Los números, se sabe, pueden ser engañosos. En nombre de las estadísticas algunos todavía creen que cuando una persona come dos pollos y otra, ninguno: dos personas tienen la panza llena con un pollo cada una. La edad suele favorecer simplificaciones similares. Sus mandatos y expectativas tienden a proyectar ecuaciones igual de fallidas. Las estadísticas oficiales dicen que Rodrigo de la Serna tiene 44 años. Sin embargo, la intensidad y diversidad de sus trabajos contradicen los garabatos del almanaque: de San Martín (El cruce de los Andes) a Palermo (La Casa de Papel), pasando Ricardo Riganti (Okupas), Juan Manuel de Rosas (El Farmer), Alberto Granado (Diarios de motocicleta), Jorge Bergoglio (Llámame Francisco), Matías Franco (El Lobista) y Franco Montero (Hermanos y detectives), entre muchos otros. De la Serna es un actor veterano por su currículum, pero que construye desde la desconfianza a la supuesta seguridad que otorga la experiencia y sostiene una voracidad innata por seguir descubriendo nuevos universos.

El reciente estreno de la película Al acecho (Francisco D’Eufemia) es otra muestra de sus convicciones. Su incorporación el año pasado al mega éxito La Casa de Papel (que mide su cantidad de espectadores en decenas de millones) le abrió un mercado global de enormes posibilidades. Las reglas de juego básicas de la industria audiovisual pedían a gritos un papel protagónico que fidelizara definitivamente esa enorme popularidad. ¿Una comedia romántica? ¿Un héroe de a pie, capaz de generar empatía instantánea? ¿Un papel ostentoso en el que debiera subir o bajar 25 kilos?  De la Serna optó por retomar el teatro de autor con El Farmer, volver a poner en movimiento a su proyecto musical El Yotivenco y luego sumarse a una película artesanal que elude cualquier estridencia en favor de una historia sencilla, pero de profundidad casi filosófica. Al acecho es un film poblado de silencios y huérfano de cemento. Se desarrolla en el Parque Pereyra Iraola, donde Pablo Silva (De la Serna) llega para sumarse al equipo de guardaparques. Se trata de un escenario abierto, donde la naturaleza manda y los humanos parecen sólo una anécdota ocasional. Un espacio estéril para mayores conflictos o disputas. Pero la naturaleza (humana) casi todo lo corrompe y Silva rápidamente se verá envuelto en una suerte de thriller rural junto a Mario Venandi (Walter Jakob), Mariano Rodríguez (Facundo Aquinos) y Camila Márquez (Belén Blanco).

Al acecho propone un cine que también se alimenta de silencios y no acude a los subrayados. ¿Eso fue lo que más te atrajo para sumarte a la película?

–Es un gran mérito producto del talento y la concepción cinematográfica de Francisco (D’Eufemia). Si bien uno como actor muchas veces se pone al servicio de otro tipo de propuestas, este es el cine que a mí me gusta ver y hacer. Me gusta mucho este tipo de respiración narrativa, con esas pausas, con esos silencios que pone una naturaleza que, en este caso, es omnisciente y casi funciona como un personaje más de la historia. Es una película con muchos ingredientes: es un thriller, tiene cosas de policial, de suspenso, pero siempre sigue su propio ritmo.

–Tu personaje esconde mucho más de lo que muestra. ¿Eso lo hace un desafío actoral más atractivo?

–Totalmente. No conocemos el pasado de Silva, qué lo hizo como es. Ni está expresado exactamente qué piensa o quiere hacer. Sabemos que es un tipo de las afueras, acostumbrado a la naturaleza y la intemperie: un lobo estepario. Pero no mucho más. Hay una escena donde mira una foto en la que hay un niño con un arma: yo siento que él se identifica con esa imagen. Que ahí hay algo que remite a su pasado. Pero es sólo mi suposición. Tanto el personaje como la película se construyen con los pequeños gestos, con lo dicho y lo no dicho. Los personajes tienen muchas zonas grises y eso siempre es más atractivo.

