Los viernes a la noche, César Brie recita un poema en la oscuridad, porque no quiere que el público vea cómo él se larga a llorar. En un galpón de techos altos de Chacarita, dice: «Yo no soy digno de cerrar los ojos. No supe verte, te desperdicié. Deja que mi vergüenza escape por donde pueda, como una rata. Pero tu amor me tomó la mano y dijo: ¿Quién te dio los ojos? ¿No sabes quién se hizo cargo de la culpa?» Esa poesía mística del 1700 con que la filósofa Simone Weil tuvo su primera aparición espiritual sacude al artista argentino que a los 19 años se fue del país, se formó en la escena experimental; fundó el Teatro de los Andes en Bolivia; luchó en defensa de los campesinos bolivianos –lo que le costó amenazas y persecuciones– y se fue a Italia, donde continuó con su carrera artística y social. Ahora, volvió a la Argentina con ganas de ser profeta en su tierra y seguir con la misión de su vida.

César Brie no puede contener su sensibilidad. Ya en el tono de su voz y en el modo de caminar refleja una fragilidad que siempre se traduce en sus obras, de una estética totalmente propia. Con 62 años, este artista se ha vuelto un referente del teatro experimental, sus obras se caracterizan por la economía de recursos, por los niveles metafóricos y por el contenido social o vincular. En otras palabras, César Brie habla de la condición humana, a través de las injusticias y el dolor, o a través del amor. Y para hacerlo, utiliza un escenario despojado, textos poéticos y pocos objetos que pueden simbolizar múltiples conceptos. Ese lenguaje convoca a un público fiel que le permite tener cuatro espectáculos en cartel y hasta planificar un polo artístico en Saladillo.

–¿Cómo llegás a dedicarte al teatro?

–Desde muy chico me consideré un ser social y político, escribía mucho, estaba en mí comprometerme con las cosas. Después me dediqué al arte, que realmente era el lugar para mí, creo que por el tipo de sensibilidad que poseía. Y dentro del arte, el teatro era el camino expresivo más adecuado. El teatro es un animal que te enseña a no dividir el trabajo manual, del intelectual, porque realmente las dos cosas son importantes. Es una gran artesanía, un arte que te obliga a arremangarte. En el teatro no hay tanto espacio para los que creen que las cosas manuales son secundarias y las miran con desprecio. Es como dijo Albert Camus en ese texto tan famoso que leyó cuando recibió el premio Nobel: «El arte nos pone en medio de las personas.» Creo que los artistas somos aquellos que devolvemos con nuestra sensibilidad las heridas que esa sociedad nos ha provocado.

–Pero no lo podemos medir en términos de bienes materiales.

–Bueno, de alguna manera termina siendo una mercancía. Se expresa a través de la forma de mercancía, que es la forma en que todo se expresa en este mundo. Yo hago una obra, pero para mostrarla, la tengo que vender. Mi objetivo sería mostrarla, no venderla. Pero me tienen que pagar porque tengo que vivir, le tengo que dar de comer a mis hijos y con lo que me pagan puedo hacer otra obra. Entonces, termina entrando en el mercado. Lo ideal sería que nosotros fuéramos subvencionados y no controlados, que me paguen por crear y yo creo todo el día.

–¿Hay algún lugar del mundo donde suceda eso?

–Creo que no. En mi experiencia siempre tuve que luchar para llegar a fin de mes. Más allá de mi trayectoria, mi ámbito cultural es muy acotado. Soy alguien conocido en el ámbito del teatro experimental, que representa 0,01% del mundo del arte.

–¿Por qué elegiste volver a Argentina?

–Entre la realidad de la cultura italiana y la argentina, me quedo con lo que sucede en Argentina toda la vida. Es cierto que en Italia los teatros están subvencionados, pero afuera de ese circuito no se puede hacer gran cosa. Se puede producir una obra de calidad, pero es casi imposible hacerla circular de un modo que no sea muy marginal. En cambio, en Buenos Aires uno ya sabe cuáles son las condiciones, que cuenta con salas independientes en las que la ecuación de los ingresos de un espectáculo es 70% para el grupo y 30% para la sala. Los teatros tienen subsidios, que son bajos, es cierto, pero hay fondos para el arte. Hay un mecanismo de distribución bastante virtuoso, mucho más virtuoso y transparente que el que existe en Italia, donde hay una lógica mercantil, ligada a pertenencias políticas. Si no conocés a la persona justa, no tenés fondos y si no tenés fondos, no podés hacer, porque es demasiado costoso abrir un teatro, hay demasiadas reglas que te impiden volverlo rentable, y eso repercute después en el nivel de las producciones. Se produce en poco tiempo, no se producen cosas muy costosas porque no hay dinero. Además, hay muchas menos inquietudes. Un joven espera que alguien lo descubra, en vez de lanzarse, trabajar y hacer. En Italia hay un sistema muy prostituido, el cual yo detesto.

