Como parte de un constante volver a su lugar de origen, uno de los acordeonistas más celebrados de nuestro país –y de fronteras afuera, también– está de regreso en Buenos Aires para seguir haciendo lo que más sabe. Recuperado de un importante problema de salud, a Raúl Barboza se lo ve con una estampa notable que desafía sus 81 años.

Para el reencuentro con su público en Capital Federal, el músico llegó los primeros días de diciembre pasado para preparar un nuevo desembarco que sucederá el 9, 16 y 23 de enero en Hasta Trilce (Maza 177) donde ofrecerá una serie de shows en los que repasará su cancionero de clásicos de diferentes décadas, pero también nuevas composiciones que forman parte de su constante proceso compositivo.

Más allá de estos shows, lo cierto es que la actividad de Barboza se encuentra en constante movimiento. Inmediatamente después de recuperarse del ACV sufrido durante la segunda mitad de 2018 en Francia (lugar donde vive desde hace más de 30 años), el músico recuperó fuerzas durante siete meses para volver al ruedo encarando una gira exitosa por Brasil (lugar donde se lo considera prácticamente un músico local) para de esa forma renovar un idilio que lo llevó a actualizar su relación afectiva con toda la región sur de ese país.

Preguntarle por estos nuevos conciertos que brindará en la sala del Abasto genera una alegría en sus facciones notablemente palpables, sobre todo porque confiesa no tocar para los porteños desde hace más de un año. «Tocar exige dejar todo para brindarle alegría a la gente. Los políticos, que son hombres que tienen mucho poder, se las arreglan para poner tristes a las personas. Eso es algo que al tocar y recorrer otros continentes lo veo siempre, pero por suerte les doy música a los demás y es algo que la gente aprecia: eso me pone contento. Tocar es algo que me pone bien a mí y que también lo hace con los otros. Eso es algo que valoro tanto como mi salud», se sincera Barboza en su encuentro con Tiempo.

Valorar la salud hoy lo hace recordar ciertos síntomas previos al incidente que sufrió, los cuales comenzaron acá en Buenos Aires, algunos días antes de regresar a Francia: «Gracias a la vida, a los amigos y a Dios, pude salir de las consecuencias que significa un ataque como el que tuve. Recuerdo que comencé a sentirme mal antes de volver a Francia durante mi anterior estadía en la Argentina. Y cuando llegué a suelo francés, a los pocos días se desató el problema, me detectaron todo pero luego de una caída que tuve en mi casa. Después de dar con todo el problema en cuestión me operaron, y tuve un necesario tiempo de post operatorio. Los médicos me trataron muy bien. Les estoy muy agradecido».

La idea de volver a tocar en Buenos Aires representó para Barboza una necesidad imperiosa. «Tocar es lo mejor que hago pero tenía que cuidarme bastante después de todo lo que pasó. Pero esta vez es especial porque estoy de nuevo tocando como antes en nuestro país. Sobre el escenario suelo improvisar mucho porque me gusta inventar, así que lo que hago no es de la misma manera siempre. Y en estos conciertos todo será así, al punto en que no pocas veces esos inventos me hacen tocar cosas que se transforman en temas nuevos que son creados ahí, en directo. Para estas tres fechas voy a compartir escenario con Nardo González, un guitarrista sencillamente increíble. Serán conciertos en un contexto de dúo, algo que hicimos ya en otras partes del mundo, en Europa concretamente, y que generó en el público mucha satisfacción, así que espero suceda lo mismo en Buenos Aires. Somos dos sobre el escenario pero alcanzamos un volumen juntos que nos multiplica hacia el tamaño de un cuarteto».


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(Foto: Érica Ferrer)


Ese gusto por la improvisación constante hace que la praxis de Barboza tenga puntos en contacto con el mundo del jazz, algo con lo que el músico está de acuerdo. «Eso es algo que tengo en relación con esa música. Por eso me llamaron muchas veces para tocar en festivales de jazz como el de Montreux, y otros en Canadá, Washington o Londres, llamado por Peter Gabriel. Yo siempre les decía a ellos que yo no tocaba jazz, pero los productores me decían: «Te parecés bastante a nosotros sin hacer lo que hacemos nosotros, queremos que vengas a los festivales de jazz». Y bueno, así lo hice. Lo mismo me pasó con músicos de otros estilos, como por ejemplo los de raigambre clásica», revela.

