El 31 de enero de 2009 Luciano Nahuel Arruga fue visto con vida por sus familiares y amigos por última vez. Seis años y ocho meses después, se supo que esa noche murió después de ser atropellado en la General Paz cuando huía desesperadamente. ¿De quién se escapaba el chico de 16 años que vivía ahí cerca, en lomas del Mirador? Según el conductor que lo embistió había un patrullero con las luces bajas en la colectora y su testimonio no hace más que reforzar la sospecha que tienen los familiares de Arruga y los organismos de derechos humanos: miembros de la Policía Bonaerense son responsable de su muerte, después de haberlo hostigado y torturado –por eso hay un policía condenado a diez años de prisión- para que robase para ellos.

«La lógica que opera atrás de cada uno de los casos, es la misma. Instalaron la figura del pibe chorro, esa figura demonizada, criminalizada, discriminada. Los grandes medios de comunicación se encargan de fogonear este mensaje, de instalar este mensaje en nuestra sociedad. Cada vez que esos mensajes se profundizan con pedidos de mas mano dura, avanzan las políticas de cada uno de los gobiernos constitucionales para endurecer las leyes las penas, el control, la represión que actúa como una política de control social, por sobre todo hacia los sectores pobres y por sobre todo hacia nuestros jóvenes humildes», dijo su hermana, Vanesa Orieta quien esta semana llevó adelanto un acto para pedir justicia junto a Nora Cortiñas, a familiares de Rafael Nahuel, a Sergio Maldonado y a organismos sociales y de derechos humanos.

El caso de Luciano es un símbolo de la violencia institucional. Fue la Policía la que lo torturó para delinquir. Fue la misma fuerza la que lo llevó a escaparse y a morir atropellado. Fue la Justicia la que no ató cabos entre la denuncia de desaparición forzada y el testimonio del conductor del auto (quien se presentó no bien sucedió el hecho) y fue también la Justicia la que no aceptó el pedido de Habeas Corpus hasta 2014, cuando se encontraron los restos de Luciano enterrados en el Cementerio de la Chacarita como NN.

Sufrió torturas en las diferentes comisarías donde fue detenido antes de su desaparición. «Son muchos los casos de desapariciones forzadas en nuestro país, en democracia. A eso no se le puede llamar impericia o error. Es complicidad», denuncia Orieta, que no duda en explicar por qué lo buscaron a él: «A Luciano lo mataron porque se negó a robar para la Policia».