La transformación del Zoológico de la Ciudad de Buenos Aires en un gigantesco shopping al aire libre, un viejo anhelo del PRO, avanza a paso firme en la Legislatura porteña, impulsada por la voluntad de una cómoda mayoría oficialista. Con 42 votos positivos de las bancadas de Vamos Juntos, Evolución, el Partido Socialista y el GEN, se aprobó en primera lectura la ley que autoriza a concesionar a privados más de 20 edificios y espacios públicos ubicados dentro del predio de Palermo, casi todos ellos objeto de preservación por su valor patrimonial histórico y cultural, que suman un total de 33.050 metros cuadrados, equivalentes a una quinta parte del superficie total del zoo. La iniciativa, ya polémica en términos de enajenación del espacio público, presenta otro inconveniente de difícil solución en el corto y mediano plazo: al menos la mitad de los lugares que se pretende empezar a entregar para su explotación a privados este mismo año están actualmente ocupados por animales, y el proceso para derivarlos a otros sitios adecuados para su preservación no es sencillo ni puede acelerarse sin riesgo para la vida de las 104 especies que aún habitan el zoo, cerrado en junio de 2016 tras 140 años de historia. En rigor, su reconversión en Ecoparque, con topadoras y obradores, se realiza con casi un millar de animales adentro.

La iniciativa del gobierno de Horacio Rodríguez Larreta prevé períodos de uso y explotación de diez, 15 y 20 años de los centenarios edificios y también de los terrenos que quedarían liberados con el traslado de los animales cautivos, para ser destinados a actividades educativas, recreativas y de servicios.

«Es un ‘Ecofraude’ y pronto puede convertirse en un ‘Ecoshopping'». Así lo ven desde la asociación civil SinZoo, que desde hace años denuncia el brutal anacronismo de mantener animales en cautiverio. «Estamos realmente asustados. Como necesita tener el Ecofraude encaminado para su reelección en 2019, Larreta va a mandar a los animales a cualquier lugar llamado zoológico o comprimirá aun más el espacio que habitan hoy, los hacinará y maltratará para liberar espacio para sus restaurantes y peloteros arancelados», sostiene Malala Fontán, referente de SinZoo. «Se dieron cuenta de que reconvertir un zoo no es una pavada, que les queda grande, pero igual quieren que salga ya, hay mucho dinero en juego».

Pero más allá del interés de unas pocas instituciones por recibir animales –el lunes pasado se autorizó la cesión gratuita al Acuario de San Pablo de dos lobos marinos, y el Buin Zoo, de Chile, hizo gestiones por el hipopótamo pigmeo–, respondiendo a la generosa convocatoria pública que hicieron las autoridades de la Unidad Proyectos Especiales (UPE) Ecoparque Interactivo, lo cierto es que las derivaciones son un proceso lento, que choca con la evidente urgencia del gobierno de Larreta de avanzar en las concesiones. En cualquier caso, las autoridades del Ecoparque se apuraron a licitar a favor de la firma Newport Cargo, por 12,7 millones de pesos, el diseño y la construcción de habitáculos para el traslado de 42 ejemplares cuyos destinos aún no fueron decididos, con el pretexto de que lleva tiempo entrenarlos para que se acostumbren a esos habitáculos. El de la elefanta Mara (ya hay un convenio para su salida a un santuario en el Mato Grosso) cuesta $ 2.759.450.

Las derivaciones son expedientes complejos, que dependen de la salud de cada ejemplar, del interés de otros parques de recibirlos, de una tortuosa burocracia de permisos sanitarios y de una logística complejísima que estiran todos los plazos. «La sombra oscura que se cierne sobre los animales es el traslado a otros centros de explotación», dice Fontán. En efecto, la Ley N° 5752, que creó el Ecoparque, no estipula que las derivaciones deban ser necesariamente a santuarios que recreen el hábitat natural de cada especie, y el temor es que, en el apuro, recalen en zoológicos que repliquen la lógica de exotismo, encierro y exhibición.

