“Al despertar de un desmayo que duró más de tres días, Evita tuvo al fin la certeza de que iba a morir”. Es el potente comienzo de Santa Evita, la novela de Tomás Eloy Martínez. Y también el punto de partida de la miniserie de Star+ basada en la ficción homónima. 

En efecto, en la primera escena del primer capítulo titulado Esa mujer, Evita (Natalia Oreiro) se levanta de la cama y se asoma por la ventana del Palacio Unzué a contemplar a “sus grasitas”, a las mujeres que le agradecen el voto, una vivienda, una máquina de coser, la bicicleta o la colonia de vacaciones para sus hijos. Evita nota que los humildes parecen perdidos, yendo de un lado al otro como almas en pena. 

Desde esa mirada a través de la ventana, con la rabia y la certeza de su muerte y la ternura dirigida a la multitud que aguarda en la calle, Natalia Oreiro da cuenta de la pasión y el compromiso que puso para interpretar a la mujer política argentina más importante del siglo XX, que aún hoy sigue desatando amores y odios. 

“Para mí, interpretar a Evita fue una entrega total”, confiesa. “Con todo lo que eso significaba. Las ganas de hacerlo, el hecho de pasar por un casting. El miedo de no estar a la altura de tremendo personaje tan reconocido a nivel mundial, tan trascendente para la historia argentina e inclusive para nuestra actualidad. Evita nació en 1919, pero no se fue nunca. Por eso le puse el corazón, básicamente, además de ponerle el cuerpo, la energía, todo.» 


–¿A la hora de componer el personaje preferiste ceñirte al guión y a la dirección o te embebiste de otros materiales? 

–Revisé todo, todo lo que estaba a mi alcance. Leí la novela y otras obras de ficción, biografías, miré documentales, películas y fotografías de Evita, escuché sus audios. Leí otros documentos laterales como la autobiografía de Paquito Jamandreu La cabeza contra el suelo y me detuve en los momentos en que contaba anécdotas de Eva Duarte. Fui al museo, contemplé ropas, fotografías, pisé lugares que ella había transitado. En el Museo Evita me abrieron las puertas y me acompañaron un montón. También miré todas las películas y las interpretaciones de Evita de otras compañeras. Quería ver que habían encontrado y me dio la grata sorpresa de que todas habían encontrado algo de Eva. En todas yo reconocí a Evita. Yo soy un tipo de mina que se zambulle en los proyectos y todo lo que pueda atravesarme yo lo abrazo. Quizás hay un instante donde una tiene tanta información que se hace como un embudo.  Entonces es el momento de soltar y dejarme atravesar por ella, por su energía. 

–¿Qué decisiones tomaste a la hora de componer a Evita como personaje? 

–Yo me dejé guiar por el director y el guión y con todo ese trabajo previo con los materiales. En algún momento eso pasó a ser parte de mí. Obviamente que, con el vestuario, el pelo parecido al de ella, aparece la semejanza en el aspecto. Pero para entonces Evita ya me había atravesado. Lejos está en mi interpretación hacer una imitación: ella es inimitable. Es buscar una energía. Soltar y dejar que la magia suceda. Ella tenía una personalidad, una energía muy fuerte y un carisma impresionante. Cuando interpretamos personajes que existieron en la vida real es eso: captar la energía. 

–¿En qué cuestiones hiciste hincapié? 

–En la mirada y en la voz. Ella tuvo una gran transformación vocal. Para mí, la voz estuvo siempre muy presente. Como artista de radioteatro y de cine de los ’40, Eva Duarte tenía una voz más aguda. A medida que iba atravesando su corta pero intensa carrera política, en la radicalidad de sus discursos y después con la enfermedad, su voz se volvió más cascada. 

–¿Cuál es la escena que más te conmovió interpretar?  

