Santiago García llegó al fútbol argentino en silencio, sin grandes anuncios. Sebastián Méndez lo había enfrentado en la Copa Libertadores 2009: el Gallego jugaba sus últimos partidos en Banfield; el Morro, los primeros en Nacional. Siete años después, ya como entrenador, Méndez lo llamó para sumarlo a Godoy Cruz. «Me dijo que me siguió desde ese partido y me convenció con sus palabras», contó el Morro García, el inesperado goleador de la Superliga con 17. El que lo sigue de cerca con 13 es Sebastián Ribas, delantero que cambió Leópolis, zona montañosa de Ucrania, por la entrerriana Paraná. Patronato es el decimoquinto club de su carrera. Aunque, como García, es el primero en la Argentina. No es lo único que los vincula. Ambos son uruguayos –de Montevideo–, están en equipos chicos y lideran la tabla de goleadores con goles, en su mayoría, de la misma resolución: definiendo –sea con el pie o con la cabeza– a un solo toque, un único golpe, un sello simple con el que se convirtieron en los ocupantes impensados del primero y el segundo lugar en el podio de los máximos anotadores del campeonato en el que más del 10% de los goles los marcó un uruguayo.

«El Morro García es un personaje y está en el pico de su rendimiento», dijo Diego Dabove, entrenador de Godoy Cruz, el equipo que exigió a Boca hasta la coronación del bicampeón. En la persecución, García acortó la distancia a fuerza de goles: su equipo nunca perdió en los 12 partidos –diez triunfos y dos empates– en los que repartió sus gritos. Y algo más: 12 de ellos llegaron en este semestre en el que Godoy Cruz tuvo una efectividad del 80%, un porcentaje que lo ubica en los niveles del Bayern Munich en la Bundesliga y la Juventus en la Serie A.

«Estoy en el mejor momento de mi carrera. Me siento pleno», resumió el Morro García, que recién se adueñó de la tabla de goleadores a cinco fechas del final. Antes había pertenecido a Darío Benedetto, quien incluso lesionado –se rompió los ligamentos en noviembre– conservó el lugar por tres meses. «El gol en el fútbol es un episodio, un acontecimiento. No es como el básquet que se hacen de a 100 puntos», dice Ribas, que alcanzó a Benedetto en febrero y que fue clave para que Patronato se quede en Primera, una permanencia que se puede medir en gritos charrúas. Entre Ribas y Adrián Balboa, otro delantero montevideano, marcaron 18 de los 26 tantos del equipo conducido por Juan Pablo Pumpido.

Si el Morro García se inclinó por seguir el torneo uruguayo y el devenir de Nacional antes que por ver a Boca en la definición, Ribas elige mirar series y películas. Sus preferidas son las protagonizadas por Steven Seagal: de chico las miraba todas y de ahí nació su pasión por las artes marciales. Practicó varias y hoy su favorita es el aikido de origen japonés. «Me gusta la cuestión de neutralizar al oponente sin usar la fuerza. Además, se puede aplicar a la vida para estar en eje y en paz con uno mismo», explica el delantero de 189 centímetros, una contextura que aprovecha para ganar en las alturas: acumula cinco goles de cabeza.

La invasión de goles uruguayos también incluye a Santiago Silva. Si bien sólo tiene tres desde que se incorporó a Talleres de Córdoba, le alcanzan para mostrarse como el uruguayo con más anotaciones en la historia del fútbol argentino. Lleva nada menos que 139, tres más que Enzo Francescoli. El Morro García parece estar fuera de esa disputa, aunque ya logró una marca: se transformó en el goleador histórico de Godoy Cruz en Primera al superar a Rubén Ramírez. «Es mi lugar en el mundo», repite desde hace varias fecha sobre Mendoza. A Ribas le ocurre algo similar con Paraná y la serenidad que lo remonta a su tierra. Otro punto de contacto para los protagonistas inesperados de una Superliga pintada de celeste.