El poder político de los medios es algo que ya casi nadie discute. La sociedad forma sus opiniones, sobre los más diversos acontecimientos, a través del prisma de los contenidos producidos por empresas periodísticas que, en el caso argentino, sufrieron en los últimos dos años un achicamiento tan progresivo como constante.

La crisis del sector avanzó en 2015 sobre muchos de los medios identificados con el kirchnerismo en su línea editorial, y con el ancla de la pauta oficial en su financiamiento.  Sin embargo, la mancha de aceite comenzó a extenderse también a empresas vinculadas con los grupos más poderosos del país. Clarín, La Nación, La Gaceta de Tucumán y el diario Río Negro anunciaron días atrás el cierre de la agencia de noticas DyN tras 35 años de servicio. Y apenas unas semanas antes, a principios de octubre, la Justicia declaró la quiebra de Radio Emisora Cultural, titular de la licencia de Radio Rivadavia. 

«Los medios atraviesan una reconversión todavía incierta en el modelo de negocios. Hoy, esos cambios se producen y avanzan en un contexto de fortalecimiento del sector empresario y de un Estado corrido de la responsabilidad de generar políticas públicas de protección», diagnostica Glenn Postolski, licenciado en Ciencias de la Comunicación y decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA).      

–El cierre de DyN, la quiebra de Rivadavia son casos que comenzaron a mostrar la crisis de los medios más allá del falso dilema «medios k-medios antik»…

–La crisis que atraviesan los medios tiene que ver con la reconversión todavía incierta de un modelo de negocios. El grupo Clarín y los accionistas de DyN deben haber entendido que tener una agencia de noticias dentro del conglomerado perdía sentido frente a las ediciones online que también producen contenidos en tiempo real. Los medios están atravesados por la zona  económica y novedosa de lo digital que se desarrolló rápido en términos de generar contenidos, pero no de producir un modelo de negocios rentable. 

–¿Cómo impacta en ese escenario el nuevo contexto político? 

–Hoy, esos cambios se producen en un contexto de fortalecimiento del sector empresario y de un Estado corrido de la responsabilidad de generar políticas públicas de protección. Los despidos –pienso también en el caso de AGR, la planta impresora de Clarín que cerró en enero de este año– tiene que ver con un modelo empresario que busca degradar derechos y condiciones laborales y apostar a la tercerización. El empresariado avanza en términos de sus propios intereses, fuera de cualquier modelo periodístico y favorecido por una lógica estatal que favorece la concentración y aumenta la posición de debilidad de los trabajadores. 

–Un elemento que también parece quedar claro es que no hay mucha  relación entre audiencia y sustentabilidad. Hay medios que tienen muy buen rating y de todos modos entran en crisis… 

–Hay que analizar caso por caso. Todos son distintos. La audiencia es importante, pero no garantiza la sustentabilidad ni la pauta privada o pública. Pero en el caso del Grupo Indalo (dueño de Radio 10 y C5N, entre otros medios) lo que vemos no es un problema de rentabilidad. Es una cuestión estructural. Los medios son parte de una negociación con el gobierno para defender otros negocios. Entonces entregan el alfil, las radios, el canal, para salvar a la dama, que son el petróleo y los casinos. Con Electroingeniería (dueños de Radio Del Plata) pasa algo parecido. Y el tema es que con los medios audiovisuales tienen costos muy altos. 

–Clarín inventó que los medios son el brazo de un grupo económico para la negociación política… 

–Ellos tuvieron siempre en el centro de su proyecto marcar la agenda política y cultural de la sociedad. En el caso de muchos de los grupos que están ahora en crisis, surgieron de una visión instrumental. Son empresarios para quienes lo más importante no es defender un proyecto político desde la comunicación. Esto mismo ocurrió en otras épocas con (Eduardo) Eurnekian, por ejemplo, o Amalita Fortabat, que entraron a los medios y salieron. 

–¿El gobierno de Cambiemos tiene una vocación hegemónica en los medios?

–Sin duda. Es mucho más hegemónica que la que tuvo el kirchnerismo. Además, el gobierno actual opera con los que de verdad conocen este  negocio, los Avila, el Grupo Clarín.   

–¿No puede generar una sensación de asfixia, y crisis de representación en la audiencia crítica del gobierno, que sólo sobrevivan medios oficialistas? 

–Esa crisis no va a existir. Hoy existen otras formas de circulación. Hay que pensar, además, qué estructura podría sostener medios capaces de competir con los hegemónicos. La CGT podría hacer algo así. Pero me parece que no hay un grado de conciencia en el movimiento obrero sobre lo importante de dar batalla política en ese terreno. La experiencia de (Víctor) Santamaría es compleja. Es claro que ser propietario de un grupo mediático te pone en la lista de los adversarios de los dueños del poder. Y no muchos tienen espalda para bancarse eso. «