Mar del Plata nunca pudo escapar al “progreso”. Su geografía urbanística ha sido modificada desde casi sus inicios. En 1940 comenzó a forjarse como la ciudad del turismo popular. Y la construcción masiva de hoteles y edificios para albergar a la masa de ocasionales veraneantes empezó poco a poco a modificar el entorno y atentar contra aquellas construcciones que formaban parte de su patrimonio. Pero fue en la década del ’70 cuando más se evidenció esta transformación: por aquellos años un porcentaje altísimo de los históricos chalets de la avenida Colón sucumbieron bajo el crecimiento de grandes edificios que hoy forman parte de su típica postal.

En los últimos años volvió la misma tendencia. Además de una innegable falta de protección del patrimonio arquitectónico, la ciudad experimentó una sucesión de gobiernos municipales promotores de una política de privatización de espacios públicos y de la construcción indiscriminada en terrenos de alto valor de mercado. Hoy vive lo que llaman «taxidermia patrimonial».

Hay estratagemas inmobiliarias, en complicidad con la Comuna, que incentivan este fenómeno antipatrimonial de «La Perla» del Atlántico. Cuando alguno de estos lotes tiene emplazado un bien patrimonial –ya sea un clásico chalet o un antiguo hotel– comienza una práctica que consiste en dejar abandonado a su suerte el inmueble. Luego, bajo la figura de “peligro por posible derrumbe”, se termina demoliendo para dejar limpia y en venta la valiosa superficie. Un destino que puede correr la casa familiar de Astor Piazzolla, baluarte de la nuestra música nacional. Tal como relatan los vecinos de la zona de la Vieja Terminal, el inmueble «está en total abandono».

Chalet antiguo en Playa Grande, el jamón de un sándwich de torres (Crédito: IG @casademardel).

En otras ocasiones, cuando son de particulares y no están “protegidas”, las empresas constructoras demuelen la propiedad, a veces dañando casas contiguas y destruyendo obras de históricos arquitectos.

Ocurre en la actualidad y en toda la ciudad. De norte a sur y año tras año valiosas construcciones históricas sucumben ante un incipiente mercado inmobiliario que avanza como una topadora devastando todo a su paso. Una política que distritos como CABA ya viven, y que hoy se expande como en General Pueyrredón, gobernada por Guillermo Montenegro.

¿Reciclaje o destrucción?

Desde hace mucho tiempo se advierten tres sistemas de adquisición que funcionan muchas veces como “artilugios” que utilizan las empresas o compradores para poder edificar sobre lotes con valor histórico. Por un lado, está la refuncionalización de una propiedad, que conlleva la contratación de un arquitecto experto en patrimonio que, respetando al máximo la estructura, le da una nueva función al inmueble. Eso sucedió en el Chalet “La Matilde” donde abrió un local una reconocida cadena de comida rápida. Si bien los conservacionistas no ven con buenos ojos que estas históricas casas se conviertan en “cervecerías o hamburgueserías” admiten que de esta forma se “salva” la propiedad y se mantiene la estructura original. ¿Pero sigue teniendo el mismo valor?

Por otro lado, está la conocida “puesta en valor” que para muchos vecinos es un eufemismo para decir “vamos a demoler todo, excepto una pequeña parte”, logrando engendros arquitectónicos. Consiste en dejar sólo la fachada del inmueble y utilizar todo el parque o jardín, quitando el entorno que les da el carácter patrimonial, para construir en vertical. Tal es el caso del Chalet Roesli, construido en 1934 y declarado de interés patrimonial; la Villa Susuky, que perteneció a los padres del conocido médico traumatólogo Guillermo Bosch Mayol; y la residencia veraniega de Pedro Groppo, médico y político argentino que fue ministro de Hacienda de Roberto M. Ortiz, en cuyo terreno se construye un edificio dejando la casa para amenities.

El Chateau Frontenac cuando aún era el chalet de la familia Leloir en el año 1926 – Foto: Archivo General de la Nación (izquierda) / El actual estado de inmueble que fue adquirido por una empresa para la construcción de dos torres de edificios (derecha)

Sucede lo propio con el chalet que perteneció a Mariano Mores. A su lado autorizaron una torre con más de 20 pisos. Y por estos días se está por aprobar la creación de dos torres en los que era el mítico Chateau Frontenac, edificado a pedido de Antonio Leloir para su esposa Adela Unzué, hace 109 años.

El “Plus Ultra”, de estilo pintoresquista hispanizante, fue adquirido por el Sindicato de Comercio de La Plata: se conservó la casa para usar como bar y entrada de servicio y el resto del lote se destinó a un hotel de cuatro pisos, cuya construcción, además de la consecuencia estética, generó importantes daños y grietas en propiedades linderas. También sobresalen los dos chalets adquiridos por el Sindicato de Pasteleros frente a la playa Alfonsina Storni, donde literalmente dejaron solo las fachadas para construir detrás un hotel de diez pisos.

«Puesta en valor»

El caso más obsceno es el Chalet Manuela Valdivia de García, una obra de 1930 del reconocido arquitecto Alula Baldassarini: la edificación contigua de un edificio de 18 pisos lo dejó subsumido por siempre en la sombra. En 2020 el Juzgado en lo Contencioso Administrativo N° 1 declaró ilegítimos dos decretos del ex intendente Daniel Katz que permitieron el inmueble con más pisos de los permitidos.

