El asesinato de Lucio Dupuy nos recuerda lo espantosamente cruel que puede ser la condición humana. Un filicidio hace temblar las bases de nuestros convicciones y principios culturales sobre el ejercicio de la maternidad. Una madre que asesina a su hijo -ayudada por su pareja- resulta inconcebible.

En nuestra cultura la maternidad es considerada el más incondicional de los amores humanos, y es evidente que no siempre es así.

El brutal crimen de Lucio debe ser castigado con toda la fuerza que permita la ley. Además del homicidio, hubo previamente tormentos de todo tipo, incluidos los sexuales, contra un niño que aún no había terminado de transitar la primera infancia. El asesinato fue cometido por quienes debían cuidar de él, lo que constituye un agravante ineludible frente a la condena en debate.

El choque con tamaña crueldad debe servir para analizar qué cadena de responsabilidades hubo por parte del Estado, pero también de su entorno familiar y barrial, para que esta situación terminara en el peor de los crímenes. Lucio fue llevado en reiteradas oportunidades a centros de salud, producto de las heridas provocadas por los tormentos a los que era sometido. Iba a un jardín de infantes. El Poder Judicial intervino tomando decisiones respecto a sus cuidados y la tenencia.

Resulta necesario poner atención en el accionar de la jueza pampeana Ana Clara Pérez Ballester, que le otorgó la tenencia de Lucio a su madre, Magdalena Espósito, y su pareja, Abigail Páez. “Acá hay tres asesinas” dijo el abuelo paterno de Lucio para dimensionar la responsabilidad del Poder Judicial en la muerte de su nieto.

En la reproducción de los estereotipos de género puede actuarse partiendo de la base de que siempre lo mejor para una hija o un hijo será estar con su madre. Sobre este pilar, las advertencias realizadas durante el debate judicial por la tenencia fueron minimizadas. La jueza actúo dentro de un marco de creencias y estereotipos. Tal como en una escribanía se toman medidas estandarizadas, sin mirar en profundidad la situación concreta, específica, única de la historia de esa familia y sus conflictividades particulares. Así, se obvió el interés superior del niño, haciendo prevalecer lo que dicen los mandatos sociales de la maternidad. Si bien es cierto que en la inmensa mayoría de los casos son las mujeres las que se hacen cargo de los cuidados de las personas dependientes, eso no quiere decir que no haya situaciones en las que esto no ocurre. Eso justamente debe observarse con detalle, despojándose de los prejuicios de género.

Este crimen horroroso está siendo utilizado para cuestionar al feminismo, como si el movimiento de mujeres sostuviera algún tipo de defensa frente a este asesinato. Incluso en algún medio de comunicación leímos que un organismo de derechos humanos defendía a las asesinas de Lucio. Absurdo y mentiroso. En este caso se trata de dos mujeres que cometieron un crimen y deben ser condenadas con todo el peso de la ley.

El uso político de la muerte de Lucio para cuestionar al movimiento de mujeres no hace más que poner en evidencia los resabios machistas y patriarcales aún vigentes. El brutal asesinato está funcionando como excusa de algunos sectores para darle rienda suelta a la violencia simbólica contra las mujeres, que permanece latente en distintos ámbitos de nuestra sociedad.  

Estos discursos también cuestionan los instrumentos creados como los Ministerios, herramientas de primer orden para generar políticas de Estado que buscan erradicar las violencias de género hacia las mujeres y diversidades, incluyendo a las infancias. Porque generar mejores condiciones de vida para las mujeres se vincula directamente con los entornos en los que las niñas, niños y adolescentes se desarrollan.

Resulta fundamental que el Poder Judicial sea reformado y que incorpore una mirada con perspectiva de género que remueva los falsos estereotipos. Este Poder es quien tiene la responsabilidad de haberle otorgado la tenencia de Lucio a sus asesinas. Y esta estructura conservadora es la que muchas veces desestima denuncias de violencia realizadas por mujeres que luego terminan en femicidio. El estereotipo de género funciona en ambos sentidos. Se debe condenar la violencia y el asesinato lo cometa quien lo cometa.

Por eso es fundamental que revisemos como Estado y sociedad el cuidado de nuestras infancias. La organización comunitaria tiene respuestas para dar cuando el modelo tradicional de familia estalla por el aire. En contextos difíciles, cuando hay elevados niveles de informalidad laboral y pobreza, la realización de un proyecto de futuro requiere de fortalecer lazos de cercanía, solidarios y de vida en común, que nos permitan abrir posibilidades y construir de manera colectiva el cuidado del otro, de la otra, y especialmente de nuestras niñas y niños.

*Ministra de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires