La temporada de verano de 1985 en Mar del Plata quedará en la historia como la más peligrosa para las actrices y primeras figuras del espectáculo, cuyas vidas estuvieron en riesgo simplemente por trabajar, ser exitosas y sobre todo, por ser mujeres. Durante aquel enero, la Policía Bonaerense y los funcionarios del entonces gobierno radical de Alejandro Armendáriz debieron intervenir para que se garantizara la seguridad de las vedettes que, víctimas de una macabra celebración por parte de un violento grupo de varones, eran hostigadas sistemáticamente todas las noches.

La virulencia y la trascendencia de los ataques, que incluía robo de alhajas, golpes, escraches y cánticos misóginos, terminó por denominar este oscuro período como «El verano de las patotas».

En una Argentina no tan lejana, donde la cosificación de la mujer y más aún de las vedettes estaba a la orden del día, y con una sociedad acostumbrada desde siempre a percibir una conspiración ante cada suceso, la opinión pública se dividió entre quienes repudiaban los ataques y aquellos que sostenían que se trataba de una “movida” para darle visibilidad y “prensa” al teatro de revista en la ciudad balnearia por excelencia del país.

Claramente, la Feliz no necesitaba este tipo de “publicidad” para atraer turistas. No en vano se denomina a la ciudad como la “Capital del Turismo y del Espectáculo”. Sin embargo, con nula perspectiva de género se ponían en duda estas agresiones.

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Cambios de humor

Por esos años, Mar del Plata estaba en plena expansión: los teatros se multiplicaban en cada temporada como consecuencia de las largas colas que se generaban por la mañana para poder conseguir un lugar en las salas. Había dos funciones por día entre semana, y los sábados y domingos se sumaba una de trasnoche.

Aquellos escenarios exponían lo que durante el resto del año se había replicado durante eternas horas en la televisión abierta: Polémica en el bar, Operación Ja Ja o La Peluquería de Don Mateo, donde bajo la producción de Gerardo Sofovich, las figuras de las mujeres eran el centro del producto. Hoy, esos formatos serían impensados y si bien muchos de estos programas sobrevivieron al paso de las décadas, tuvieron que aggiornarse a los nuevos tiempos.

Quienes le ponían el cuerpo, Adriana Brodsky, Ginette Reynal, Amalia «Yuyito» González y Luisa Albinoni, la pasaron muy mal. Hasta llegaron a llorar arriba del escenario por la   presión que sentían de saber que pocos minutos después de la función las esperaba afuera una horda de inadaptados. Incluso en sus intentos de huir del lugar soportaron más de unavez una lluvia de piedras.

Sofovich intentaba bajarle el tono mediáticamente al asunto para que no mermara el interés del público –de hecho a mediados de enero comenzó a haber butacas vacías en los teatros-, y llegó a ofrecerles a los violentos entradas gratis, convencido de que los varones rebelaban su lado más nefasto porque querían estar cerca de las chicas. Pero la estrategia del productor no surtió efecto. La situación recién se aplacó cuando una guardia pretoriana de agentes comenzó a escoltar a las vedettes a la salida de sus trabajos para que pudieran llegar ilesas hasta la siguiente función.  «

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La revista marplatense, de la mano de Sofovich

El 8 de marzo de 2015 murió Gerardo Sofovich. Casi un año después, a modo de homenaje, se estrenó en el Teatro Premier, en plena calle Corrientes, la última versión de El Champán las pone mimosas, una de las obras más emblemáticas del productor, guionista y director. En ese mismo lugar pero en 1982, se había presentado por primera vez la obra.

En aquel verano tortuoso de 1985 para las vedettes, El champán las pone mimosas desembarcó en Mar del Plata con reconocidos actores como Rolo Puente, Santiago Bal, María Rosa Fugazot y todas las jóvenes vedettes del momento, que Sofovich presentaba en sus productos televisivos.

La revista, un género con una larga historia en la Argentina, con célebres capocómicos, vedettes y bailarinas, siempre llevó sus plumas a Mar del Plata durante el verano.

La Feliz estaba más alegre que nunca a mediados de los ’80. La del 1987 fue la mejor temporada de toda su historia. El record de tres millones y medio de turistas fue acompañado con la inédita cifra de 750 mil entradas vendidas en los teatros.

Al igual que el público, ninguna estrella quería quedar afuera: Alberto Olmedo, quien ese año rompió la taquilla con El Negro no puede; y otros tantos referentes de la escena nacional como Jorge Porcel, Moria Casán, Susana Giménez, Juan Carlos Calabró y, por supuesto, las chicas de Sofovich.