–¿Cómo es tu modo de producción?

–Marginal. Yo quiero hacer un trabajo, busco a la gente, busco un teatro y lo hago. Si hay dinero mejor, pero si no hay dinero, no voy a dejar de hacerlo.

–¿Qué proyectás para tu vida en Argentina?

–Mi objetivo es irme al interior. Para ensayar en Buenos Aires tengo que buscar a alguien que me dé una sala, horarios en medio de horarios de otros. Pero si estoy en un lugar apartado, donde no hay nada que hacer más que trabajar, yo trabajo 12 horas diarias, y quienes trabajan conmigo trabajan ocho horas. Eso quisiera para mí. Tengo una posibilidad de irme a Saladillo, donde la municipalidad me ofrece unos galpones. Ahí podría, en tres días, trabajar mucho más que en lo que acá se trabaja en una semana. Podría montar mis espectáculos allá y en Buenos Aires, sostener una especie de polo creativo y de trabajo. También pienso en la docencia, pero tengo un problema con sacarle dinero a la gente. Yo podría cobrar caro a mis alumnos y no quiero hacerlo. Y si cobro poco, también es mucho tiempo que pierdo y que no puedo invertir en mis obras. No creo que sea correcto hacerle pagar mucho a quienes tienen esa necesidad de aprender. Quiero encontrar un equilibrio entre lo que significa para mí sostenerme como docente y lo que significa para un joven el compromiso de querer aprender conmigo.

–¿Cuál es tu forma de crear?

–Yo creo constantemente imágenes. Siempre hay un nivel metafórico. Tampoco debe ser demasiado pesado, tengo que hacer reír, reflexionar, conmover, movilizar, sacudir. De alguna manera me propongo maravillar. 

Weil: ética, cuerpo y espíritu

César Brie tuvo la compleja idea de hacer una obra de teatro sobre la vida de la filósofa Simone Weil cuando comprendió algo: “Ella es una misma persona entre lo que piensa, lo que escribe y lo que vive. Eligió el camino más difícil que es el de la ética absoluta, encarnó cada cosa que dijo con cuerpo y espíritu. Ella me reconcilió con el cristianismo, con la idea de comunión entre trabajo manual y pensamiento intelectual y me reconcilió un poco con mi historia de vida. Simone me conmovió tanto, que en cierto punto ya estaba habitado por ella y quería que la conozcan. Era un desafío grande pensar cómo hago una obra sobre una filósofa, cómo logro que se haga transparente un pensamiento que es complejo”. Con toda esa carga, Brie presenta La voluntad, una pieza que escribió, dirige y actúa, sobre la vida de esta filósofa francesa, que murió a los 34 años, dejando un profundo trabajo sobre el amor, la ética, las relaciones del trabajo y la religión. 

En otro de sus espectáculos, ¿Te duele?, Brie tematiza sobre la violencia de género. Es una pieza que creó en Bolivia, junto al Teatro de los Andes, a partir de casos reales. 

También se puede ver El paraíso perdido, un espectáculo que surgió con su trabajo con jóvenes artistas de la Bienal de Arte Joven. La obra plantea fragmentos del pasado familiar, amoroso, amistades en distintos personajes que creen que entran a un baile. 

Por último, otra de las piezas en cartel es Fui, escrita, dirigida y actuada por Brie Se trata de uno de sus trabajos más personales en los que indaga acerca del amor, la muerte y la ausencia. 

Funciones: La voluntad. Viernes 23 hs en El Galpón de Guevara: Guevara 326. 

El paraíso perdido. Domingos 17 hs. Sala Santos: Santos Dumont 4040. 

Fui. Domingos 20:30 hs. Sala Santos: Santos Dumont 4040. 

¿Te duele? Sábados 20:30 hs. Sala Santos: Santos Dumont 4040.