Todas estas propiedades fueron víctimas de la “taxidermia patrimonial”, algo que se profundiza bajo el mandato de Montenegro (JxC). El perfil de Instragram “Casas de Mardel”, recopila fotos de históricos chalets demolidos o en peligro de desaparición frente a proyectos de lujosos edificios o imponentes torres. Su creador reconoce que actualmente el panorama es alarmante por la cantidad de propiedades de gran valor arquitectónico que se pierden todos los años, pero admite que hoy en día hay “una lupa puesta sobre el patrimonio que antes no existía”.

Chalet Roesli (Boulevard Marítimo y Paunero)

Remarca que lo que llaman “puesta en valor” no es más que disecar la casa para que quede como “enano de jardín” al lado de una moderna torre. Las únicas propiedades que logran salvarse son aquellas compradas por el Estado y utilizadas para oficinas gubernamentales, como el Chalet “Irene Spinetto de Sanguinetti” en el barrio La Perla y adquirido recientemente por el Conicet para su nueva sede en esa ciudad.

La ordenanza 10.075 contempla la protección de sectores o conjuntos de viviendas, pero los proteccionistas advierten que con el pasar de los años “se quedó corta”. El listado de bienes patrimoniales es de tan sólo 216 propiedades. Así está Mar del Plata, como reflejo de las contradicciones de una construcción voraz. Cientos de edificios y torres erigidos en una ciudad con graves problemas habitacionales, donde alquilar es una odisea para cualquier familia, con la tasa de desocupación más alta del país, con un porcentaje de personas en situación de calle que crece y donde la lógica histórica parece ser siempre la destrucción de la identidad.

Villa Luján, antes y después.
Del lavado a los patrocinadores

Muchas veces otras tramas oscuras se oculta detrás del creciente negocio inmobiliario. En el 2012 un operativo denominado “Carbón Blanco” desarticuló una banda dedicada al lavado de dinero proveniente del narcotráfico. Liderada por Carlos Salvatore, traficaban cocaína a Europa camuflada en cargamentos de la empresa Carbón Vegetal Del Litoral SRL. El entorno familiar de Salvatore manejaba más de 60 empresas, la mayoría en Mar del Plata, donde invertían en desarrollos inmobiliarios. Fue condenado en 2015 a 21 años de prisión, donde murió años atrás. En la ciudad hay propiedades protegidas, que hoy funcionan como museos o hemerotecas, “patrocinadas” por capitales privados. Es el caso del café de una reconocida cadena que funciona dentro de la Villa Victoria Ocampo, que se instaló sin habilitación y evadiendo impuestos bajo el gobierno del intendente Arroyo, quien fuera el impulsor del proyecto de ordenanza para autorizar que se levante una torre en el predio lindero al chalet Villa Susuki o del llamado “padrinazgo de espacio público”, una propuesta de “Vamos Juntos” que hoy es ordenanza.

Chalets y Hotel Los Troncos, en Sarmiento y Rodríguez Peña, pronto dejarán de existir (Crédito: IG @casasdemardel).
El «boom» inmobiliario para darle «modernidad»

Víctor Pegoraro, licenciado en Historia por la Universidad de Mar del Plata, doctor en Historia por la Universidad de San Andrés y becario del Conicet, es autor de Mar del Plata – El mercado inmobiliario del ocio – Las empresas familiares en la Industria de la construcción (1930-1990) y Mar del Plata vertical – Piqueta, Construcción y Progreso. Sus investigaciones analizan la constante evolución urbana de una localidad de excepción, en la que el consumo de viviendas temporarias definió su historia arquitectónica y donde el mote de “Ciudad Feliz” la llevó a tener grandes contradicciones estructurales.
En su segundo libro aborda desde el punto de vista histórico y político la ciudad balnearia hasta mediados de los ’70, sobre todo ese proceso concentrado que se originó a partir de la sanción de la Ley de Propiedad Horizontal en 1948, que generó un “boom” de euforia inmobiliaria y que es, según rememora en diálogo con Tiempo, cuando “Mar del Plata deja de ser una villa balnearia y se convierte en una ciudad moderna”.


Eso mismo ocurrió durante la última dictadura, cuando el gobierno militar decidió arrasar con las edificaciones que formaban parte de “La Playa de los Ingleses”, entre las que se encontraba el famoso “Túnel del Hotel Bella Vista”. Tras el posterior desalojo de unas 200 personas que vivían en 16 construcciones, demolieron toda la zona para convertirla en lo que hoy se conoce como Playa Varese. Todo en tiempo récord ante la inminente llegada del Mundial de Fútbol de 1978, donde la Junta Militar tenía como objetivo ostentar un país moderno, limpio y organizado.

Ocupa VIP

Otro chalet abandonado era el de Boulevar Marítimo y 9 de Julio, que sufrió un intento de demolición en 2010 y que desde hace 20 años forma parte de los inmuebles de “interés patrimonial”. Era una casona con más de 600 m2 donde ocasionalmente se refugiaban personas en situación de calle. A mediados del 2021, la policía desalojó la vivienda y se comenzaron algunas mejoras edilicias. Al poco tiempo trascendió que había un nuevo morador: resultó ser el subsecretario de Seguridad de la Municipalidad, Gustavo Jara, un referente bullrichista en la ciudad y hombre de Guillermo Montenegro, el actual intendente.

Plus Ultra – De estilo hispanizante, este chalet fue otra víctima del desarrollo hotelero, que con una construcción de cuatro pisos sumergió en las sombras a las propiedades linderas