Pasó la pandemia, pero quedaron huellas. Y la tecnología es una de ellas. Si el uso de pantallas ya venía en alza en todos los integrantes de los hogares (al fin y al cabo, el primer espejo de los niños son sus padres, si los ven usando el celular todo el día, difícilmente no lo hagan ellos), el aislamiento lo multiplicó de manera exponencial. Lo que trajo alertas.

Expertos en psiquiatría infanto-juvenil del Hospital de Clínicas de la UBA detectaron un incremento en el consumo de las redes sociales por parte de chicos y jóvenes que «va de la mano con consecuencias en distintos aspectos de sus vidas», según afirmaron. Puede ir desde la construcción de «fachadas» o los peligros de los «challenges», hasta conflictos emocionales. Desde el centro de salud alertan: «atendemos a cada vez más chicos con sentimientos de rechazo».

“Cuando hay cuestiones que están afectando a los niños en su desempeño en cualquier área de su vida, se deben detectar y evaluar los signos y síntomas que presentan. A su vez desde las áreas de pediatría se debe solicitar una interconsulta con profesionales de salud mental«, enfatiza la doctora Silvia Ongini, psiquiatra infanto-juvenil del Departamento de Pediatría del Clínicas.

«Es trascendental trabajar con los pacientes y sus familias para que puedan dialogar entre ellos, para que los chicos no estén prendidos todo el tiempo a la pantalla y con la idea de que los padres conozcan qué usos hacen de los dispositivos. No se trata de ser invasivos sino de cuidar”, acota.

Vínculos

Para la especialista, el uso creciente de este tipo de plataformas digitales potenciado desde la pandemia desplazó «la construcción de vínculos interpersonales en un contexto presencial de forma significativa y afectando de distintas maneras en la vida de niños, niñas y adolescentes».

Ongini identifica aspectos esenciales:

  • Autoestima: niños y adolescentes que consumen redes son más propensos a las alteraciones en su autoestima. «Particularmente los más grandes buscan pertenecer a determinadas grupalidades y las redes, por el anonimato y la construcción de ‘fachadas’, deterioran su autopercepción y los expone a situaciones de grooming y otras formas de ciberataque. Es importante trabajar en la confianza en sí mismos y sus sentidos, para ‘ponerle filtro’ a lo que se difunde a través de las redes».
  • Concentración: insta a matizar el uso de las redes con otros tipos de contenidos. Lo que se publica en ellas suele durar poco y ser distractivo. «Además distorsiona información, muchas veces con objetivo mercantilista». Y aconseja intercalar la lectura de libros o mirar películas, «que aportan otros tipos de matices y tiempos».
  • Capacidad crítica: están en auge los “desafíos” o “challenges” que se promueven por distintas plataformas. Los chicos suelen creerlos y, según marca, experimentan una sensación de recompensa. «Es importante que tanto ellos como sus familias estén informados sobre este fenómeno y qué consecuencias tiene. Uno sabe los riesgos a los que se puede exponer saliendo a la calle a determinadas horas y por determinados lugares. Eso debe ser semejante en las redes sociales».
  • Emocionalidad: «atendemos a cada vez más chicos con sentimientos de rechazo», enfatiza. El contexto de las redes no suele habilitar un contacto uno a uno sino que muchas veces genera un contexto hostil, donde se bloquea, expulsa o cancela a la otra persona. «Se trata de situaciones que a los chicos les resulta difícil manejar. En este sentido, resulta fundamental el diálogo entre los miembros de la familia, configurar modos de privacidad y tener en cuenta la edad para el uso de determinadas plataformas». 
  • Manejo de la ansiedad: es común la sensación de temor por estar perdiéndose algo o quedar fuera de algo que puede ser “fabuloso”. Se la conoce como FOMO. «Por eso hacemos hincapié en trabajar para tomar conciencia de que las redes sociales son una ‘fachada’ donde todos muestran la mejor imagen y experiencias que supuestamente son ‘extraordinarias’”. 

Emociones y la post pandemia

La pandemia dejó secuelas «y vamos a tener que trabajar duro para superarlas”, remarcó a este diario tiempo atrás el pediatra Lucas Navarro, del Comité de Prevención de Lesiones de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP).

