Si las grandes historias comienzan en un momento exacto, en un punto preciso, la de las primeras medallas argentinas –dicen los que conocen el terreno– empezaron siete años atrás, en Bogotá. En 2009, los deportistas de entre 14 y 21 años con distintas discapacidades aterrizaron en la capital de Colombia para competir en la segunda edición de los Parapanamericanos. 

En esa ciudad se dio el primer paso para que hoy la delegación nacional que está participando en los Juegos Paralímpicos 2016 sea la más grande de todas. En Bogotá, por caso, corrió Yanina Martínez para cruzar la frontera de los juegos santafesinos. Fue su bautismo internacional. Fue su iniciación, también, para esa costumbre de colgarse metales sobre el pecho. Tenía 15 años. 

Ahora, con 22 y en su segunda cita olímpica, la rosarina ganó la medalla dorada en los 100 metros clase T36 para confirmar su categoría de multicampeona. «Desde 2009 hay un marcado desarrollo en la edad, en el nivel de cada atleta y en la cantidad de disciplinas», cuenta José María Valladares, el presidente del Comité Paralímpico Argentino (Copar). La estrategia de planificación comenzó en Colombia y Río 2016 es el punto final. Después de Brasil, fijarán un nuevo rumbo. 

 Yanina Martínez, la deportista que consiguió el primer oro para la Argentina después de 20 años, en parte representa el nacimiento de esa camada que se curtió en Colombia y que ahora alumbra en Brasil. Río 2016, adonde llegó como candidata, fue su desquite: en Londres 2012 se había subido al último lugar del podio, pero no pudo llevarse la medalla porque la descalificaron. 

«Cuando corre, ella se ríe», describe Claudia, su madre, sobre el rol del deporte, la actividad que la familia –presente en las tribunas del Estadio Olímpico– fomentó desde 2004 para hacer frente a la paralisis cerebral. Una sonrisa la acompañó todo el viernes. Por la noche, después de una jornada agotadora, se fotografió con Hernán Barreto, el otro atleta que sumó una medalla: fue de bronce, también en los 100 metros. Desde las butacas del Engenhao, Yanina vio el triunfo del deportista nacido hace 25 años en Zárate. 

Vio, también, cómo un instante después de haber recorrido los 100 metros en 12.85 segundos, Barreto se fue a buscar a Nicolás Aravena y a Diego Martín González, los otros argentinos que lograron diplomas en la final, para darse un abrazo en el medio de la pista. Para festejar juntos. «Competir para la Argentina es lo más hermoso que viví después del nacimiento de mi hija», contó Barreto antes de los Juegos en Río que, el próximo domingo, podrían terminar como un mojón para el deporte paralímpico. Podrían cerrar el círculo –la historia, la sonrisa de Yanina– que los deportistas protagonizan desde Bogotá.