-Es Maradona, carajo.

Taty Almeida agarró el bastón con su mano derecha y con la otra gesticuló para intentar transmitir esa sensación que no terminaba de encontrar cómo salir a través de las palabras. Sus ojos apuntaban al verde impecable de una de las canchas de Estancia Chica, el predio de Gimnasia en el que acababa de conocer a Diego Maradona. Haber recorrido el mundo levantando la bandera de la memoria y ser una de las referentes indiscutibles del movimiento de derechos humanos en la Argentina no le impidió emocionarse delante de ese mito viviente al que un colaborador del Lobo, parafraseando al cantautor cubano Silvio Rodríguez, definió como “un animal de galaxia”. Por eso lo vio irse hacia el entrenamiento en un carrito que oficiaba de auto y soltó una frase de no creer: “Parece mentira el abrazo que nos dimos”.



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(Foto: Gentileza Eva Pardo)


Ya se lo había avisado Diego a su círculo íntimo: “Si es necesario, paro la práctica para saludarla”. Taty llegó temprano, acompañada de su hija y de su yerno, y se sentó a esperar en el hall del campus con la estampa de Carlos Timoteo Griguol cuidándole la espalda. Fiel a su estirpe curiosa, atosigó a preguntas sobre la actualidad de Gimnasia a la fotógrafa Eva Pardo, gestora clave del encuentro. Llegado un rato antes directamente desde Venezuela, Maradona estaba terminando de mirar unos videos junto a su cuerpo técnico. Apareció minutos después de las cinco, con los anteojos de sol puestos y un aura de calidez que impregnó el ambiente inmediatamente.

-Sos el 10 y lo vas a seguir siendo por siempre.

-Me da mucho placer que estés acá.

Excepción histórica: Diego no vio venir la jugada. Taty abrió su cartera, sacó el libro que contiene los 24 poemas que escribió su hijo Alejandro y se lo entregó en mano y con un mensaje potente: “Ale es uno de los 30.000 agujeros que tenemos como sociedad”. Diego levantó las cejas, le acarició el antebrazo y se puso a hojearlo. “Ya vas a tener tiempo de leerlos”, agregó uno de los emblemas de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, quien aclaró que la visita era de carácter personal y no institucional.



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(Foto: Gentileza Eva Pardo)


Militante a toda hora, Taty aprovechó el ida y vuelta repleto de afecto para lanzarle una invitación: “No te olvides de venir a la casa de las Madres. Te estamos esperando”. Sorprendido, Diego contraatacó asegurando que, durante su paso como técnico de la Selección, había compartido varios momentos con las Abuelas de Plaza de Mayo en el marco de la campaña para impulsar la búsqueda de las nietas y de los nietos que todavía no recuperaron su identidad. Lo que Taty no se animó a contarle es el cálculo que había sacado durante el viaje hasta Estancia Chica: Ale, el autor del conmovedor poema que dice “quisiera decirte mamá/ que parte de lo que fui/ lo vas a encontrar/ en mis compañeros”, no alcanzó a verlo jugar a Diego en Primera porque lo secuestraron el 17 de junio de 1975, 491 días antes de que Maradona debutara en Argentinos ante Talleres de Córdoba.

Apenas un rato después de terminado el último ejercicio de pelota parada, apareció en la cuenta de Diego en Instagram una foto del encuentro. “Te llevo en el corazón” es la oración que cierra el posteo. Se puede leer también de otra forma: es Taty, carajo.