Rebeldes, locas, prepotentes; nos paramos ante el poder y dijimos «acá estamos».
Pusimos el cuerpo que era lo único que teníamos para poner
Hebe de Bonafini

“Falleció Hebe”. La noticia había circulado tantas veces que pensamos que, una vez más, era falsa. Sabíamos de sus problemas de salud y de su reciente internación, ¿pero cómo podía ser? ¿Cómo se va a morir Hebe si es eterna? No quisimos creerlo, pero esta vez la noticia era cierta: el domingo 20 de noviembre, Hebe María Pastor de Bonafini, presidenta y una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, murió a los 93 años en la ciudad bonaerense de La Plata. Sus cenizas quedarán para siempre en la Plaza de Mayo, donde marchó cada jueves durante 45 años.

Nacida en 1928 en El Dique, un barrio obrero de las afueras de La Plata, Hebe soñaba con ser maestra, pero sus padres no la dejaron estudiar. En 1949 se casó con Humberto “Toto” Bonafini con quien tuvo tres hijos: Jorge, Raúl y Alejandra. En su libro Historias de vida, Hebe recuerda que pasó toda la infancia de los chicos esperando alguna tragedia: su marido había entrado a trabajar a YPF, se amaban, tenían su casita en La Plata, no le había costado quedar embarazada, sus hijos no tuvieron ningún problema de salud y hasta podían ahorrar algo de plata para darse pequeños gustos, como ir a comer afuera cada tanto o comprarse unos zapatos. Hebe no podía creer tanta felicidad. Algo malo tenía que pasar. “Mi pánico a alguna desgracia persistía (de hecho, siguió toda la infancia de los chicos). Humberto repetía que había gente a la que nunca le pasa nada”.

La primera desgracia llegó el 8 de febrero de 1977, con el secuestro y desaparición de Jorge, el mayor de los hijos del matrimonio Bonafini. Desde ese día, Hebe recorrió comisarías, presentó hábeas corpus, se acercó a un grupo de mujeres que —como ella— buscaban a sus hijos e hijas y comenzaban a reunirse en Plaza de Mayo y, sin saberlo, inició su propio camino como militante política. Las desgracias siguieron. El 6 de diciembre de 1977, el terrorismo de Estado se llevó a su hijo Raúl y al año siguiente a María Elena Bugnone Cepeda, la compañera de Jorge.

En 1979, Hebe fue elegida presidenta de Madres de Plaza de Mayo. Desde entonces, su identidad como familiar de desaparecidos fue transformándose hasta convertirse en la madre de todes. La que nos cuidó siempre —y, como buena madre, nos retó cada vez que hizo falta—. No importaba cuándo ni dónde, saber que estaba Hebe era sabernos protegides por su coraje.

Hebe reivindicó siempre la lucha de sus hijos —ambos militantes del Partido Comunista Marxista Leninista—, sus ideas y sus biografías políticas. Decía que su mayor orgullo era haber sido “madre de revolucionarios” y —como muchas otras Madres— repetía que fueron ellos los que parieron a la Hebe militante.  “Antes de que fuera secuestrado mi hijo, yo era una mujer del montón, una ama de casa más. Yo no sabía muchas cosas. No me interesaban. La cuestión económica, la situación política de mi país me eran totalmente ajenas, indiferentes. Pero desde que desapareció mi hijo, el amor que sentía por él, el afán por buscarlo hasta encontrarlo, por rogar, por pedir, por exigir que me lo entregaran; el encuentro y el ansia compartida con otras madres que sentían igual anhelo que el mío, me han puesto en un mundo nuevo, me han hecho saber y valorar muchas cosas que no sabía y que antes no me interesaba saber”.

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“No quiero que comprendan nuestro dolor, quiero que entiendan nuestra lucha”, dijo Hebe alguna vez y nos invitó a militar con ella por un país más justo e igualitario. Un país sin olvido ni perdón, pero también un país con pan, techo y trabajo para todos, todas y todes. Con su pañuelo blanco, hizo de la maternidad un hecho colectivo y transformó el dolor en una militancia feroz por una vida feliz para el pueblo.

Hebe también nos abrazó. En la Universidad Popular de las Madres quienes eran expulsades de sus familias, de las instituciones, encontraron una casa, amor, compañeras, una Madre queer. “En el 2001, las Madres nos abrieron su universidad sin ningún pero. ¿Quién más nos iba a abrir las puertas si no era Hebe?”, cuenta la activista trans Marlene Wayar. Fue en esa misma universidad donde Lohana Berkins, nuestra comandanta de las mariposas, estudió periodismo y entabló una profunda amistad con la titular de Madres de Plaza de Mayo. Años antes, Lohana se había acercado a la ronda de los jueves para pedirles su solidaridad y denunciar la persecución policial que sufrían las travestis. “No te preocupes, nosotras tenemos claro cómo es la lucha de ustedes, y todos sabemos que siempre serán ellos los más prostituidos”, le respondió Hebe.

No hay hecho político de nuestra historia reciente que no la tenga como una de sus protagonistas, siempre presente. Hebe en la Plaza exigiendo la aparición con vida de sus hijos en plena dictadura genocida —y después también—. Hebe luchando contra quienes pretendían condenarnos al olvido y el silencio, y sembrando las semillas de la Memoria, la Verdad y la Justicia para siempre. Hebe denunciando la miseria planificada del neoliberalismo más cruel. Hebe, escudo del pueblo, enfrentándose a la policía montada durante la represión del 2001. Hebe entrando a las fábricas recuperadas por sus trabajadores. Hebe abrazando a las travestis en la Universidad de las Madres, incluso antes de que lo hiciera el feminismo argentinoHebe recibiendo a las putas y convirtiéndose en la afiliada N°1 del Sindicato de Trabajadorxs Sexuales de Argentina. Hebe exigiendo la libertad de Milagro Sala. Hebe, nuestra Madre punk, nuestra Maradona de los derechos humanos, rebelándose contra todos y todo, con su puño rabioso siempre en alto, enseñándonos a llevar la rebeldía como bandera.

Hasta siempre, Hebe.

Ilustración: SEELVANA

Este artículo se publicó en Latfem y es reproducido por Tiempo Argentino a partir de un convenio de publicación para difundir periodismo especializado y de calidad.