“Lo que describen las estadísticas internacionales es que aumentó la depresión en niños por efecto del aislamiento, los trastornos de alimentación, el consumo de pantallas. La pandemia golpeó los pilares de la salud mental. Ahora hay que hacerse cargo de todas las decisiones, más y menos acertadas, que tomamos, de las secuelas. Trabajar juntos los profesionales, los padres, la escuela, para mejorar la contención y acompañar con paciencia y respeto la crianza de los chicos, que ya era un desafío y se exacerbó”, añadió.

Uno de los momentos que más hay que poner la lupa en que no usen las redes es el de la noche, previo al sueño. Justamente, un elemento fuertemente atravesado por la época de coronavirus y su post. La Enuresis Infantil (o incontinencia urinaria nocturna), por ejemplo, subió tras el 2020 y el 2021, alcanzando al 20% de la población infantil de más de 5 años. En chicos y chicas de hasta 10 años llega al 7,5 por ciento.

En los últimos años tanto UNICEF como la ONU vienen alertando por el incremento uso de las pantallas. En 2021, la Directora Ejecutiva de UNICEF, Henrietta Fore, ya remarcaba que «la salud física y emocional de los niños es cada vez más preocupante, y existen pruebas que sugieren que pasar más tiempo en internet conlleva realizar menos actividades al aire libre, reduce la calidad del sueño, aumenta los síntomas de ansiedad y fomenta hábitos de alimentación poco saludables».

Entre otras recomendaciones, sugería que «la industria de la tecnología y las redes sociales garanticen que en las plataformas de internet existan medidas de seguridad y protección mejoradas a las que puedan acceder con facilidad los maestros, los progenitores y los niños».

El año pasado, un grupo de expertos en visión de la Universidad Anglia Ruskin (ARU, Reino Unido) demostró que el tiempo de pantalla digital en los niños aumentó significativamente durante la pandemia y advirtieron sobre los riesgos potenciales que eso conlleva para la salud física.

El estudio, publicado en el ‘Journal of School Health’, sostiene que por ejemplo, en Canadá, el 89 por ciento de los padres admitió que sus hijos superaban las pautas diarias de dos horas establecidas por las autoridades sanitarias del país.

Clases virtuales en pandemia.
Foto: Diego Martinez @ildieco_diegomartinezph

En Alemania, el tiempo frente a la pantalla había aumentado aproximadamente una hora al día mientras que en Chile, un estudio encontró que el tiempo de pantalla entre los niños pequeños y en edad preescolar casi se había duplicado a más de tres horas por día, mientras que en Túnez los investigadores informaron un aumento del 111% en el tiempo total de pantalla para niños de 5 a 12 años.

La revisión informó que los niños y adolescentes a menudo usan varios dispositivos a la vez, por ejemplo, para navegar por las redes sociales en su teléfono mientras miran contenido en otro dispositivo. Cambiar entre dispositivos aumenta la tensión en el ojo en un 22 por ciento, «ya que esto implica cambiar las distancias entre diferentes dispositivos, lo que obliga a los ojos a adaptarse».

«Es fundamental que los dispositivos se utilicen de forma adecuada y que se fomenten actividades alejadas de los dispositivos digitales, como jugar al aire libre«, soslayó la autora principal, Shahina Pardhan.

El aumento del tiempo frente a la pantalla también puede provocar tensión en el cuello y los hombros, aumenta la cantidad de tiempo que se pasa sedentario y también se asocia con comer en exceso.

La autora completó: «Los gobiernos deben trabajar con las escuelas para ayudar a dar forma a las pautas de aprendizaje en el hogar que fomentan el aprendizaje creativo lejos de los dispositivos, incluida la promoción de otros tipos de actividades y frecuentes interrupciones de la pantalla».

Cuándo consultar

Desde el Servicio de Pediatría del Hospital de Clínicas ([email protected]), las y los especialistas aconsejan consultar cuando el uso de pantallas y redes interfiere en las actividades habituales, el juego y/o el estudio de los chicos, porque se transforma en su actividad principal; si se presentan cambios de conducta, alteración del sueño o alimentación; cuando no saben cómo ayudar a sus hijos para un uso apropiado de las pantallas, o si el chico o la chica se relaciona sólo en espacios virtuales con otros pares.