Fernando Aguerre es surfista, marplatense y Presidente de la Asociación Internacional de Surfing (ISA, por sus siglas en inglés). Es el principal responsable de que el surf haga su debut como disciplina en los próximos Juegos Olímpicos de Tokio, luego de la postergación de un año a causa de la pandemia del COVID-19. Desde el complejo de Surf City en la costa salvadoreña, donde por estos días se desarrollan los ISA World Surfing Games, la última instancia de clasificación para el debut del surf en las Olimpiadas de Tokio, hace un repaso de su trayectoria desde sus orígenes en Mar del Plata, pasando por el impacto de la pandemia en su “remada olímpica” y el porvenir de este deporte que se convirtió en la pasión de su vida.

El surf no es un deporte fácil, aunque lo parezca…

No, porque estás en un lugar en movimiento y no podés organizarte para hacer lo que tenés que hacer parado. Si parás, te caés. Se hizo desear este momento, fue difícil, tardó, hubo obstáculos. El otro día en la ceremonia de apertura hablé sobre eso, la resiliencia del surf, y terminé mi discurso diciendo que “un buen surfista nunca deja de remar, nunca abandona la búsqueda de la ola”.

Estás a semanas de llegar a Tokio. Mirando en retrospectiva, ¿cómo ves tus inicios en el surf de Mar del Plata en un contexto de dictadura hasta que te fuiste a California?

Yo creo que más que un contexto de dictadura primero fue un contexto en el que no había material: ni siquiera tablas y los trajes eran de buzo. No había nada, y si con nada nos podíamos divertir, cuando después vinieron todas las cosas nuevas uno en realidad tiene que estar agradecido, en vez de estar pensando que te falta algo. El surf era vista como una actividad de unos locos que se van a sentar al agua esperando que llegue una ola. Y además, nuestra manera de deslizarnos en el mar era muy rudimentaria: no comprendíamos el mar, la marea, la importancia de los vientos, no se podía pronosticar las tormentas. Es increíble que en 30-40 años pasamos de esa prehistoria al conocimiento que tenemos hoy: 10 días antes del campeonato en El Salvador ya sabíamos que iba a haber olas toda la semana. En un campeonato hay un montón de cosas que organizar, y ni te digo en un campeonato mundial en pandemia y en un país que es la primera vez que organiza una competencia de este tipo. Pero bueno, el mar se alineó. Algunos allegados me dicen “es el karma de la ISA”: como hacemos lo que hacemos por amor, siempre tenemos olas. Es como que Poseidón o Los Caballos de Neptuno -que cabalgan sobre el mar- se ocuparan de nosotros (risas).

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Hablando de instintos, el surfing olímpico llega en un momento casi de crisis civilizatoria. ¿Qué pensás que puede aportar el surf como para visibilizar lo que pasa con nuestros océanos ante la amenaza del cambio climático?

Durante muchos años mi meta fue el surf olímpico, pero hace no mucho me di cuenta que la meta no era un fin, sino un medio: tener más gente que va al mar, y si va al mar lo cuida, entonces así también nos cuidamos a nosotros. Destruir el mar es suicida. Nosotros somos como embajadores del mar y hablamos por él ante el daño y la contaminación que le genera la civilización. Y que el movimiento olímpico incluya un deporte que sea tan de mar: hay navegación, pero los navegantes no están en el agua; lo nuestro es una cultura de playa y mar. 

Se dio la coincidencia de que vos llegaste en un momento en el que El Salvador estaba buscando incluir el surfing como estrategia de desarrollo. Es curioso porque en este deporte siempre hubo una hegemonía anglosajona (EE.UU. y Australia) aunque nació en Hawaii. 

¿Cómo puede ser que un latino de Mar del Plata se convierta en Presidente de la Asociación Internacional de Surf? Si fuera el Presidente de la FIFA o FIBA, bueno. Yo creo un poco que tiene que ver con que soy argentino, marplatense, viajé por el mundo, participé como atleta en un mundial de la ISA, viví en California. Además, amaba y seguía sintiéndome marplatense y argentino. Creo que todo eso me convirtió en un candidato más interesante, pero también porque me comprometí a ponerle tiempo y esfuerzo a esto que me parecía una causa noble y que podía tener un impacto positivo para mucha gente. Yo podría haber seguido dedicado a mi empresa y mi familia. El desarrollo de la ISA me tomó decenas de miles de horas en 27 años; elegí esto sin saber lo difícil y largo que iba a ser, por eso creo que la ignorancia es una bendición.

Los argentinos somos amantes de las causas imposibles, ¿no?

Tenemos nuestro ‘quijoterismo’, y además a todos nos gusta tener una causa que va más allá que uno, que supere el beneficio personal. Siempre fui medio soñador y utópico, y luego me di cuenta que no era solo mi sueño, sino también el de otros, y ahí la cosa se puso más linda.

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Va a quedar marcado que fue un argentino el que llevó el surf a los Juegos Olímpicos.

