Klaus Gallo es doctor en Historia Moderna por la Universidad de Oxford. Y aunque nació en Buenos Aires, en 1961, vivió varios años en Inglaterra. Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella, Gallo publicó diversos libros que abordan la relación entre la Argentina y Gran Bretaña, desde las invasiones inglesas hasta la presidencia de Bernardino Rivadavia. Pero sus dos pasiones son el rock y el fútbol. Y entonces ahora vuelve sobre la cuestión, pero en forma de pelota: acaba de publicar Las invasiones argentinas. Nuestros futbolistas en Inglaterra, en el que recorre con detalle (y contexto) las actuaciones de los jugadores argentinos en ese país, desde la primera avanzada, con Osvaldo Ardiles y Julio Ricardo Villa, hasta la actualidad, con Sergio «Kun» Agüero. A 35 años de la Guerra de Malvinas, el historiador habla con Tiempo acerca de cómo el conflicto influyó en la relación de los jugadores argentinos con el fútbol inglés. «La guerra tuvo un impacto. Desde 1982 hasta mediados de los ’90 –dice– llegan muy pocos jugadores. La guerra fue gravitante para que no entraran más en ese tiempo. Ardiles siguió jugando, pero ya tenía una fama ganada. Una vez que bajó la tensión de la posguerra, todo siguió como si nada».

–Cuando estalla la guerra, Ardiles y Villa venían de una gran temporada en el Tottenham, ¿les genera una contradicción?

–Vienen de ganar la FA Cup. Pero en la temporada siguiente, les va muy bien, sobre todo a Villa. El Tottenham juega el mejor fútbol, con un nivel espectacular. La guerra los agarra en un momento en que el equipo está entre los mejores cuatro o cinco del país. Ardiles, de todas maneras, ya no podía jugar más porque (César) Menotti lo había convocado para el Mundial de España. De hecho, había dicho que si el Tottenham se clasificaba a la final, le pediría jugar. Pero con la guerra, no insistió. Y Villa siguió jugando hasta el final de la temporada, pero aunque el Tottenham llegó a la final, no la jugó. Y no estaba lesionado. Pero la guerra estaba en marcha y no quería pasar por la exposición que eso significaba, como tener que saludar a un miembro de la familia real.

–Los hinchas no les quitan el cariño, pero los rivales los chiflan

–Los rivales, sí. Pero son dos tipos muy aceptados, considerados entre las viejas glorias. Participan de aniversarios y de programas de la TV. Son queridos y respetados, no quedaron secuelas.

–¿Por qué se produce lo que llamás «la primera invasión argentina»?

–Hay una intención clara de la liga inglesa de abrir el mercado. Hay una autocrítica acerca de que se volvieron insulares. Y hay cuestiones técnicas y tácticas. La Argentina apareció como un país atractivo: la Selección había ganado el Mundial ’78, el estilo les parecía interesante, combinaba la técnica y la habilidad brasileña con un juego más aguerrido, más europeo. Y los precios de jugadores de primer nivel eran accesibles. Todo fue una conjunción de factores.

–Vos marcás que la segunda invasión arranca con Juan Sebastián Verón

–Si bien hubo un ingreso de jugadores en los ’90, ninguno provoca lo que pasa con la Bruja, que va nada menos que al Manchester United. En ese sentido, es similar a la llegada de Ardiles y Villa. Abre un nuevo desembarco. Muy rápidamente empiezan a llegar jugadores.

–¿Dónde ubicás a Carlos Tevez y Sergio Agüero?

–En lo más alto en cuanto a rendimiento. Si hubiera que hacer un ranking, están en un podio con Ardiles. Es cierto que a Tevez le costó el primer año, pero estaba en un equipo con muchos problemas, como el West Ham, y terminó jugando bien. Y en los dos Manchester, el rendimiento fue altísimo. El Kun es uno de los máximos goleadores en la historia del City. Fue la mejor compra que hizo el club.

–En el libro hay menciones al rock, ¿se cruza esa cultura con los jugadores?

–En algunos casos había alguna referencia por su inclinación al rock. Pero hasta ahí. Incluso, se da a la inversa. Hay jugadores que con esa cultura musical no se enganchan para nada.

–Pero contás cómo Alberto Tarantini se vincula con Electric Light Orchestra.

–Sí, no solo le gustaba, sino que tiene algunas historias con la banda. Ardiles y Villa, no. Pero Bassedas y Cordone son fanáticos de los Rolling Stones.

–El Sheffield quiso llevarse a Maradona, pero se llevó a Alejandro Sabella. Es tentadora la ucronía, ¿qué hubiera pasado si Diego se iba a Inglaterra tan chico?

–A mí me cuesta creer que Maradona hubiera ido a jugar a un equipo de segunda de Inglaterra. Si hubieran avanzado con las cifras, hubiera surgido una traba por otro lado. En un equipo de segunda, me cuesta ver qué hubiera pasado.

–Más allá de las figuras, ¿qué otras historias te llamaron más la atención?

–Hay tres o cuatro más llamativos. Julio Arca, sin duda. Mantiene una regularidad en dos equipos como Sunderland y Middlesbrough. Y tiene buenas actuaciones. Julio Speroni, que es el arquero que más partidos jugó en la historia del Crystal Palace. Y está Mauricio Taricco, con una gran trayectoria.

–¿Cuál es el gran embajador argentino?

–Ardiles. Fue tan impactante su llegada y su consagración. Deja una huella, una marca, y saca un prejuicio de que el argentino era tramposo. Ardiles es un símbolo.

–En ese sentido, ¿qué significa que Mauricio Pochettino hoy dirija al Tottenham?

–Un poco reflejaba lo anterior. Ardiles formó una tradición. Algo parecido se ve en Manchester City por el éxito que tuvieron jugadores argentinos. Y Pochettino alimenta una mística, el estilo de juego, su relación con Marcelo Bielsa y esa tradición argentina.

–David Goldblatt, un historiador inglés, suele decir que es asombroso que el fútbol no esté incluido en los libros de historia, ¿coincidís? 

–Comparto plenamente lo que dice. Hace varios años Menotti decía que había que instaurar al fútbol como materia obligatoria. Es exagerado, pero rescato ese espíritu. No solo al fútbol, sino también a lo que podríamos llamar cultura popular. No sé bien por qué los historiados no abrimos un poco más ese panorama analítico.