Ignacio Chausis y Leandro Renou comenzaron a investigar el «caso Arbizu» por curiosidad periodística. Corría 2011. Habían leído una nota publicada tres años antes en el diario Crítica de la Argentina en la que Jorge Lanata relataba las peripecias de Hernán Arbizu, un ex alto directivo del banco JP Morgan que se había autodenunciado. Lo sabroso del asunto era que Arbizu también involucraba a una cantidad de empresarios argentinos que habían hecho uso de sus servicios para fugar capitales. Ignacio y Leandro publicaron una serie de notas en Tiempo que fueron la base del libro que salió recientemente por el sello editorial Marea. Quizá lo más destacado del libro sea la advertencia que hacen: si estos delitos económicos quedan impunes es porque existe una connivencia que atraviesa los poderes del Estado. Y mientras esto siga así, se repetirán.

–¿Cuál es el eje conductor del libro?

I.C.-: Trata sobre la historia de un desfalco y de cómo el escenario político fue moldeando la situación judicial de Arbizu, tanto es así que el gobierno de Cristina Fernández utilizó las pruebas acumuladas para golpear a sus enemigos estructurales, como el Grupo Clarín.

–¿Quién era Arbizu?

L.R.-:El era un alto directivo del JP Morgan en la región, trabajaba un tiempo en Estados Unidos y otro en Argentina buscando capitales de particulares cuya principal característica era poseer un ingreso muy elevado. Ofrecía un servicio de llevar capitales al exterior sin pagar impuestos. El confirmó ante la justicia que ayudó a fugar y evadir plata de argentinos.

I.C.-:Arbizu tuvo una carrera meteórica: ingresó en 2006 al banco suizo UBS; en 2008 pasó al JP Morgan, pero mantuvo la administración de cuentas del UBS sin conocimiento de sus jefes. En 2008 saltó la estafa.

–¿Cuál fue la estafa?

L.R.-: Era relativamente sencilla. Su ganancia pasaba por las comisiones que recibía del JP Morgan por acercar nuevos clientes, para lo cual ofrecía una tasa de interés elevada, cuatro veces mayor a la oficial del banco. El esquema funciona mientras los clientes no pidan su dinero, ni el capital ni los intereses, pero obliga a sostener la rueda en forma permanente. En su caso, comenzó a pagar los intereses prometidos con el capital; cuando éste se acabó, tomó el capital de otro cliente y luego el de otro más para tapar el agujero del anterior.

I.C.-: El primer caso conocido es el de un supermercadista de General Villegas, con una cuenta del UBS aunque Arbizu ya estaba en el Morgan. El problema fue que de un momento a otro le pidió los intereses. Cómo no tenía el dinero, Arbizu usó el capital del mismo supermercadista, luego tomó plata de una segunda cuenta, propiedad de una familia paraguaya, los Acevedo Quevedo, sospechados de narcotráfico. Cuando estos reclamaron parte de su dinero para comprar unos campos, Arbizu recurrió a una tercera cuenta, de Natalio Garber, dueño de Musimundo, ésta sí en el JP Morgan. Cubrió el faltante de los paraguayos, pero el administrador de los fondos de Garber notó que la cuenta estaba vacía y avisó al Morgan.

L.R.-:Al recibir el llamado de las autoridades del banco, Arbizu sale de la oficina, se lleva información, corta el telefóno y se presenta a la justicia: denuncia que el ayudó a 469 clientes a lavar dinero y evadir y confiesa que hizo transaccines irregulares.

–Ustedes le dedican mucho espacio en el libro a la actuación de la justicia. ¿Qué balance sacan de ello?

L.R.-: Durante ocho años no avanzaron las investigaciones judiciales. El juez Sergio Torres, a cargo de la causa, lo citó a declarar una sola vez y nunca tomó declaración de ni uno solo de los inversores que ayudó a fugar dinero al exterior. El fiscal del caso, Guillermo Marijuan, tampoco activó la causa.

I.C.-:Producto de una investigación que publicamos en Tiempo, el juez Sebastián Casanello abrió una causa paralela y lo citó a Arbizu. Esa fue la segunda, y última vez, que declaró.

–¿Qué rol tuvo el JP Morgan en la construcción de la estafa?

I.C.-: Si bien él se autoincrimina, al JP Morgan le adjudica la existencia de un sistema establecido de facilitación de la fuga de capitales y la evasión; asegura que así funcionan las finanzas internacionales.

L.R.-: El banco dijo que no sabía nada de las operaciones de Arbizu, pero una prueba clave, su celular, demuestra que tenía contacto fluido con las autoridades del banco a las que informaba sobre sus actividades y reuniones con potenciales clientes. Pero, al mismo tiempo, el banco considera legales operaciones que los organismos reguladores, como la Unidad de Información Financiera, o su contraparte internacional, el GAFI, aseguran que saon ilegales, como los autopréstamos que permiten la elusión de impuestos como Ganancias.

–¿A qué atribuyen la falta de una investigación seria?

I.C.-: A que no existe una conciencia social sobre la magnitud de las consecuencias que provocan los delitos económicos realizados por los sectores de poder. Esta falta de presión ciudadana permite que subsista el entramado entre el Estado y los que cometen los delitos. Es más, al JP Morgan se lo premió con nuevos negocios de emisión de deuda soberana argentina. «