–La que más me conmovió personalmente y es una de mis escenas favoritas tiene que ver con algo que ella sintió en algún momento y es la traición. Me animo a decir y es solo mi punto de vista que yo no creo que haya sido la enfermedad lo que le impidió ser vicepresidenta. Yo creo que no la dejaron, no quisieron que fuera. Por eso una escena que me conmovió es esa en que ella ya enferma, está en el despacho, se escucha el pueblo afuera, su peluquero la está peinando y  dice: “Me dejaron sola”. Ella tiene que enfrentar a su pueblo amado, no acceder a lo que el pueblo y ella quieren. Es el 22 de agosto de 1951. Ella tiene que decirle que no al pueblo que la quiere vicepresidenta y no sabe por qué tiene que decirle que no. Como te decía, para mí la causa principal del renunciamiento no fue la enfermedad. Pero es una licencia mía y es así como quise pensar el personaje. Esa escena me conmovía mucho porque da cuenta del trabajo, de su entrega por los humildes, los trabajadores y las mujeres. Evita dio su vida por los humildes y los demás la dejaron sola. 

Foto: Star+

–¿En algún momento te quebraste? 

–Sí, en otra escena que me conmueve mucho que es la despedida con Perón. Ella le dice: “hay una sola cosa que yo te voy a pedir”. Perón le contesta: “¿Que no me vuelva a casar?” Y ella casi risueña le dice: “Casate las veces que quieras, para mí mejor, así sabés la mina que perdiste”. Evita tenía mucho sentido del humor. Y lo que Eva le termina diciendo es: “Lo que no te voy a perdonar es que dejes a la gente humilde o que traiciones al pueblo. Ellos son los únicos que nunca te van a traicionar”. Me atravesó el amor que ella sentía por ese hombre y por el pueblo. Yo no quería que ella llorara ni llorar. Pero en esa escena, me deje ir y fue soltar… 

–¿Qué representa Eva Perón para vos en términos personales? 

 –Para mí Eva es la encarnación de la libertad de la mujer. Tanta libertad tenía de sentir, vivir y de decir lo que quería que los hombres le tenían miedo. Tanto miedo le tenían que aún muerta, el miedo perduraba.  Por eso sucede todo lo que sucede con su cuerpo. El miedo a Evita es el miedo del hombre a la mujer sin miedo. Eva era una mujer que no tenía miedo. Uno puede suponer en las acciones siniestras y perversas, en las traiciones el miedo de todos los varones que tenía alrededor. También creo que, en el fondo, hasta uno de los más ominosos que es el coronel Moori Koenig la admiraba. Hay en la mayoría de los personajes varones un amor y un odio continuo y superpuesto por ella. Un no poder con su luz, su energía y su valentía. 

–¿Cómo fue la experiencia y como cambió tu visión sobre Evita después de interpretarla? 

–Desde que conocí su historia le tenía admiración a ella, a su figura, pero luego de interpretarla yo deposité mi corazón en el personaje. Soy admiradora de todos los derechos que conquistó que son innegables, de haber inculcado en los sectores populares el orgullo de ser mujer, trabajadora y trabajador. Como intérprete era muy difícil, pero como mujer me sentía aún más atravesada con todo lo que sucedía con ese cuerpo. Para mí fue muy doloroso. Viviéndolo desde el hoy es algo siniestro. 

Foto: Star+

–¿Qué datos tenías del secuestro y desaparición del cuerpo de Evita tras el golpe de Estado de 1955? 

–No conocía lo que sucedió con el cuerpo. Sabía que un tiempo, el cuerpo de Evita estaba en la CGT a la espera de hacerle el mausoleo o Monumento al Descamisado. Pero no sabía que había estado tanto tiempo desaparecida ni que Juana Ibarguren, su madre, había muerto en 1971 sin saber el destino del cadáver de su hija. Sabía de ella viva, de su obra en la Fundación, de su trabajo. De la consagración de los derechos de las mujeres. En el Museo Evita todo eso está muy presente. Pero no sabía lo que sucedió con el cuerpo. Como ser humano, como mujer, es muy difícil de aceptar eso. Creo que no lo quise saber o lo negué. 

