Todos los músicos no se parecen a su obra. En muchos casos –incluso– los contrastes son notorios y hasta caricaturescos. No es el caso de Raúl Barboza. El acordeonista y compositor camina sus días con una serenidad medular, es profundamente reflexivo y entiende su vida como una celebración. Igual que su música. Barboza conoce y utiliza todo el vocabulario y la gramática del chamamé, pero también se permite incorporar otras influencias que administra con criterio y sensibilidad. El músico que desde hace casi 30 años vive entre Francia y la Argentina presentará este viernes el disco “Barboza cuarteto”, un despliegue de nuevas composiciones y un repaso por algunos de sus clásicos desde una perspectiva siempre vital.

Barboza hace todo a su debido tiempo y armoniosamente. Pero también es humano. Y a pocas horas de la presentación de su nuevo trabajo en el Teatro ND las entrevistas se amontonan, los teléfonos no dejan de sonar y su tono apacible por momentos toma formas más pedestres. “Me gusta hacer notas. Es una buena señal percibir que hay interés de parte de los medios. Pero a veces se juntan”, confiesa. La figura del acordeonista siempre genera interés y la edición del disco la potencia.

“Barboza cuarteto” reúne doce composiciones dinámicas, ricas y acaso más entusiastas que las de sus últimos trabajos. Siempre dentro de un desarrollo que elude baches, se destacan la nueva versión de “Duende de la siesta”, la melancolía del vals “Nazareno el artesano”, la belleza de “Mi tierra lejana” (con el violinista Ramiro Gallo como invitado) y el tono fervoroso de su clásico “Tren expreso”. Barboza conduce desde la sabiduría de su acordeón cromático. Pero otra de las claves de su mirada es el diálogo franco con sus músicos, en este caso Nardo González (guitarra), Cacho Bernal (percusión) y Roy Valenzuela (contrabajo).

–El disco tiene nuevas versiones de “Cherogapé”, “Tren Expreso”, “Duende de la siesta” y “Lágrimas”. ¿Por qué decidió incluirlas?
–Un tema que toco hoy suena de una determinada manera que indudablemente será diferente a como sonó ayer y a como sonará mañana. Con el tiempo surgen nuevas perspectivas, nuevos compañeros e indefectiblemente la música encuentra otros cauces. “Lagrimas”, por ejemplo, es una composición construida a partir de cómo se tocaba en los bailes. Es difícil de ejecutar y es muy lindo buscarle matices. Hay gente que piensa que ese no es el verdadero chamamé. ¡Qué locura! Eso significaría que (Ernesto) Montiel, Isaco (Abitbol), Tránsito Cocomarola y Damasio Esquivel no sirven. ¿Cómo es posible que alguna gente piense de esa manera?

–Le dedicó el tema “Nazareno el artesano” a Nazareno Anconetani.
–¡Claro! ¿Cómo no voy a hacerle una declaración de cariño a Nazareno? Él y su familia son parte fundamental de la historia del acordeón en la Argentina. También conocí a sus hermanos Luis y Juan, y hasta a su mamá. Todavía me acuerdo cuando a los 15 años fui con mi papá a su fábrica de Chacarita y me llevé un acordeón hermoso que me acompañó a todos lados por 30 años. Cuando era joven no había profesores. Por eso fui autodidacta. Tuve que escuchar, entender y practicar para poder sacar los fundamentos de los grandes del género. Pero también escuché a gente como Oscar Peterson, Ella Fitzgerald, Roberto Grela, Aníbal Troilo, Mercedes Sosa y Carlos Gardel, entre tantos otros. Fui tomando cosas de todos para crear mi propio estilo.

–Recién se refería a quienes señalan qué es chamamé y qué no lo es. ¿Cómo sobrellevó ciertas resistencias que tuvo al principio de su carrera?
–Con convicciones. En mi juventud había fuertes presiones comerciales para imponer determinada visión del chamamé. Era lo único que difundían. A mí me quisieron comprar. Me ofrecieron dinero y otras cosas. Me decían que armara grupos con otro nombre, que hiciera un chamamé más o menos y que eso me iba a resarcir de tal manera que podría mantener al Raulito Barboza que no vendía. Buscaban que creara comida chatarra para que la gente engorde y pierda la salud. Pero nunca les hice caso. Soy una persona sencilla. Nunca corrí detrás de las cosas materiales. Siempre supe que mi alimento es la música.

–Tiene casi 70 años de carrera. ¿Siente que le falta algo?
–Seguir disfrutando. La música es la parte más importante de mi vida. Donde me puedo expresar. Por eso cuido mucho la carcasa que anida mi espíritu. No porque no quiero morir. Eso llegará cuando tenga que llegar. La cuido porque quiero vivir bien y disfrutar. Le doy gracias a Dios y a la vida que me trajo hasta esta altura. 78 años es bastante alto… (risas). Quizás llegue a los 100: no me falta tanto.

Raúl Barboza presentará ”Barboza cuarteto” este viernes a las 21 hs. en el Teatro ND (Paraguay 918).