Las escasas derivaciones de grandes animales hechas hasta el momento (exceptuando a las 370 aves y pequeños mamíferos y reptiles que pertenecían a la Dirección Nacional de Fauna) tuvieron serias falencias. Tres cérvidos de los 130 enviados a la Estación de Crías de Animales Silvestres, en Villa Elisa, murieron antes, durante y después del traslado. También decenas de carpas (los grandes peces anaranjados que vivían en los estanques), abandonadas una noche en recipientes sin oxígeno antes de llegar al Jardín Japonés. Un biólogo del Ecoparque propuso la eutanasia para 200 tortugas y tres búfalas sin posibilidades de derivación, a fin de apurar la liberación de espacios privatizables, pero la idea se hizo pública y afortunadamente no prosperó. La muerte de la jirafa Lara, en 2014, pocas horas después de su traslado a un zoo rionegrino, es el peor de los antecedentes. El inminente desafío que tiene por delante el Ecoparque es que los cuatro osos de anteojos arriben sanos y salvos a Ecuador, donde es especie nativa y amenazada.

Joyas de remate

Las privatizaciones arrancarían este mismo año. La Casa de los Osos, la primera estructura de líneas neogóticas construida en 1897, y la Condorera, donada en 1903 por el gobierno de Chile, serán concesionadas por 20 años. Y por 15, la Confitería del Águila, el Pabellón de las Fieras y el de los Loros, el Reptilario, la Leonera y el Acuario. Por diez años se entregará también la explotación de la llamada «Casita Bagley», una construcción de principios de siglo XX que originalmente iba a ser una estación de tramway.

Pequeños detalles: en la fosa de los leones todavía viven tres ejemplares del rey de la selva palermitana, ya prolijamente ofrecidos en el Boletín Oficial; y en el acuario, diez lobos marinos. El programa pionero en la rehabilitación y liberación de lobitos rescatados en el Río de la Plata, fue discontinuado.

De prosperar el proyecto, la segunda etapa de concesiones, a partir de 2020, alcanzaría por 20 años al Templo Hindú de los Elefantes, réplica de uno de Bombay construido en 1904 (donde todavía estarían Kuki y Pupi, las elefantas africanas, por quienes hay aún inciertas ofertas desde Brasil y Sudáfrica), y al de los Cebúes. Por diez años se privatizarán el Pabellón Ruso, los chalets de Ciervos y Bisontes y el de los Rinocerontes, y la Casa de las Jirafas. Allí siguen, por ejemplo, los dos rinocerontes blancos y las tres jirafas (incluida la cría que se pudo ver en redes sociales alimentándose de la basura), sin posibilidades de traslado a la vista. Como ya advirtieron todos los expertos (también los de las fundaciones Jane Goodall y Azara, que se alejaron con críticas al manejo de la UPE), muchos animales directamente no podrán ser reubicados.

Por fin, desde 2022, la última etapa de privatizaciones en el zoo cederá a privados el Antiguo Monario Azul y el Pabellón de los Camellos (donde hay tres ejemplares bactrianos) por 15 años, y por diez, la Casa de los Ciervos y Tapires, la ex Choza Congoleña, la Administración y el Museo de Arte Infantil, ex Casa de los Pumas y las Víboras.

A estas casi tres hectáreas y media de predios a concesionar (ningún oferente podrá quedarse con más de tres espacios) se agregarán otras áreas aún no ponderadas en superficie y que el proyecto menciona como «nuevos espacios cubiertos o descubiertos» que también explotarán privados. El anacrónico zoo que imaginó Sarmiento se aggiorna, por fin, para convertirse en el nuevo shopping que sueña Larreta. «

Una extraña concepción del bienestar animal

La ley votada en primera instancia –y que deberá discutirse en audiencia pública antes de volver al recinto para su sanción definitiva– habla de «financiar, a través de la participación privada, las inversiones y erogaciones necesarias para garantizar los estándares de bienestar animal y los programas de conservación». Nadie sabe cuáles son las empresas interesadas en participar de la lluvia de concesiones en el zoo, ni por qué la Ciudad está invirtiendo (225 millones fueron presupuestados el año pasado) en un predio que se concesionará a privados. «Están habilitando una cantidad de negocios –advirtió la legisladora Lorena Pokoik (UC)– sin que podamos analizar siquiera qué tipo de usos tendrá cada concesión».

Un contrapunto en el recinto abrió nuevos interrogantes sobre el futuro del zoo. Guillermo González Heredia (Vamos Juntos), que defendió la iniciativa oficial, sostuvo que la entrada al Ecoparque será libre y gratuita. En realidad, el proyecto sólo especifica la gratuidad para los menores de seis años. Desde el larretismo prometieron transparentar ese punto en la segunda votación.