Yo trato de disminuir el peso y la importancia de eso porque sino me quita la felicidad del día a día. Acá estamos en este campeonato, ¿y dónde me podés encontrar? Ahí abajo, en medio de toda la gente. Recién me encontré con un periodista uruguayo que me muestra una declaración de un surfista en el que me agradece a mí y a la ISA, y está buenísimo. Hace tres años estaba en Hawaii por una reunión con la WSL para definir cómo íbamos a hacer la clasificación a los JJOO. Estaba quedándome en Velzyland, una playa con una gran ola que es muy celada por los locales. Al verme remando cerca del point uno de los surfistas se acerca como para cruzarme y me dice: ‘You’re Fernando, right? Come with me, let me introduce you to my friends!’, y me invitaron a surfear con ellos. 

El pueblo salvadoreño está muy contento y agradecido de que la competencia se celebre acá. Un país que sufrió tanto, y en el que por la violencia se perdieron surfeadas durante tanto tiempo. ¿Cómo ves este aporte del surf en el desarrollo?

A mí me encanta que vengamos a El Salvador, que nos inviten a la magia de jugar con las olas. Yo cada vez más lo llamo eso: una cosa lúdica que te hace bien al cuerpo, al alma y a la mente. Y es buenísimo, lo veo en Bryan Pérez, a quién el surf le cambió la vida. Y a otra tanta gente que podría haber quedado atrapada en las drogas y la violencia, ahora hay otra opción. He visto lo que el surf ha hecho en otros lugares tras haber organizado campeonatos en toda Latinoamérica y el mundo, y veo el antes y el después: oportunidades laborales y de desarrollo para gente que ahora recibe a surfistas y sus familias, donde antes solo tenían la pesca de subsistencia. Es una linda sensación. 

¿Qué expectativas tenés de cara a Tokio?

Yo creo que va a haber JJOO, aunque con una capacidad limitada para el público y la cantidad de gente involucrada. Voy a ir a un hotel, de ahí a la playa y viceversa. Va a ser una cosa muy rara tener que estar siendo testeado contra el COVID-19 todos los días. Lamentablemente no podré ir a meditar a un templo budista ni conocer la cultura de los locales, pero bueno, no está tan mal. Va haber 40 olimpistas para el resto de sus vidas, y de esos 6 van a volver a casa con una medalla.

En el día después a los Juegos Olímpicos, ¿qué te animás a planear?

Yo no soy muy ‘descansador’, pero creo que me voy a dedicar a surfear un mes sin atender el teléfono. Para mí un sentimiento muy importante es la gratitud, pero yo soy apenas la cabeza de un gran movimiento surfista. Mi plan es volver a California después de Tokio y hacer un gran asado, no solo para la gente de la ISA sino para las decenas de personas que estuvieron apoyándome todos estos años en que parecía imposible, empezando por mi familia, agradecerles con lágrimas en los ojos y decirles: “Gracias por ayudarme a cumplir este sueño, que no era solo el mío, sino del Duke y el de todos los que vinieron después creyendo que el surf debía ser respetado como cualquier otro deporte.”

Vas a descansar y luego vas a volver a la acción. Después se viene París 2024 con las olas de Tahití…

Chopo-Teahupo’o es la ola más radical del mundo. Es como que te diga que el tenis no estaba en los JJOO y se va a jugar en Wimbledon, donde nació ese deporte. ¡Es una locura! Justamente en esa época del año no hay buenas olas en la costa de Biarritz, Hossegor o Lacanau, pero sí en el Pacífico Sur, y ese lugar es además es la muy probable cuna de la cultura polinésica, que luego migró a Hawaii llevándose el surf. Diseñámelo para que sea soñado: olas grandes, clima tropical, Polinesia… Y en 2028 va a ser en Los Ángeles, donde pasé toda mi vida adulta. ¿Y cuál es el deporte oficial de California, por ley? ¡El surf! 

Hace unos años te fuiste hasta Suiza con una tabla de surf y se la regalaste a Samaranch, entonces presidente del Comité Olímpico. ¿Cómo reaccionó?

Eso fue allá por el ‘95, y me dijeron “bueno, gracias, esperemos que algún día se de… No afloje…”. Le mostré cómo pararse y surfear, todo. Ahora están hablando de hacer los juegos del 2032 en Brisbane, la Costa Dorada australiana. ¿Cuántos años voy a tener entonces? ¿74? No, ya no podré ser el Presidente de la ISA (risas). Pero voy a ir igual, va a estar lindo.

¿Se puede pensar en unos Juegos Olímpicos Buenos Aires y que la prueba de surfing se haga en Mar del Plata?

Para los JJOO de la Juventud de 2018 empecé a hablar con el COI y con los argentinos para hacer una demostración de surf en Mar del Plata, y en esos días se cumplían exactamente 40 años de mi primer campeonato. Al final no me dejaron porque era muy complicado, no había presupuesto, etc. Si llegamos a ser sede de los Panamericanos va a haber surf, porque ya hubo en Lima en 2019 y, sin que yo pidiera que se incluyera la disciplina, el mismo Pan Am Sports (la entidad continental que dirige el deporte en las Américas) me avisó que va a haber en Santiago de Chile en 2023. Es como que toda la vida me la pasé golpeando la puerta, y de repente ahora me la abren y me dicen “¡Vení, vení, vení!”. Es muy loco. Es como que hicimos las cosas durante tanto tiempo con tanto amor y tanta fuerza que nos pasamos de largo y ahora todos nos quieren.