas de la Bombonera, y lo repitió el lunes en El Canal de Boca.

Quien sabe de verdad lo que implicaría una decisión semejante es Federico Polak, que en 1984 se convirtió en el único interventor de Boca, un club que entonces atravesaba una crisis severa, demolodera. Autor de un gran libro, “Armando a Macri, memoria del interventor”, Polak –hincha de Racing- habló con Tiempo.

-Fuiste el único interventor en la historia de Boca, en 1984. ¿Cómo llegó el club a ese momento?

-Fui el único interventor de Boca por una designación del Poder Ejecutivo. Podríamos decir que hubo otro, de facto (en referencia a Eduardo Sánchez Terrero, de 1939 a 1946), el yerno del general Agustín Justo, el presidente de la Nación que lo impuso al frente de Boca a condición de darle al club el dinero para construir la tercera bandeja de la Bombonera. Pero en concreto no fue un interventor, fue un presidente de Boca.

-¿Cómo Boca llegó a ser intervenido?

-En 1984 se había acumulado una sucesión de hechos muy complicados. El año anterior, durante ocho meses, no se habían pagado los sueldos, y los empleados tomaron el club y La Candela –el predio en el que entrenaban los futbolistas-. Los jugadores se declararon en huelga, practicaban en los Bosques de Palermo y la Cuarta División jugaba por la Primera. En un partido lo hicieron con camisetas blancas y, por la transpiración, se les borró el número que les habían pintado con crayones. Era una situación muy difícil para un club de semejante importancia. Venía desde la compra de Diego Maradona, que en verdad fue un alquiler, y resultó complicada económicamente. Después hubo una crisis institucional muy grande, con peleas de dirgentes. El estadio fue clausurado no sólo por la muerte de un hincha (Roberto Basile, de Racing, por una bengala), sino que también estaba derrumbándose. Además había 153 juicios en contra y muchos pedidos de quiebra, y entonces Boca acudió a la ayuda del Gobierno nacional y pidió la intervención. Había que tomar tomar decisiones que permitieran impedir la quiebra, porque Boca podría haber quedado inhabilitado para jugar y perdido la categoría. Se llegó a decir que Boca podía desaparecer y no es así, porque Boca nunca puede desaparecer, pero no había peores circunstancias que esas.

-O sea que Boca pidió su propia intervención.

-Sí, fue un pedido propio, en 1984, que llegó con la Secretaría de Deportes y la firma de las ocho agrupaciones internas del club. Lo curioso fue que el comunicado fue emitido en el vestuario visitante de River, luego de un partido que Boca había perdido 4 a 1. Pero la Secretaría de Deportes, que había monitoreado el caso, no lo pudo designar, sino que lo hizo el Ministro de Educación y Justicia, Carlos Alconada Aramburú, y desiginó a un hombre de su confianza, que era yo: habíamos trabajado juntos y era su su jefe de Gabinete.

-¿Cuál fue tu misión como interventor de Boca?

-Había muchos problemas centrales. Uno era la Bombonera, que tenía un remate a pocos días de mi asunción y que había que solucionar con Wanderers de Uruguay (por el pase del mediocampista Ariel Krasouski, campeón en 1981). Lo conseguimos con la garantía de la AFA y un papel preponderante de (Julio) Grondona, que garantizó que íbamos a cumplir el acuerdo: pagamos 35 mil dólares en el momento y 10 cuotas de 8.000 doláres. Estaba también el tema de (Oscar) Ruggeri y (Ricardo) Gareca, que había que solucionar: eran los únicos jugadores de real valía del plantel, pero quedaban libres. Lo solucionamos porque Grondona también intervino: River los pagó. A pedido de Grondona, Santilli (Hugo, presidente de River) me llamó y concretamos la operación. Fue la cesión de (Carlos) Tapia y (Julio) Olarticoechea y un pago de 150 mil dólares. También teníamos la falta de efectivo, pero lo solucionamos vendiendo, aun en 1984, las plateas y los palcos de la temporada 1985, a sabiendas de que no se podía hacer porque la Bombonera no se usaba. Pero el tema central era reconstruir la dirigencia. Si había elecciones con varias listas, los dirigentes se iban a pelear enseguida y todo habría vuelto a fojas cero. Con lo cual, con un trabajo político que se hizo entre las agrupaciones y yo, salió una lista única que presidió (Antonio) Alegre y que condujo al club durante 11 años (hasta diciembre de 1995, cuando llegó Macri).

-¿Qué significa la intervención de un club?

-En términos jurídicos, la intervención es el desplazamiento de la administración cuando se producen hechos que puedan poner al club en peligro de desaparición, o una mala administración que la perjudique, o que exista un peligro judicial, todos elementos que no se reúnen para nada en el caso del Boca actual.

Cuando Riquelme dijo “nos quieren intervenir el club, y eso no puede pasar”. ¿Coincidís?

-Cuando Riquelme dijo que querían intervenir el club me parece que se refiere a que no ha habido elecciones y que a partir de este domingo habrá un nuevo actor político acompañando a Macri, que es el presidente de la Nación (Javier Milei), que ha dicho que era de Boca y que después se hizo anti Boca porque se había metido el kirchnerismo, lo cual no es cierto. Me parece que, con un presidente que siempre recibe el apoyo de la población cuando comienza, el Inspector General de Justicia o el ministro de Justicia podrían con una resolución, como pasó en mi caso, intervenir el club alegando no sé qué causa. Tal vez las mismas que motivaron esta contienda judicial que empezó con la denuncia de seis socios judíos por el shabat, que después algunos desconocieron haberlo hecho, y que hay un padrón falsificado o con socios incorporados. Tal vez esas sean las causas que elija el ministro o la IGJ. No lo sé. Todo parecería indicar que hay mucha endeblez en esos argumentos.

-Dada tu experiencia, ¿creés que la situación actual de Boca amerita otra intervención? ¿Sería beneficiosa para el club?

-La situación actual de Boca no amerita para nada una intervención. Boca ha pasado de ser, de aquel club que yo conocí, que tenía una cancha de bochas, una pileta y nada más, a un club global, de los importantes del mundo, con un gran superávit, con un plantel que se puede renovar y en el que no hay irregularidades más que estas presuntas que señala la oposición respecto del padrón. Para nada se amerita una intervención. Y no sería para nada beneficioso intervenir a Boca. Eso terminaría de politizarlo de una manera terrible. Boca es un club que ha sufrido la inserción de la política dentro de su funcionamiento y me parece que fue muy perjudicial.

-¿Qué hay de igual entre el Boca 1984 y el Boca 2023?

-El Boca de 1984 no tiene nada que ver con el de 2023. Este es un Boca envidiable, que empezó a remontar a partir de 1985, estableció una marca y cambió condiciones pero fue para adelante, es un club ganador, ha ganado varios campeonatos de liga, no tiene nada que ver con el de 1984.

-En 2019 publicaste un libro, “Armando a Macri”, que resume y explica la historia política y dirigencial del club. ¿Estas últimas semanas le dan aún más vigencia?

-Lo valioso del libro es que explica la historia política y dirigencial del club pero tiene una última página, que está escrita a principios de este año, donde dice que a final de 2023 es probable que Riquelme intervenga en la vida política del club y que sus amigos o ex compañeros también lo hagan, que es lo que sucedió. Creo que le da más vigencia porque se está repitiendo la situación de aquel año, 2019, cuando el libro fue publicado y cuando compitieron el macrismo, que perdió, y la lista que llevaba a Riquelme.