La Ciudad de Buenos Aires –o apenas la “Capital” para quienes viven del otro lado de la General Paz– tiene el Obelisco, Caminito y el Teatro Colón. Pero el Conurbano, y es un motivo de orgullo nada menor, tiene los boliches. Históricos y multitudinarios, los locales bailables del primer y segundo cordón han acompañado la vida de los bonaerenses (y también la de los porteños). Aquí, tres ejemplos que van a emocionar a más de uno.

El 17 de diciembre de 2011, después de 57 años ininterrumpidos, el mítico Sunset cerró para siempre. La disco, que tomó su nombre del Sunset Boulevard de Miami, se convirtió en un ícono de la noche de Buenos Aires al funcionar como restaurant, pileta diurna y complejo nocturno los viernes, sábados y vísperas de feriados. Ubicado en Roque Saénz Peña 440, en Olivos, fue también el refugio predilecto de famosos y mediáticos, aunque en la última etapa los visitantes VIP fueron los participantes de Gran Hermano, vedettes del momento e integrantes de Bailando por un Sueño.

Sobre Rivadavia al 17.400, en Ramos Mejía, Pinar de Rocha (foto) continúa ostentando el título de boliche más famoso de la zona oeste. Nació en los años ‘60, con pistas de diversos ritmos, pero pronto diversificó su público con recitales en vivo y la presencia de artistas (desde Spinetta Jade a Jorge Porcel pasando por Edda Bustamante y la elección de la Chica Jeans). En 2011, Daniel Bellini, dueño de Pinar, fue condenado a 16 años de prisión (al año siguiente el Tribunal de Casación bonaerense confirmó la condena, pero le redujo la pena a 15 años) por el crimen de su mujer y madre de su hija menor, la bailarina Morena Pearson, pero eso no alcanzó para que el boliche bajara la persiana. En el último tiempo, la fama de Pinar se debió a la práctica de sexo explícito dentro del local entre los concurrentes y con quienes protagonizan los shows eróticos.

Si de Conurbano profundo se trata, la cita obligada es Jesse James. Ubicado en República de Portugal y Ruta 3, a pocas cuadras del estadio de Almirante Brown, inauguró su fama la noche del 23 de noviembre de 1981. Mientras en el salón central predomina el ritmo latino, en las pistas secundarias se baila música electrónica, pop, cumbia y rock (el local también es escenario de bandas y solistas). Pero el mito de Jesse, como le dicen los habitúes, se sustenta en su concurrencia. Según los organizadores, el récord de asistencia fue en el aniversario de 2003. Esa noche, casi 22 mil personas edificaron el mito.