La nueva normalidad todavía es un misterio, pero algunas cosas están muy claras. Darío Sztajnszrajber es licenciado en Filosofía, ensayista, docente y un divulgador todo terreno. No es un hecho menor. Hasta hace bastante poco ese asunto de reflexionar sobre la esencia, propiedades, causas y efectos de la especie humana eran asuntos que rara vez salían de las aulas o de los ámbitos de investigación. Sztajnszrajber logró trascender esos espacios y alcanzó una llegada masiva desde sus libros, la televisión, la radio, las redes sociales y hasta los teatros. En tiempos donde un tuit puede ser una sentencia definitiva, herramientas como el conocimiento y la vocación de interpelar verdades –aparentemente– concluyentes funcionan como bocanadas de aire fresco impostergables.

Desde el advenimiento de las pandemias de coronavirus y Zoom, Sztajnszrajber debió suspender sus presentaciones y giras por teatros de todo el país. Pero prosigue junto a Luciana Peker y María Sztajnszrajber –su hija– en Lo intempestivo (Nacional Rock, lunes a viernes de 11 a 13), se incorporó al ciclo Seguimos educando para conducir el segmento Secundaria orientada (Encuentro, lunes a viernes de 14 a 16) y recientemente estrenó Deconstrucciones, diez microensayos sobre temas centrales de nuestra sociedad que se emiten en múltiples horarios, también por la señal Encuentro. La naturaleza inquieta y expansiva de Sztajnszrajber hace que no se detenga ni con una pandemia.

–¿Cuál es el enfoque de Deconstrucciones?

Mentira la verdad, el programa con el que empecé a trabajar en Encuentro, fue un proyecto muy lindo, con el que disfrutamos muchísimo y obtuvimos una gran repercusión. Pero los tiempos televisivos no son los mismos, el mundo cambió, la realidad social es otra y encima estamos en una pandemia. Por eso decidimos experimentar con otros formatos y contenidos. Deconstrucciones son diez pequeñas piezas, cada una de 5 minutos de duración, donde buscamos analizar un concepto o idea de uso extendido. No son micros explicativos donde desarrollamos la mirada de tal o cual filósofo. El plan es intervenir filosóficamente sobre ideas que circulan y se sostienen sobre un supuesto sentido común, que expresan una versión hegemónica o instituida. Buscamos desarmar las concepciones del poder, dios, el amor, el tiempo, la identidad y la muerte, entre otras. Son conceptos de uso cotidiano y extendido, casi pétreas, por eso las abordamos desde un lugar provocativo e irreverente.

–Elegiste conceptos que funcionan casi como pilares de las sociedades contemporáneas.

–Exactamente. Por eso los deconstruimos, porque es una forma de subversión, de encontrar una versión que está por debajo de lo que conocemos. Las formas hegemónicas siempre suponen el interés de algunos en detrimento del de otros. No es algo casual o ingenuo. La duración de los micros es acotada, por eso la idea es atacarla con dos o tres argumentos, a la manera de los martillazos de Nietzsche. Pero sin finales cerrados. Deconstruir, en definitiva, es un ejercicio infinito de la pregunta.

–Empezaste Mentira la verdad en 2011. ¿El programa cambió tu vida profesional?

–Marcó un salto muy importante hacia algo más masivo, me empujó a un fuerte posicionamiento público. Pero lo que hago es prácticamente lo mismo que cuando empecé a dar clases en la UBA. No cambió mi vida profesional ni mi vocación, pero lo dio mucha más llegada. Esa etapa fundacional de Encuentro fue muy buena, innovadora y con una impronta educativa muy valiosa. Después de cuatro años muy diferentes, ahora se está retomando ese camino y eso me pone muy feliz.

–Desde esa experiencia el interés por la filosofía se hizo mucho más extendido y circula por espacios menos tradicionales.