–¿Qué rescatas particularmente de la novela de Tomás Eloy Martínez? 

–Tomás Eloy Martínez no era peronista y la novela no lo es. Pero hasta Eloy Martínez termina fascinado con el personaje. Creo que la quiso mucho y eso se nota. Rescato la mixtura de ficción y realidad en la novela. Lo que cuenta es lo que supuestamente pasó con el cuerpo de Evita. Pero a la vez, la ficción, en su flexibilidad y en su capacidad de narrar el horror, le resulta el mecanismo más certero de acercarse a la realidad. Se acerca a la intimidad de Evita y a la leyenda de Evita a partir de la historia de una mujer y de un cuerpo sin tumba. 

–¿Qué repercusiones políticas te parece que puede tener la miniserie? 

–La verdad es que no lo pensé. Yo creo que va interesar mucho. La historia de ella es muy conocida, pero no el peregrinaje siniestro de su cuerpo embalsamado. Es según cómo quieran mirarla. Yo soy actriz e interpreté con mucho amor, pasión y respeto a un personaje maravilloso. «


SANTA EVITA
Dirección: Rodrigo García y Alejandro Maci. Guión: Marcela Guerty y Pamela Rementería. Con Natalia Oreiro, Ernesto Alterio, Darío Grandinetti, Diego Velázquez y Francesc Orella. Estreno: 26 de julio, por Star+.

La novela de Evita  

Con más de diez millones de ejemplares vendidos, Santa Evita es la novela más popular de Tomás Eloy Martínez y es una de esas raras excepciones de best seller legitimado por la crítica literaria. “La idea fue conservar el espíritu del relato que Eloy Martínez llevó adelante a partir de elementos históricos y ficcionales. La grandeza de la novela es el non fiction con ese aspecto literario magnifico. Un poco a la manera de “A sangre fría” de Truman Capote, que al final de una investigación policial te conmovía el corazón” señala el director Alejandro Maci. A su vez, “Santa Evita” está plena de paratextos literarios que abordan la figura de Evta: Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Rodolfo Walsh, Copi y Néstor Perlongher, entre otros. Marcela Guerty  y Pamela Rementeria tuvieron el desafío de al registro audiovisual la compleja estructura de la ficción. Partieron de la hipótesis de Eloy Martínez de que “la novela es licencia para mentir”. “Optamos por el thriller como género, aunque también tiene elementos melodramáticos. Lo más difícil fue elegir, seleccionar y descartar momentos. Ser sintéticos en el audiovisual, pero a la vez, rellenar los huecos que no están en la novela respecto a los personajes”.  



OTROS PROTAGONISTAS CUENTAN SUS EXPERIENCIAS

«Para abordar a Eva tuvimos que hacer un largo trabajo deconstructivo del ícono político para ingresar en su vida íntima. Los emblemas y los íconos ponen distancia. Había que darle carnadura a la Evita mujer y para eso había que imaginar lo que pasaba a puertas cerradas. Natalia hizo una cruzada, ama este personaje y creo que, para contar en primer plano la vida de Evita, hay que amarlo.»
Alejandro Maci, director.

«Mi personaje es Moori Kooenig, un militar de inteligencia, de origen alemán. Recorre un arco narrativo y dramático impresionante: aparece con 35 años en el cenit de sus facultades y termina con 65, alcoholizado y psicótico. El desafío era intentar comprender a un personaje siniestro. A él le dan la misión de ocuparse del cuerpo de Eva, alguien a quien detesta ideológicamente.»
Ernesto Alterio, actor.

«A la hora de encarar el personaje de Mariano Vázquez, el periodista que investiga el destino del cuerpo embalsamado de Evita, tuve la suerte de que pudimos hacer nuestra propia versión, sin restringirme al propio Tomás Eloy Martínez en el que está basado. El personaje entra en una especie de frenesí y después es víctima de esa obsesión que genera el cuerpo de Eva y Evita como símbolo.»
Diego Velázquez, actor.