Es cantor de tango hace más de 20 años y se lo reconoce por su pasión por el género, su técnica refinada y su excelente manejo de los recursos interpretativos. Ariel Ardit nació en Córdoba en 1974, pero se crió en la Ciudad de Buenos Aires desde los 8 años. Fue buscando su camino hasta que en 1998 comenzó a cantar tango en El Boliche de Roberto. De 1999 a 2005 fue la voz de Orquesta El Arranque y luego lanzó su camino como solista. En esta etapa editó ocho discos.En 2015 recibió el Konex de Platino, hizo lo propio con el premio Gardel en 2015 y 2017 y logró dos nominaciones a los Grammy Latinos. Ardit es uno de los máximos referentes del tango y un luchador infatigable.

–¿Cómo fue tu infancia?

–Hermosa. Del Barrio Los Paraísos en Córdoba me vine a la gran ciudad, a Viamonte y Rodríguez Peña. Fue el primer deslumbramiento que tuve en la vida. La pasábamos bien.

–¿A qué te gustaba jugar?

–Mi primera pasión fue el fútbol. Todo el día con mis amigos nos gustaba jugar a la pelota. Pero también era fanático de Titanes en el Ring. Me gustaba mucho la lucha, pero el fútbol siempre ganaba.

–¿Todavía jugás?

–Hace 15 años que juego con el mismo grupo. Es un encuentro social en el que conocés al otro como no lo harías en ningún otro lado. Es un hecho grupal que tiene filosofía detrás de cada pase y cada gol. Es pasión, disfrute y  la chance de ver que todo en la vida tiene un paralelismo con el fútbol.

–Cuando eras chico, ¿qué soñabas ser de grande?

–Futbolista. Pero también era fanático y de chico quería ser como Mr. Moto, el luchador de Titanes en el Ring. Era una idea que me encantaba. Fui con el hijo de Mr. Moto al secundario y tuve el honor de conocerlo. Comencé a entrenar para luego convertirme en luchador de catch. Lo hice un tiempo, pero ser cantante me llamaba más la atención.

–¿Trabajaste de muchas cosas antes de encontrar tu lugar como cantante?

–De todo. Repartí diarios, fui cadete, laburé en  un sex shop, vendí ropa, repartí fiambre… En el que más duré fue en una casa de fotografía, trabajé durante muchos años ahí.

–¿Cómo descubriste que tenías buena voz?

–En mi casa todos cantaban. Yo debuté a los 4 años, en Córdoba, en un espectáculo de humor y folklore que hacían mis tíos y mi mamá. Canté un tema de Sandro: “Rosa Rosa”. Me di cuenta que me salía y me gustaba. Descubrí que era natural para mí, después sólo me dedique a mejorar lo máximo posible.

–¿El tango tiene secretos?

–Es igual que la vida y se descubren transitándolo. Una cosa alimenta a la otra. Eso es lo maravilloso. Las vivencias van puliendo al intérprete.

–¿Cómo recordás tu primer show de tango?

–Fue en un mostrador, frente a cinco personas. Fue como probarme ropa nueva y sentirla a medida. Emocionalmente me marcó. Encontré mi camino. Después me acuerdo del primer show en el que me pagaron: fue en La Veda y canté tres tangos de Gardel.

–¿Cuál fue tu peor show?

–Hay muchos. En esto siempre algo puede fallar y uno no se queda conforme. Pero creo que debe ser uno en el que tuve que dejar de cantar porque me estaba quedando sin voz. La gente casi ni se dio cuenta y muchos me dijeron que la habían pasado bien, pero yo sufrí muchísimo.

–¿Cuál fue el mejor?

–Quizás cuando homenajeamos a Gardel con la Filarmónica de Medellín, a 80 años de su muerte, en 2015. Fue un sueño. Perdí la noción del tiempo. Algo parecido también me pasó cuando canté en el Colón. Fueron noches mágicas

–¿Existe la música para momentos o situaciones especiales?

–Cada situación de la vida tiene una banda sonora. Según el estado de ánimo: para hacer un asadito, para manejar. Me gusta eso de elegir.

–¿Hay algo que te guste escuchar y que nadie imaginaría que te gusta?

–Soy previsible, pero escucho de todo. Frank Sinatra, Tony Bennett, si quiero algo clásico. Me gusta Stevie Wonder, algo de rock… De  lo nuevo me gusta el estilo de Wos. No soy de ese palo, pero reconozco su talento y eso me gusta.

–¿Cómo es tu cuidado físico y de la voz?

–Me cuido. El cuerpo es la caja de resonancia de la voz, entonces es importante. Hago gimnasia, me cuido con la dieta. La voz con ejercicios y con lo más importante: el descanso.

–¿Qué se puede comer  antes o después de un show?

–Antes, nada. Sólo hay que tomar mucha agua. Pero con el estómago vació. Después mi cerebro pide mi comida favorita: pizza. Pero trato de ir variando. Lo importante es bajar la adrenalina, relajándose con amigos.

–¿Cómo no desanimarse frente a las adversidades?

–Hay que enfrentarlas. Hay que ser elástico, no tan rígido y no dejar que te doblegue nada. La fortaleza está en no dejarle ganar a lo que te tira para abajo

–¿Qué te hace reír?

–Hay situaciones absurdas y espontáneas que se dan en lo cotidiano que me divierten mucho. Soy de risa fácil, a todo le busco la gracia.

–¿Qué otro arte por fuera de la música te motiva o te encanta?

–Admiro todas las formas de arte y me encanta la capacidad de los otros de crear algo atractivo y bello. Sea músico, actor, futbolista o escritor. Me encanta toda persona capaz de sacar emociones de otra.

–¿Sos cabulero?

–Antes era más, pero con los años no tanto. Trato de confiar más en cómo me preparo. Pero bueno, nunca se sabe.

–¿El cantante seduce desde el escenario o cuando baja?

–Desde arriba del escenario. Creo que vender bien esas ilusiones momentáneas es lo que tiene que hacer un cantante. Ese es su ámbito.

–¿Qué es lo que más extrañas de la Argentina cuando salís de gira al exterior?

–Gracias al tango, pude conocer muchos países y ciudades. Pero nunca podría vivir en otro lado que no sea acá. Cuando uno se va de gira, extraña todo. Extraña la Argentina.

–¿Cuáles son tus temores en la vida?

–Que no me alcance el tiempo. Para hacer lo que uno quiere y sobre todo ayudar a mis hijas a ser felices. Me gustaría tener changüí para disfrutar de ellas lo máximo que pueda.

–¿Cuál crees o sentís que es el sentido de la vida?

–Perseguir incansablemente la felicidad y que de vez en cuando, sólo de vez en cuando, se deje alcanzar. «