«Para mí es una rivalidad que se armó más entre la gente», porque «en esa época Los Redondos casi no existían o eran muy chiquitos», le dijo el ex Soda Stereo Zeta Bosio a la revista Playboy, y reavivó una polémica que parecía finalizada. “Cuando se terminó Sumo [1987] -completó la idea-, la gente que seguía a esa banda hizo que el antagonismo se trasladara a Los Redondos. Y ellos comenzaron a exacerbar esa rivalidad en las letras. Les encantó eso de ir contra Soda y se armó esa historia de enfrentamiento».

Hay poca novedad en las declaraciones de Bosio para los estudiosos del tema y los testigos de aquel tiempo. Pero la aclaración no deja de llamar la atención, más cuando todos los protagonistas están lejos de los proyectos que los enfrentaron. Hace casi diez años Gustavo Cerati había dicho que «Soda era una respuesta al tipo de música que se escuchaba en aquel momento”, y que la se enteró de la rivalidad a través de su propio público, que “empezó a cantar en contra del Indio”. A su muerte el Indio quiso ser gentil y ponderó su «etapa solista», a la que calificó de “sólida y aventurera», a la de Soda Stereo. Tal vez por eso ahora Bosio se acuerda nuevamente de Los Redondos.

Pero Bosio y Cerati dijeron lo mismo de diferente manera: la de Los Redondos no era una música a atender por los Soda; la competencia artística era Sumo, verdadera innovación de la escena argenta, que desde una originalidad equivalente a la de Soda le hacía sombra ante la crítica, cuya opinión el trío valoraba sobremanera.

«Me parece que la música de los comienzos de los Redondos no es evolucionada, sino más bien un rock básico, que está bueno y funciona. Ellos hicieron una jugada y yo como artista respeto muchísimo las apuestas de otros», detalla Bosio en la entrevista a Playboy. La idea de evolución con la que pensó y sintió la música Soda resulta fundamental para entender esa especie de molestia que le producía al trío la comparación: a diferencia de Sumo, Los Redondos no estaban a la altura de la contienda, artísticamente hablando, por supuesto.

Por eso lo que sí Bosio le reconoce a la dupla Solari-Skay es su poder de convocatoria. «Por más que no me guste lo que hagan, no me sale criticarlos. No es fácil convencer al público con lo que hacés y llevarlo hasta un plano emocional. Para lograr eso se necesita de cierta magia, y ellos la tuvieron. En ese sentido, chapeau, son grandes.» Y ahí, cuando de gustos populares se trata, se acaba la polémica.

Algo que en su momento sí vivieron los seguidores de cada grupo. A fines de los ochenta el clima social se enrareció como nunca para una juventud que había dado sus primeros pasos públicos en la primavera democrática del gobierno de Alfonsín, viviendo una libertad que las generaciones que la precedieron ni habían conocido en sus mejores fantasías. Ante esa nueva realidad, las identidades y lugares de pertenencia cobraron nuevos bríos y los estandartes a levantar se convirtieron casi en una obligación: quien participaba con el mismo entusiasmo de ambas músicas se veía obligado a ocultar una de sus preferencias según en qué recital estaba; no se decía que se iba a ver a Los Redondos si se estaba viendo a Soda, y viceversa.

De alguna manera, lo que sucedía en las calles aparecía en las charlas íntimas de las bandas. «La discusión interna de Soda -recuerda en la entrevista Bosio sus charlas del momento con Charly Alberti y Cerati- siempre era que nosotros gastábamos un montón de dinero en producción y ellos (Los Redondos) invertían dos mangos, que les rendía más porque llevaban la misma cantidad de público que nosotros.» El público veía en las bandas una nueva representación de la disputa chetos-stones, y se los hizo saber a sus respectivos integrantes en cada presentación que hacían, presionandolos a que tomaran parte en la disputa.

Algunas corrientes de las ciencias sociales no descartarían la potencial relación entre las palabras de hoy de Zeta reaviviando la polémica y el momento pico del enfrentamiento entre los públicos, circa principios de los 90.