–Una parte fundamental de la carrera de todo actor es saber elegir qué propuestas aceptar y cuáles rechazar. ¿Cómo manejás ese tema?

–En este caso fue muy fácil porque el guión me encantó y conocía a Francisco (D’Eufemia). El hecho de que Francisco fuera el guionista, director y conociera tan bien el Parque Pereyra Iraola me dio las garantías de que los resultados iban a ser buenos,  que el traslado del guión a la pantalla no iba a ser traumático. Pero pensando en términos más generales, al menos para mí, no es tan complicado elegir una película. Te tiene que gustar el guión y punto. Es como el vino: te gusta o no te gusta. Ponerte a analizar los taninos, la madera y los gustos frutales puede ser demasiado… (risas).

Siempre estuvo cerca

Por estas horas De la Serna espera que le confirmen la fecha y hora exactas para tomarse un avión que lo llevará a España. Con todas las autorizaciones del caso, el actor se dará el gusto de retornar a la actividad luego de la parálisis global que vive el mundo de la industria cinematográfica. Volverá a encarnar a Palermo, esta vez en la quinta temporada de La Casa de Papel. Su estadía en el país ibérico será de por lo menos seis meses. «No puedo evitar el entusiasmo por volver a trabajar. El parate y la incertidumbre son muy difíciles para todos y uno siempre quiere hacer lo que le gusta», confiesa.

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La Casa de Papel es un fenómeno global muy poderoso. ¿Cuáles son las claves de esa repercusión que se mide en millones de espectadores?

–Siempre son múltiples las razones de un éxito de esta naturaleza y seguro algunos de los motivos ni los imaginamos. Pero creo que uno de ellos es el hartazgo de millones de personas de todo el mundo a las imposiciones del sistema financiero global. Un sistema que genera crisis permanentes donde siempre ganan y pierden los mismos. En la Argentina lo sabemos bien.

–¿Un personaje con actitudes tan repudiables como Palermo lo hace un desafío actoral más atractivo?

–Es lo lindo de esta profesión, que te permite abarcar distintas formas de la humanidad. Un día hacés de San Martín y otro de Palermo. En las primeras clases de teatro te enseñan a no juzgar a tus personajes. Pero siempre hay un intento casi filosófico de entenderlos, de comprender qué sienten, qué los lleva a lo que son.

–Se cumplen 20 años de Okupas. ¿Qué te dejo esa experiencia?

–¿20 años? ¡Qué locura! Veinte años no son nada y a la vez son todo, pasaron muchas cosas. Guardo un orgullo muy especial por Okupas. Cuando filmábamos sentí la enorme excitación de darme cuenta de que estábamos cocinando algo muy importante. Al menos para quienes participábamos del proyecto, de la repercusión que iba a tener después no teníamos ni idea. Por primera vez en mi vida sentí que participaba de un evento creativo significativo, en el que podía expresar mi mirada del arte y del mundo, por supuesto al servicio de alguien tan talentoso como Bruno Stagnaro. Todos estábamos metidos en la historia hasta la médula. Fue algo inolvidable poder dejar todo en favor de algo profundo, que no tenía nada de pasatista. Está mal que lo diga, pero lo voy a decir igual: creo que Okupas es una de las mejores series que se hicieron en nuestro país.

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–Hoy sos un actor con un gran currículum. ¿La experiencia pulveriza las inseguridades?

–Es cierto que la experiencia suele darte más seguridad. Pero eso también implica un riesgo grande porque podés llegar a pensar que tenés todas las herramientas a mano, todas las incertidumbres resueltas y encerrarte en vos mismo. Eso es muy peligroso. Es casi como tirarte en el sillón de tu casa y no salir más. El confort siempre es enemigo de una actuación profunda.

–¿Cómo estás llevando la pandemia?