Brasil no es un país fácil para los artistas argentinos. Sin embargo, pocos meses atrás, Barboza realizó una gira de 25 conciertos. La relación no es nueva para el acordeonista, lo que lo lleva a recordar cómo fueron esos inicios que hoy lo posicionan casi como un músico local en tierras brasileñas: «Todo comenzó en el año ’68, cuando conocí a Luis Carlos Borges, un talento de allá que toca el acordeón a piano. Él me abrió las puertas ese año, así que llevo unos 50 tocando allá. El sur de Brasil tiene mucho que ver con nuestro norte desde lo musical. Pero recuerdo que cuando fui allá no se podía tocar chamamé porque estaba prohibido por la ley, pero de a poco comenzamos desafiando eso. Yo en la Argentina no vendía muchos discos, y hasta las grabadoras querían que toque de otra forma. Al negarme, les dije a los de mi compañía que me iba a Brasil a grabar, y desde ahí surgió todo. Varios músicos escucharon lo grabado y me dijeron que querían volver a aprender a tocar el acordeón, lo cual me emocionó mucho. Creo que con esa grabación el chamamé floreció en el sur del Brasil, lo que me generó la posibilidad de volver a grabar más música que fue quedando en el pueblo. Y de ahí en más todo cambió».

Francia es otro de los lugares del mundo donde se profesa un profundo interés por la música de Barboza. Desde 1987 el músico vive en el barrio latino de París, dividiendo su corazón entre ese lugar y nuestro país. «En la Argentina aprendí todo en varias materias, más allá de que sigo estudiando. Pero en Francia me pude desarrollar, porque si no hubiese tenido el valor de salir de nuestro país no habría podido seguir tocando. Cuando llegué a Francia me propusieron grabar y enseguida al disco que grabé lo nombraron lo mejor del folklore de ese año. Al poco tiempo me condecoró el presidente Mitterrand como Caballero de las Artes y de las Letras, aun siendo extranjero. Quiero mucho a Francia pero eso no me hace olvidar de la Argentina. Yo creo que más allá de los kilómetros que nos separan nos parecemos bastante, inclusive tenemos muchos problemas parecidos».

Si de problemas se trata, los recientes disturbios sociales que se desarrollaron en París y diferentes partes de Francia no son algo que pase desapercibido para Barboza. Cuando se le menciona esto, el acordeonista por primera vez se toma unos segundos para analizar lo que sucede en el lugar donde vive: «Es un problema serio… (piensa). Al país lo veo muy distinto a cómo estaba cuando llegué, porque hay mucha desazón e inquietud. Eso nos lleva a muchas promesas hechas por políticos que no fueron cumplidas, y eso tarde o temprano hace que las cosas salgan de su cauce, con cientos de destrozos, y policías y civiles lastimados. Sin embargo, yo creo que se trata de reclamos genuinos los de la población. En el país también hay gente muy necesitada, muchos durmiendo en las calles o directamente en rejillas donde sale el vapor del subte. Eso pasa en Francia, uno de los países más ricos de Europa».


¿CUÁNDO?

Raúl Barboza en vivo. 9, 16 y 23 de enero a las 21 en Hasta Trilce, Maza 177.

Profeta en su tierra y el espíritu de siempre
Con una carrera que supera los 60 años sobre los escenarios, Barboza es un artista reflexivo que analiza su carrera con sensibilidad, pero sin apelar a la nostalgia: “Soy una persona muy agradecida por todo lo que pasó en todo este tiempo. De todas formas, siento que los festejos por mis 80 años continúan hasta hoy, fundamentalmente ya que seguimos tocando con el mismo espíritu que entonces. Honestamente nunca hice un balance de todos estos años porque sigo tocando como lo hice siempre, así que lo del balance no me resulta para nada importante. Pero agradezco lo que sucedió con la Mención de Honor de la Cámara de Diputados que recibí el año pasado. Me siento particularmente contento con ella porque me la otorgaron todos los miembros de la cámara: es decir, miembros de los más diversos partidos políticos. De hecho fue lo único que había pedido para aceptar el pedido. Afortunadamente todos los representantes accedieron, y lógicamente así yo también accedí. Fue un gran reconocimiento de mi país y lo sentí de la mejor forma, con un profundo orgullo”.