Fue todo en cuestión de días. Primero el 23 de marzo, cuando la australiana Ashleigh Barty, número 1 del mundo desde septiembre de 2019 y reciente campeona de la última edición del Abierto de Australia, sorprendió al anunciar su retiro del circuito por «agotamiento físico y mental». Más extraño aún, lo hizo a sus 25 años, una edad considerada como plenitud para un deportista. Pero sólo cuatro días más tarde también dijo basta Victoria Azarenka, la bielorrusa que entre 2012 y 2013 encabezó el ranking WTA: a sus 32 años, y en el puesto 16 del circuito, en pleno Abierto de Miami dijo que dejaba el tenis por “estrés extremo”.

No son, sin embargo, las dos primeras tenistas en sufrir problemas de salud mental. Y por desgracia tampoco serán las últimas. En mayo de 2021, la japonesa Naomi Osaka, que también fue la número 1 en 2019, anunció que se bajaba de Roland Garros por el mismo conflicto. “Me pongo muy nerviosa y me resulta estresante”, explicó entonces, a sus 23 años, ya bicampeona de los Abiertos de Estados Unidos y de Australia.

El estrés, la ansiedad y la presión son algunos de los factores que llevan a los deportistas a elegir su retiro, aunque en varios casos esa despedida no parece una elección sino la única salida posible. Ocurre en el deporte en general pero parece atacar en particular al tenis femenino. ¿Es una comparación posible que Rafael Nadal (35), Novak Djokovic (34) y hasta Roger Federer (40) continúen en actividad? ¿Por qué tanta presión recae sobre las tenistas, al punto que ni siquiera muchas de quienes encabezan el ranking mundial pueden soportarla? ¿Las figuras paternas, hiperexigentes, son una razón de peso?

“El rol de la familia afecta mucho. La palabra de los padres es importante. Algo que suele presionar a los jugadores es el sentimiento de defraudarlos si no ganan o no juegan bien”, comenta Claudio Sosa, director del área de Psicología del Profesorado de la Asociación Argentina de Tenis (AAT). “Hay casos donde los padres los destrozan con una exigencia desmedida que los chicos y las chicas todavía no están preparados para soportar, y terminan abandonando. Otros, al haber aprendido de chicos a manejar esa presión, ya aguantan todo en el profesionalismo”, agrega.

Pero como nada es tan lineal, ¿cómo debe considerarse, en este contexto, el rol que cumplió Richard Williams, el padre de Venus (41 años, inactiva desde agosto pasado) y Serena (40, sin jugar desde julio), tan exigente e influyente en la vida profesional de sus hijas? Su historia puede verse en «Rey Williams», la película por la que Will Smith acaba de ganar un Oscar tras su interpretación de Richard.

Una voz autorizada es la de Mercedes Paz, la ex-tenista tucumana que llegó a ser la número dos del país y la 28 del mundo a comienzos de la década del 90. “El tenis es un deporte muy exigente desde lo emocional. Todos los días rendís un examen: tenés que demostrar que lo que hiciste ayer todavía tiene vigencia. Habiendo pasado el quinto año de profesionalismo me pregunté si era lo que quería y pensé en abandonar”, sostiene la actual capitana del equipo argentino femenino.

Los deportes individuales suelen generar más presión porque la responsabilidad es de la misma persona. En algunos casos, ese estrés también provoca problemas de sueño. “Muchos tenistas profesionales toman ansiolíticos y otros, antidepresivos recetados por psiquiatras”, comenta Sosa. La propia Barty compartió su malestar emocional en un posteo de Instagram en el que confesó estar “absolutamente desgastada». «Físicamente no tengo más para ofrecer», reconoció, a sus 25 años.

El tema, claro, no es de ahora. Jennifer Capriati es otro ejemplo. La extenista estadounidense, una joven prodigio que ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 con apenas 16 años (y luego también fue número 1), abandonó el circuito a los 28. En el medio fue detenida por robar y posesión de marihuana. Luego, ya en 2010, llegó a estar internada por sobredosis. La responsabilidad de su malestar se la atribuyó a su padre, quien, según ella, la obligó a ingresar al circuito profesional con 13 años.

“En mi época no se hablaba tanto de la mente, era el boom del físico. En ese momento hubo una gran transformación con la alimentación y la nutrición. Ahora se ha puesto mucho más de manifiesto el estrés que tienen los deportistas”, contextualiza Paz.

Sin embargo, el retiro de los hombres y el de las mujeres suele ser diferente. “El deporte de alta competencia no es compatible con los valores que se le asignan a las mujeres como tener hijos y formar una familia. Por eso también abandonan más rápido”, sintetiza Sosa. También es llamativo que muchas tenistas dejan su carrera antes de los 30 años. Un caso emblemático fue el de Gabriela Sabatini, que se retiró joven, a los 26 años, cuando estaba en el puesto 29 del ranking (había llegado a ser número 3).

«Teniendo 13 años es difícil afrontar -explicaría Gaby, un tiempo después-. Quizás, en ese momento, una no se da cuenta de las presiones y de la expectativa que empieza a crear en la gente y en la prensa. Hay que estar preparada. Para mí, lo más difícil era el manejo con la prensa. Volvía de un torneo, leía los diarios, veía algo como: ‘Sabatini no jugó… no se entrena o es muy vaga’ y a mí me lastimaba mucho. Antes estaba todo el tiempo mirando el reloj, pensando que tenía que ir a comer temprano para no acostarme tarde. Cuando dejé el tenis, sentí que me sacaba toda esa presión de encima. Fue una liberación».

Muchos años después, los casos de Osaka, Barty y Azarenka renuevan este debate incómodo y atemporal.