–Aunque parezca mentira, con mucha alegría porque pude reconectarme con mi familia. Venía de un ritmo de laburo demoledor y quedarme en casa me permitió reconectarme. Aunque claro, otros familiares y amistades quedaron a la distancia. Son momentos en los que uno puede vincularse de otra manera, crear comunidad, incluso con sus vecinos próximos. Eso es la parte positiva. Por otro lado, está el cansancio, la necesidad de ejercer la profesión que amo. Y también la incertidumbre que genera estas crisis. Ojalá todos podamos volver a trabajar pronto y en condiciones dignas. Lo cual no siempre es fácil, pero tendremos que pelearla, como siempre.

–Las grandes crisis suelen favorecer a los más poderosos. ¿Cómo ves el día después?

–Me preocupa y me ocupa. Creo que este virus va a marcar un antes y un después. Ojalá la pandemia no nos deje un mundo todavía más injusto. Muchos van a intentar que eso ocurra, los que imponen las agendas siempre quieren sacar más ventaja. Pero desde abajo también se puede resistir y construir. Nunca hay garantías, pero siempre hay que unirse y pelearla.  «


Al acecho

Director: Francisco D’Eufemia. Guión: Fernando Krappy y Francisco D’Eufemia. Elenco: Rodrigo de la Serna, Belén Blanco, Walter Jakob y Facundo Aquinos. Disponible en Cine.ar Play.


El sueño y la realidad de Miranda


El orgullo de padre es una aspiración casi universal que no siempre se hace realidad. Rodrigo y Érica Rivas son los padres de Miranda de la Serna, quien también se dedica a la actuación y recientemente filmó junto a Pablo Sbaraglia la película Corazón vagabundo. La fecha de estreno del film no está confirmada, pero el propio Sbaraglia fue muy elogioso del trabajo de la actriz de 20 años.

«Estoy muy orgulloso de cómo está creciendo como actriz y de su presente. Justo ahora está conmigo en casa. Fui al set durante la filmación, pude ver algunas de las escenas que hizo con Leo y me parecieron muy buenas. Ahora quiero ver la película terminada. Es una historia muy linda, con mucha carga dramática y siento que ella estuvo más que a la altura. Lo digo como padre, pero también como colega», destaca De la Serna.

–¿La acompañaste durante la filmación?

–Sí. Me invitó ella y le dije que me encantaría, si no le molestaba, claro. A veces puede ser incómodo para un actor que haya gente dando vueltas en el set. Pero ella se sintió cómoda y yo lo disfruté mucho. Verla crecer como actriz y como persona es algo muy movilizante. Valoro mucho sus convicciones artísticas e ideológicas.

–¿Son esas cosas que hacen contrapeso en el mundo?

–Exacto. Sabemos que el mundo puede ser un lugar jodido, injusto, de mierda. Pero también que tenemos que tratar de quedarnos con lo mejor. Ver que tus hijos crecen bien y se pueden desarrollar de esa manera es una de las más grandes satisfacciones que uno puede tener.



Naturaleza y streaming

Pablo Silva es un personaje reservado que ama la naturaleza. Acaso esos puedan ser dos puntos de contacto con De la Serna. «La naturaleza es imprescindible, más allá de las afinidades de cada uno. No se puede vivir conectado al wifi 24 horas, los siete días de la semana y rodeado de cemento. No se lo recomiendo a nadie. Eso te mata rápido. Hay que poner las patas en la tierra, respirar al aire libre, es algo a lo que no podemos permitirnos renunciar. Pero la naturaleza no es un decorado ni un paraíso bucólico. Puede ser dura, lastimar. Un poco como lo vemos en Al acecho. Estamos acostumbrados a ver gente rota en las grandes urbes, pero también la hay en plena naturaleza.

–En tu naturaleza también está la música. ¿La pandemia canceló toda actividad del Yotivenco?
–Se hizo todo imposible. Se cortó todo. Si hay algo que no voy a hacer jamás en mi vida es un show o una obra de teatro por Zoom. No lo soportaría. Ponele la firma. Antes prefiero morirme (risas). Esperemos que lo más rápido posible podamos volver a nuestra actividad de una forma segura para nosotros y para el público.