“¡Boliviana de mierda! ¡No mirás cuando caminás!”. Esa frase le gritaron a Marcelina Meneses el 10 de enero de 2001 al subir en la estación Ezpeleta del tren Roca. Llevaba a upa a su bebé Joshua, de diez meses, y varias bolsas. Nadie le dio el asiento ni le hizo lugar  en el vagón, por ese motivo rozó al hombre que la insultó. A ese insulto se sumaron otros, incluido el del guardia del ferrocarril, hasta que alguien empujó a Marcelina y a su bebé del vagón y así los mataron.

Varias personas estuvieron ahí y vieron lo que pasó. Pero solo una lo contó. La empresa TMR (Transportes Metropolitanos Roca) negó los hechos y la causa se cerró. Doce años después, la Legislatura porteña, a partir de la Ley 4409, declaró el 10 de enero el Día de las Mujeres Migrantes.

Desde ese terrible episodio cambiaron muchas cosas para las y los migrantes en la Argentina. En enero de 2004 se aprobó la Ley de Migraciones (25.871), militada especialmente por mujeres que llevaban años violentadas por el sólo hecho de no haber nacido en la Argentina. “He sufrido todas las violencias. Por eso, nosotras en la organización damos siempre alguna respuesta”, dice Natividad Obeso, presidenta de la Asociación Civil Mujeres Unidas Migrantes y Refugiadas en Argentina (Amumra) que funciona desde 2001.

Amumra nació por impulso de un grupo de mujeres migrantes peruanas que peleaban por el derecho al acceso de la educación superior de sus hijos. Entre ellas estaba Natividad, quien había llegado a la Argentina en 1994 como perseguida política. En su pueblo, Cajamamba, era empresaria de la industria cervecera y tenía una buena situación económica. Al huir hacia Argentina tuvo que enfrentarse a un sinfín de situaciones basadas en la discriminación.

“En los 90′ nosotras caminábamos y la policía nos detenía. A mí me encerraron en una comisaría, me hicieron hacer la limpieza y me liberaron a las 24 horas. Eso ahora no existe”, cuenta. “Cuando sucede nos llaman las compañeras y ahí vamos a exigir nuestros derechos de acuerdo a la Ley 25.871. Pero el panorama con las trabajadoras no ha cambiado. Las mujeres migrantes siguen trabajando en la informalidad, en la peor precariedad y su salud cada día se deteriora. No hay mucha ayuda ni apoyo a estas mujeres que son en su mayoría las trabajadoras de casas particulares”, describe la directora de Amumra.

Destaca lo necesario que es el acceso a la información de esos derechos y que las mujeres no están al tanto y que el Estado ni las organizaciones políticas se ocupan. “Las organizaciones no empoderan a las mujeres migrantes”.

Foto: AMUMRA

El primer eslabón de trabajo para las mujeres migrantes es el trabajo en casas particulares. “También fuimos activas en la aprobación de la Ley 26.844, de trabajadoras de casas particulares. Muchas mujeres no están al tanto de todos sus derechos pero saben que la ley existe” y agrega, “lo que sí vemos que cambió es que ahora al menos levantan voz. Se ha roto ese silencio de la mujer migrante”.

El aporte económico de las mujeres migrantes en materia de cuidados no se visibiliza. “¿Quién cuida a las que cuidan? Seguimos teniendo más del 70% de trabajadoras de casas particulares”, afirma. “Tampoco se visibiliza que muchas de ellas legaron hace años y que luego trajeron a sus familias para estar juntos. Ese dinero ya no se va del país, se origina acá y se queda acá. Eso nunca se dice”, agrega.

Para Obeso, falta también aportar en la representatividad. “Tenemos un Ministerio de las Mujeres con un Consejo con todos los sectores representados menos las migrantes. En la Defensoría no hay un espacio para migrantes, pero sí para colectividades. Las colectividades no migran, migran las personas”.

Y destaca: “hay una idea de que el migrante viene a vivir gratis. No es así. Para vivir gratis y en malas condiciones me vuelvo a mi país. Venimos a trabajar, a que nuestras vidas sean mejores. Muchas veces los problemas no están solo en los gobiernos. Si no que hay cierta perversidad en la sociedad civil”.

La violencia institucional es algo que, según afirma Natividad, se intensifica cada tanto. “Es una violencia demasiado perversa para las comunidades peruanas, bolivianas, paraguayas y para los senegaleses. Pero ahora podemos hablar de violencia institucional, antes no podíamos era tabú”

Recuerda que el único presidente que las escuchó fue Néstor Kirchner, cuando estaban trabajando la ley. “Nos escuchó y no nos mintió. Dio dignidad al migrante. Después, en el gobierno de Macri sacaron ese decreto terrible, el 70/2017. Yo les decía a mis compañeras, ‘derogarán la ley por encima de mi cadáver’. Porque yo no lo iba a permitir. Padecí mucho cuando llegué y no estoy dispuesta a que le suceda a ninguna otra mujer migrante”.

Un registro de experiencias

Amumra presentará Voces de mujeres migrantes y refugiadas, la realidad de migrar en la próxima edición de la Feria del Libro.

«Nuestra herramienta más importante es la comunicación, hacemos un trabajo de base y en territorio», enfatiza Obeso.

En la web www.amumra.org.ar está registrado el trabajo que realizan y las sedes de la organización. También se pueden comunicar a través del IG: @amumraddhh, al WhatsApp 11 6330-0000 o al FB /mujeres.migrantas.