La joven mujer tenía entre 17 y 25 años al momento de su muerte. Había una jarra a la altura de su cabeza y estaba en una canoa o “wampo”. Su enterramiento habría ocurrido alrededor del año 1142. Su tumba estaba al pie del cerro Newen Antug, también conocido como Comandante Díaz, en San Martín de los Andes. El trabajo de arqueólogos chilenos permitió conocer “el enterramiento en canoa más antiguo hasta ahora en esta región, no había antecedentes en la vertiente oriental de la Cordillera”.

Así lo explicó a Tiempo el antropólogo Rodrigo Moulian Tesmer, coautor del trabajo encabezado por Alberto Enrique Pérez, de la Universidad Católica de Temuco en Chile. “Se encuentra un dispositivo de entierro en canoa que ha sido previamente documentado en la Araucanía y corresponde a las formas de patrones de enterramientos de población pre mapuche. Viene a consolidar las evidencias que muestran cómo estas poblaciones están ocupando ambas vertientes te la Cordillera. Esa es la importancia”, destacó el investigador.

Participaron científicos y científicas de la Universidad de Río Negro, Universidad Católica de Temuco, Universidad Austral de Chile, y del Equipo Chileno de Antropología Forense y Derechos Humanos. La excavación se realizó en 2013 y, tras años de trabajo, esta semana se publicaron los resultados del análisis.

“No es la primera evidencia de presencia de estas poblaciones con los mismos patrones a ambos lados de la Cordillera, pero sí de esta forma de enterramiento en canoa”, detalló Moulian Tesmer, desde Chile. Agregó que “un punto importante es que la cultura mapuche y sus antecedentes se caracterizan por una importante viariabilidad en los patrones funerarios y rituales en distintos dominios. En ese mismo lugar de enterramiento hay otros individuos que no están enterrados en canoa. Esta joven y su enterramiento nos hablan de esa diversidad cultural que se prolonga hasta hoy”.

Las otras dos tumbas halladas no tenían canoas y sí presentaban signos de muertes violentas.
“Al principio no entendíamos lo que veíamos, ya que era algo desconocido para la Argentina patagónica. Nos sorprendió gratamente”, explicó al portal Gizmodo el arqueólogo Alberto Pérez. Si bien la madera de la canoa estaba podrida, los investigadores pudieron recuperar alrededor de 600 piezas para analizar y también determinaron que la embarcación estaba hecha de madera de cedro de Chile, con una parte carbonizada, señal de que se trataba de una embarcación que se utilizaba.

“Las fuentes históricas se refieren más a entierros en wampo o trolof entre individuos masculinos, pero eso es algo más reciente. El hallazgo de Newen Antug puede mostrar que era una práctica más extendida entre ambos géneros”, concluyó Pérez.

“La excavación del individuo #3 del sitio Newen Antug fue parte de un trabajo de rescate realizado por personal técnico del Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria de la Secretaría de Planificación y Desarrollo Sostenible del Municipio de San Martín de los Andes, Provincia de Neuquén, con el consentimiento de la Comunidad Mapuche Curruhuinca”, aclara el artículo académico publicado, en el que se dedica un “especial reconocimiento y agradecimiento” a esa comunidad.

Navegar a la otra vida en canoa

“El entierro en canoa representa el viaje por los ríos hacia el mar, y esta idea de que los espíritus viajan hasta una isla –llamada Külchemapu o Külchemaiwe-, la tierra de las entrañas. Hay todo un proceso de pasar a otra vida. Esto muestra un patrón procesual de muerte, donde no es algo que ocurra de un modo instantáneo sino que marca el inicio de un viaje, que se desarrolla en este caso en wampo o canoa”, relató Moulian Tesmer, quien tuvo a su cargo la contextualización del hallazgo.

Contó que, en la vertiente occidental de los Andes, ese patrón cultural continúa vigente hasta períodos tardíos. “Todavía la gente tiene memoria aquí de los entierros en canoa. Y aún se entierran habitualmente próximos a cursos de agua, con la idea del viaje de los espíritus a través del agua, llevados por unos balseros que los van a conducir a través de los ríos a esa tierra donde van a vivir de modo permanente. Dependiendo de las representaciones, también se considera como una estación a un viaje que continúa en el río del cielo”, apuntó.

“Lo interesante del hallazgo –destacó el antropólogo- es que nos muestra esta dispersión, esta conexión e interrelación entre las poblaciones entre uno y otro lado de la cordillera. No constituye una frontera, un espacio infranqueable, sino que las poblaciones se movían de uno y otro lado con patrones culturales compartidos antes de los Estados Nación. En términos cosmovisionarios, muestra a gente viajando a la otra vida, muestra estas concepciones de que la muerte no es el fin de la vida sino el inicio de un viaje a la otra vida”.