El 17 de noviembre de 2021 Matías Scigliano era jugador de la Sexta de Barracas Central, categoría que ese día se entrenó de 8 a 9 de la mañana. En aquella ocasión, sin embargo Scigliano había sido subido a la Quinta División, por lo que alrededor de las 9:30 se encontraba entrenando cuando escuchó algo que le llamó la atención: “Cuando estábamos entrenando nosotros, se acerca un chico a hablar con el profe y le dice: ‘No sé si escucharon, pero recién hubo tiros, para que no se asusten; parece que fue alguien del club’”. Esos disparos fueron los que le quitaron la vida a Lucas González, de 17 años, cuando junto a Julián Alejandro Salas, Joaquín Zuñiga Gómez y Niven Huanca Garnica, salían de una prueba en Barracas y fueron interceptados por un auto, sin patente ni identificación, de la Policía de la Ciudad. 

En el auto viajaban los efectivos Gabriel Isassi, Juan José Nieva y Fabián López, quienes el martes al mediodía fueron condenados por el Tribunal Oral en lo Criminal N°25 porteño a prisión perpetua por el homicidio de Lucas González. A su vez, se los inculpó por tentativa de homicidio agravado hacia los otros tres jóvenes que acompañaban a González. 

Sin embargo, más allá de la justicia, existe un grupo de compañeros de equipo y amigos que debieron seguir adelante no sólo con sus vidas, sino con sus carreras.

Cada compañero vivió el día del crimen de una manera particular. Lucas González y Leonardo Monzón se conocían desde los nueve años, cuando jugaban en Racing. Fue el mismo Monzón quien logró que Lucas comenzara a jugar en Barracas, luego de conseguirle una prueba en 2020. Ambos solían regresar de los entrenamientos en el mismo auto hacia Quilmes, desde donde Lucas viajaba en colectivo hasta su casa en Florencio Varela. Sin embargo, luego de la práctica del 17 de noviembre de 2021, decidió volver con los tres amigos que había llevado a la prueba. Monzón diría que “dio la casualidad que se quiso ir con ellos”, una decisión que hoy toma un peso totalmente distinto al de esa mañana.

Gonzalo Lugo también era compañero de Lucas, y compartió la cancha con él en aquel último entrenamiento. Lugo ya había llegado a su casa cuando sucedió el crimen, y se encontraba en el colegio cuando, por mensajes de WhatsApp de integrantes del equipo, se enteró del grave estado de su compañero después de recibir los disparos. Julián Salas manejaba la Surán que fue baleada por la policía, y detrás del asiento del conductor viajaba Joaquín Zuñiga. Ambos pasaron la prueba en Barracas, y en 2022 compartieron equipo con quienes hasta el año anterior habían sido compañeros de Lucas.

Los grandes medios se hicieron eco de la noticia. La primera versión que se comunicó señalaba una persecución entre la policía y un grupo de delincuentes, la cual habría desencadenado un tiroteo que derivó en la muerte de uno de los criminales. Esta versión se basó en gran medida en que fue encontrada un arma, que resultó ser de juguete, detrás del asiento en el que viajaba Lucas. La misma había sido “plantada” por uno de los policías.

No pasó tiempo para que esa versión se corrigiera. Sin embargo, que llamasen delincuente a su amigo asesinado no pasó desapercibido para Monzón: “No nos gustaba ver las noticias porque estábamos enojados. Cuando pasó todo esto, trataban de chorros a los chicos. Entonces no le dábamos bola. La mayoría de los pibes de la categoría estaban enojados”. Zuñiga, quien fue uno de los protagonistas, tampoco olvidó el maltrato: “Me puso mal porque dejaron mi imagen y la de mi amigo manchadas”.

Foto: Dabove Daniel/Télam

El regreso a los entrenamientos

Si bien se suponía que los entrenamientos en Barracas se extenderían hasta mediados de diciembre de 2021, el club, ante el asesinato de Lucas, decidió frenar las actividades de la categoría hasta febrero de 2022. Al regresar, se reencontraron cinco adolescentes que habían perdido a un compañero y a un amigo. En esos primeros días, la ausencia de Lucas en el vestuario era inevitable para los demás. “Cuando es el primer día, se nombra a todos los jugadores del equipo que están en la lista de AFA, y él seguía ahí. Cuando vino el técnico nuevo y dio la lista, nombró a Lucas. No se dio cuenta de que era el chico que habían matado”, recuerda Monzón.

En cierta forma, una de las consecuencias que tuvo la tragedia fue unir al grupo, a la categoría 2004. Lugo menciona: “Al principio era raro, pero después, con el paso del tiempo, te da más fuerza para seguir jugando”. Scigliano también se muestra de acuerdo con esta perspectiva, y plantea la pérdida como un incentivo para mejorar: “Creo que hubo una mejoría por el simple hecho de pensar que Lucas estaba ahí con nosotros, no fue como una baja. Para nosotros Lucas siempre seguía ahí en el equipo y era recordarlo todos los días, en las charlas antes de los partidos, sabiendo que él estaba ahí con nosotros y que nos daba fuerza para seguir. Si bien él no va a poder cumplir su sueño, nos va a ayudar para poder cumplir el nuestro”.

Pese a esto, la forma de transitar el proceso no fue la misma para todos. Monzón era uno de los mejores amigos de Lucas, por lo que su carrera se vio afectada por su pérdida. Los meses posteriores a la muerte fueron un tanto turbulentos. Quedó libre de Barracas por mala conducta y diferencias con el nuevo entrenador. Sin embargo, el club le siguió abriendo las puertas para entrenar y mantenerse en forma. En ese período se relacionó mucho con Joaquín Zuñiga y Julián Salas, quienes también quedarían libres de Barracas a fines de 2022. Los tres conocían a Lucas desde su infancia, y quizás ese motivo, o el dolor por la muerte, hicieron que formaran una amistad. Para ellos dos tampoco sería fácil volver a las canchas.

Foto: Sergio Pisani

A comienzos de 2022, Zuñiga abandonó el tratamiento psicológico que había comenzado cuando murió Lucas, y eso marcó una baja clara en su rendimiento: “Los primeros seis meses de 2022 fueron tirados a la basura porque estaba muy triste. Me pasó factura en lo físico, en lo futbolístico, en lo mental. Estaba muy saturado”. En ese semestre, Zuñiga solo jugó dos partidos oficiales, un dato del momento que estaba viviendo. Hoy reconoce: “Regalé un semestre por estar mal. Cuando tenía la pelota estaba muy presionado, cosa que nunca me había pasado. O pensaba mucho, estaba muy triste. De no haber sido por esa recaída, hoy podría seguir jugando en Barracas”.

Salas, que conducía la Surán baleada por la policía, admite que cuando falleció Lucas pensó en dejar de manejar y de jugar al fútbol. Su experiencia le trajo desconfianza y miedo a salir a la calle: “Desconfiás hasta de la misma gente que te tiene que cuidar. De chico yo saludaba a los policías, ahora siento decepción, porque si hubieran trabajado bien nada de esto habría pasado y Lucas estaría acá con nosotros”.

Empezar de nuevo

Al verse sin equipo para 2023, Monzón, Zuñiga y Salas decidieron ir juntos a una prueba en Argentino de Quilmes, club que milita en la Primera B Metropolitana. Todos quedaron y jugaban juntos en la Cuarta División, aunque actualmente Zuñiga se encuentra sin club.

Cuando empezaron a entrenar, Monzón se dio cuenta de que muchos de sus nuevos compañeros ya conocían a Lucas: “Los pibes siempre vienen a preguntarte, se te acercan, pero también son respetuosos. Aparte la mayoría son de acá, de Quilmes, y Lucas era de Varela, y de algún lado lo conocen, porque Lucas juega a la pelota desde que tiene cinco años. Y en alguna cancha lo tuvieron que conocer. La mitad de los chicos lo conocía, ya sea de vista, o de jugar con él. La mayoría lo conocía del potrero”.

Por su parte, Salas y Zuñiga llegaban a un nuevo club, con nuevos compañeros que, en muchos casos, desconocían lo que habían tenido que atravesar. “Siempre me siento uno más, donde voy soy muy respetado. Si bien no voy con esa carta de presentación, cuando me toca contarlo, ya sea en el fútbol o en la vida cotidiana, me tratan igual y me gusta que sea así. No quiero que nadie me tenga lástima, quiero seguir siendo como era antes”, aclara Zuñiga.

Foto: Sergio Pisani

El juicio

Uno de los factores clave para que el juicio llegara a buen puerto fue la declaración de Héctor Cuevas, uno de los policías acusados de encubrimiento, quien reconoció haber visto a uno de sus compañeros cuando “plantaba” un arma de juguete en el auto donde iban los chicos. “Yo lo escuché, y mientras lo relataba lloraba, se me caían las lágrimas. Yo me imaginaba que iba a salir todo bien pero no en esta magnitud, que un policía confiese todo”, reconoce Zuñiga. Salas también expresó su asombro ante la declaración de Cuevas: “La verdad que no lo podía creer. Tampoco me esperaba que la persona que le disparó a mi amigo haya vuelto al lugar del hecho para tirar el arma de juguete, lo que nos perjudicó mucho”. 

Este martes, Cuevas fue condenado a cuatro años de prisión e inhabilitación por 10 años por encubrir y alterar las pruebas. Otros cinco compañeros de la fuerza fueron también condenados a penas que van de los 6 a los 8 años de prisión, así como inhabilitaciones de 10 años por encubrimiento. Y en particular, Sebastián Jorge Baidón fue condenado a 8 años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos, por las torturas ejercidas sobre los tres sobrevivientes del crimen. Ramón Jesús Chocobar, Daniel Alberto Santana, Jonathan Alexis Martínez, Ángel Darío Arévalos y Daniel Rubén Espinosa fueron absueltos de todo cargo. 

Semanas antes de que se diera el veredicto, Julián Salas dejó en claro: “Lo único que espero es que cada uno tenga una condena justa”. Este martes, en el día del cumpleaños 37 de Cintia, madre de Lucas González, la justicia se expresó para llevar un poco de paz a todos las víctimas de este crimen.