En un contexto de alta inflación, con las grandes alimenticias en el centro de la escena, y en un país en el que el 60% de sus adultos y el 40% de sus niños tienen sobrepeso, comenzó a regir ayer el etiquetado frontal de alimentos. Pero aún no se verá de manera masiva en las góndolas. El proceso será gradual, y posiblemente hasta fines de 2023 no se efectivice en su totalidad.

Cumplidos los seis meses desde la reglamentación de la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable, los productos (alimenticios o bebibas) ya deben fabricarse con los octógonos negros visibles en sus envases, cajas o latas, con mayúsculas blancas que alerten en cada caso que haya exceso de componentes como azúcar, calorías, sodio, grasas totales y saturadas, en base a la escala de nutrientes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). También habrá leyendas rectangulares por presencia de cafeína o edulcorante, para evitar su consumo en menores. Pero lo estipulado tardará en abarcar a todos. El licenciado en nutrición, Ignacio Porras, director ejecutivo de la Fundación Sanar, explica a Tiempo que, por un lado, la ley “no es confiscatoria”, por lo que no se quitarán del mercado los productos sin octógonos fabricados hasta ayer. Por otro lado, en esta etapa aplican las grandes empresas. Las pymes tendrán seis meses más de plazo. Pero además grandes y chicas pueden pedir prórrogas de seis meses más, por única vez. De hecho ya la solicitaron 236 firmas abarcando a más de 11 mil productos. Si las pequeñas empresas piden prórroga, recién se vería efectivizado en más de un año.

Lo que venció ayer es el plazo de implementación de la primera etapa para las grandes empresas. Para el 20 de mayo finaliza la segunda etapa para las grandes empresas, lo que implica que deberán colocar sellos a más productos con valores iguales o mayores de un tope inferior. Si primero tenían que poner exceso de azúcar a los productos que contenían un 20% del total de energía proveniente de azúcares añadidos, luego ese tope desciende al 10%, por lo que alcanzará a más alimentos.

Hubo prórrogas por temas de importación de insumos o por procesos de reformulación nutricional de productos para evitar los octógonos negros. “Un producto que hoy tiene un aditivo de sodio puede reemplazarlo por uno de potasio y no llevaría sello”, ejemplificó Evangelina Macías, del Instituto Nacional de Alimentos (INAL). Quienes quieran «readecuarse» tendrán hasta dos años, dependiendo el caso. “Desconocemos el nombre de cada producto al que le fue otorgado la prórroga –reclama Porras–, eso suma confusión. No sabemos si el producto que no tiene el octógono es por stock, por incumplir la ley o si es por prórroga”. En caso de incumplimiento, las sanciones van desde apercibimientos hasta multas o clausuras.

“La industria siempre fue igual –resalta–. Va a hacer todo lo posible para embarrar la discusión. El impacto del contexto socioeconómico en el poder de compra colabora en la mala interpretación de esta ley. Se piensa que es una ley de elite, y es equivocado. Justamente hace foco en acercar alimentos reales y menos basura a las poblaciones más vulnerables, donde se ve un mayor consumo de este perfil de productos, y por consiguiente el impacto de la salud”. La norma obliga al Estado a priorizar productos saludables en las asistencias alimentarias, y a regular los que se distribuyen en los colegios: “Hoy los entornos escolares favorecen el desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles”.

Según una encuesta del año pasado de Unicef, la mitad de las niñas y los niños reconoce haber pedido que le compren un alimento específico porque lo vio en una publicidad. La música (43%) y la participación de algún influencer (37%) fueron lo más determinante. Todos los productos relevados incumplían los estándares de nutrientes de la OPS. La mitad, con exceso de azúcares.

La ley prohíbe estrategias como personajes, concursos o supuestos avales científicos para venderles el producto a las infancias. Pero Porras advierte que “no colabora que en un año de Mundial la ANMAT no comunicó aún qué va a hacer con respecto a la publicidad de empresas de productos ultraprocesados, que son los principales sponsors”.

“Va a ser un cambio muy significativo, porque permite detenernos ante un acto que suele ser impulsivo, por repetición como es hoy el de comprar comida”, plantea la investigadora y escritora Soledad Barruti en el podcast “Letra E: Etiquetado Frontal”. Acota que la norma “va a tener un tiempo hasta su aplicación, y luego va a haber que defenderla en góndola. Sabemos que el lobby no se queda quieto, incluso con la ley ya puesta en acción. En algunos países como Uruguay lograron frenarla; en otros como México se ve un claro efecto en el comportamiento de los consumidores y las consumidoras”. En Chile, tras diez años, el 68% de las personas declaró haber cambiado sus hábitos. “Todos los cambios generan resistencias. Hasta fin de 2023 estamos en una transición”, aclaró la ministra de Salud, Carla Vizzotti. Se tratará, en definitiva, de conocer qué comemos. Para alimentarnos mejor.

La claves

Para promover una alimentación saludable los productos deben brindar «información nutricional simple y comprensible de los alimentos envasados y bebidas analcohólicas».

Aquellos con excesos de componentes como azúcares, sodio, grasas saturadas, grasas totales y calorías deberán tener octógonos negros con letras mayúsculas blancas visibles en el paquete alertando de su contenido a quien quiera comprarlo.

La ley también regula los entornos escolares, que no podrán tener alimentos ultraprocesados o dañinos para la población infantil.

La normativa además regula las publicidades engañosas o que utilicen personajes o concursos, y obliga al Estado a que en las licitaciones de alimentos priorice a las empresas que ofrezcan aquellos más saludables.

La Ley apunta a los alimentos procesados y ultraprocesados, es decir a aquellos alimentos y bebidas analcohólicas que en su proceso de elaboración se hayan agregado azúcares, grasas, sodio, edulcorante y/o cafeína.

Las excepciones son las fórmulas para lactantes y niños, alimentos para propósitos médicos específicos y suplementos dietarios.

El azúcar y la sal no llevarán el sello porque no tienen agregados en su elaboración. También está exceptuados los aceites vegetales y frutos secos.

No habrá advertencias de calorías porque las calorías no son consideradas un nutriente crítico ya que en realidad son una unidad de medida, es la forma en que se mide la energía que aportan los alimentos.