–Sí, creo que Encuentro fue muy influyente. Fue muy valioso también el programa de José Pablo Feinmann. Mentira la verdad resultó una propuesta movilizante. Muchos chicos lo veían y se lo mostraban a sus padres. Algo parecido pasaba con las presentaciones públicas. Eso favoreció que se interesara por mi trabajo gente de diversas generaciones.  La filosofía que nosotros proponemos es un lugar de encuentro generacional.

–¿Cómo estás viviendo la pandemia?

–En lo personal, con muchas actividades y poco espacio para otras cosas. Las presentaciones en el interior en teatros se cortaron y debí postergar otros proyectos, obviamente, pero sumé mucho trabajo en la tele. En lo general, es una situación inédita. Donde todo parece detenido, a la espera de saber cómo seguirá todo. La pandemia es un hecho muy significativo. Pero noto que algunas personas confunden la pandemia con la cuarentena, casi  que entienden esos términos como sinónimos. Hay que saber diferenciar. La pandemia refiere a la dispersión del virus y la cuarentena es una estrategia de respuesta a esa situación para mitigar su impacto. Una estrategia muy diferentes a la que siguieron países como Gran Bretaña o Brasil, por ejemplo. Después, con los números y todos los análisis técnicos en la mano, se puede analizar el resultado de las diferentes estrategias.

–¿Imaginás una solución a relativo corto plazo?

–Me preocupa que la medicina domestique al virus o que el virus retroceda, pero que la cuarentena continúe en términos más simbólicos. No creo que el problema del virus se resuelva muy rápidamente en forma absoluta. Probablemente en algún momento tengamos que convivir con él. Para eso todos apostamos a la ciencia, una institución que ha logrado una revalidación única en este período. Esperemos que el coronavirus, lo más rápido posible, sea una enfermedad tratable con medicamentos eficientes y, si es posible una vacuna. Me preocupa que el confinamiento quede impregnado en los vínculos sociales, que los barbijos se hagan mentales. Hay un artículo de Paul Preciado que sacó en el diario El País, creo que en marzo, que decía que cada sociedad puede definirse por como la golpea y se organiza frente a la pandemia. Entiendo la cuarentena como una estrategia oportuna ante la falta de otras opciones, pero para alguien como yo que toda su vida abogó por la cercanía y la construcción con el otro, me genera inquietud que el distanciamiento se haga matriz. También vemos muchas actitudes delatorias y me preocupa que ese espíritu se haga carne en los nuevos lazos sociales. Es algo que deberá trabajarse prontamente, cuando nos podamos reorganizar. Me preocupa que la pandemia deje un miedo endémico al otro.

–¿La situación posterior a la pandemia puede generar escenarios más asimétricos? Más desocupación o pauperización favorecida por los trabajos a distancia, por ejemplo.

–Es un ejemplo a tener muy en cuenta. Por supuesto que todo lo que atente o represente un menoscabo a nuestros derechos laborales no es algo deseable. Hay que estar alertas ante todo eso que puede ser negativo. Pero tampoco quiero pensar a las tecnologías en términos binarios. En este tiempo algunos también pudimos descubrir formas tecnológicas que pueden modificar para bien el trabajo.

–El problema no sería la tecnología sino la relación de fuerzas. Hasta hace poco en el Hipódromo de Palermo tenían prácticamente secuestrados a 200 trabajadores.

–Exacto. No comulgo con la idea de crisis como oportunidad, no la aceptó, me parece funcional al poder. En filosofía se utiliza mucho la palabra acontecimiento para hablar de situaciones inesperadas que socavan cierta normalidad y generan fisuras. Se verá si se puede trabajar en esas fisuras en favor de una sociedad más igualitaria. O si todo se enfila a exacerbar lo peor del capitalismo. Más allá de eso, creo que se abre una coyuntura para al menos pensarse en términos existenciales desde otro lugar. Esto que estamos transitando nos corrió de eje a todos.


Deconstrucciones

Darío Sztajnszrajber. Micros que proponen el pensamiento crítico de grandes temas universales. Por la señal Encuentro.