Un 8 de marzo de 1872, hace 150 años, el Ejército argentino enviado por Sarmiento venció a las tropas lideradas por el cacique mapuche Juan Cafulcurá, jefe de la Confederación de las Salinas Grandes, en un paraje cercano al fortín de San Carlos de Bolívar, en el centro de la provincia de Buenos Aires. El enfrentamiento fue un hecho clave para el avance del Estado nación, aunque es desconocido por la mayoría. A pesar de que la historia argentina del siglo XIX es en gran parte una historia militar, la sociedad sabe muy poco de las más de 600 batallas que marcaron el devenir argentino. Solo se difunden las clásicas de la historiografía oficial, enmarcadas en la línea «mitrista», con el relato de los vencedores. En busca de saber más y reconstruirlas, grupos de investigadores trabajan sobre los campos donde ocurrieron esos conflictos, en una disciplina cautivante: la arqueología de batallas.

“Es inherentemente multidisciplinaria”, explica Carlos Landa, investigador del Conicet y doctor en Arqueología, uno de los líderes de los equipos que estudian las batallas de San Carlos y de La Verde. “Nos basamos en fuentes documentales escritas, como partes de batalla o cartografías, y también la memoria oral: a través de entrevistas y relatos buscamos conocer qué relación tienen las comunidades con los campos de batalla y cuánto conocen de los acontecimientos que sucedieron en su zona”, comenta.

Juan Leoni, investigador del Conicet y de la Universidad Nacional de Rosario, cuenta que, al ser tan extensos los campos de batalla, la forma de abordarlos es mediante el uso de detectores de metales, de una manera sistemática: «Diseñamos muestreos de los campos de batalla, buscando determinar qué tipo de materiales hay en cada parte, y en base a eso deducimos acciones militares específicas que nos van ayudando a reconstruir cómo se fue desarrollando el conflicto. Después lo trabajamos junto con otras disciplinas; nos ha pasado de encontrar elementos de artillería y no poder reconocerlos”.

Historiadores, geógrafos, ingenieros especialistas en materiales, politólogos y hasta especialistas en armas conforman la lista de expertos a los que acuden los equipos. Fue el caso del armero Isidoro Vides, del Museo de Armas de la Nación. “Aprendemos muchísimo sobre las armas del siglo XVIII y siglo XIX. También utilizamos distintos software de análisis espacial y trabajamos con botánicos e ingenieros agrónomos para conocer el cambio del paisaje, que no es el mismo de cuando sucedieron las batallas”, aporta Landa.

Una historia de batallas

Juan Leoni está contento. En 2011 comenzó a estudiar junto con un colega la batalla de Cepeda de 1859, y en 2019 arrancaron con Pavón, de 1861. Dos enfrentamientos muy relacionados entre sí. Pero entonces, la pandemia. Recién el año pasado pudieron retomar la investigación de Pavón y, entre otros hallazgos, encontraron varias piezas de cohetes congreve y un fusil inglés de chispa casi intacto. “Suele ocurrir que no hay mucha información acerca de qué armas específicas se usaron; entonces, encontrar una en concreto bastante identificable aporta más detalle, y al ser de chispa hay gran probabilidad de que haya pertenecido a las fuerzas de la Confederación que estaban un poco peor equipadas que las de Buenos Aires”, razona.

Desde 2008 Landa investiga la batalla que ocurrió en la estancia La Verde, del partido bonaerense de 25 de Mayo. Lucharon 800 efectivos del Ejército, comandados por José Inocencio Arias, contra unos 7000 del bando “liberal” de Mitre, el 26 de noviembre de 1874, previo a la asunción de Nicolás Avellaneda, a la que Mitre rechazaba acusándolo de fraude. A pesar de la gran diferencia de tropas, el Ejército apeló a la fortaleza de su posición defensiva, la mejor capacidad de fuego y la disciplina. Las de Mitre fueron a la carga sin pensar. A las cuatro horas habían perdido más de mil hombres, entre ellos el coronel Francisco Borges, abuelo de Jorge Luis. “Esos son números, es abstracto. Cuando estás en el espacio pensás: ‘Caramba, ¿acá hubo 2000 caballos en un corral, como dice la fuente, en lo que hoy en día es un monte, bajo tres horas de fuego? Te va cambiando la idea en cuanto al uso estratégico y táctico del espacio”.

La primera vez que llegaron se dieron cuenta de que la historia se había contado al revés. “Teníamos como fuentes históricas los mapas de Arias y de Florencio Mármol, vencedor y vencido –remarca Landa–. Algo no nos cerraba. Y las brújulas y los GPS no mienten. Mármol había puesto el norte al revés. Cuando uno lee una fuente histórica tiene que saber que hay un sesgo consciente o inconsciente. Generalmente los que escriben son oficiales o generales, con su punto de vista, escrito para alguien buscando destacar algunas cosas y ocultar otras. Una batalla de 7000 personas no puede ser captada por un solo ojo”.

La «revolución» que quería concretar Mitre se frustra con la derrota de La Verde. En Junín, ya en retirada, se entera de que las tropas que esperaba provenientes de Mendoza caen vencidas por Roca. “Ahí Mitre se rinde, es tomado prisionero, y comienza a dedicarse a la historia y a escribirla –cuenta Landa–. De alguna forma, La Verde sienta las bases de la historia oficial argentina. Pero yo no la conocía. Accedí por un amigo de un amigo que decía que en su campo tenía una batalla”.

Saqueados

Una batalla es un laboratorio de experimentación de tecnologías. En enfrentamientos como Cepeda y La Verde los fusiles de chispa, provenientes del siglo XVIII, conviven en el mismo campo con fusiles de percusión. Desde vainas y lefuyé hasta Remington. «Tengamos en cuenta que es el gran siglo de la revolución industrial. Las diferencias tecnológicas pueden jugar a favor de uno o de otro, y eso lo notamos en lo que vamos encontrando”, aporta Landa.

Otros elementos que se suelen encontrar son los botones militares: “Tienen hasta el número de la unidad a la que pertenecían, de esa manera permiten inferir qué unidad se movió por cada sector”, relata Leoni. Un deseo repetido como quimera es dar con tumbas individuales y colectivas, nombradas por tradiciones orales. Pero aún no hallaron nada. Al problema de la poca documentación que tiene Argentina de sus batallas, Leoni suma otro factor: “Los sitios están siendo saqueados por coleccionistas que no entienden que están anulando o limitando la posibilidad de hacer un estudio científico serio de las batallas”.

Nicolás Ciarlo, del Instituto de Arqueología de la UBA, aborda la batalla de Carmen de Patagones, ocurrida en febrero de 1827 en una pequeña ciudadela de frontera, en la que las tropas de las Provincias Unidas del Río de la Plata resistieron y triunfaron sobre una expedición armada del imperio de Brasil, el más grande de la región, que si tomaba esas posiciones quedaba a la retaguardia de Buenos Aires.

Allí hicieron arqueología marítima y terrestre. “Estudiamos restos de naufragios y otras evidencias de origen náutico. A lo largo de la costa del litoral atlántico analizamos numerosos sitios de interés patrimonial, por ejemplo en la zona de hundimiento de las corbetas Itaparica (que fue capturada y renombrada Ituzaingó tras la batalla) y Duquesa de Goyaz”. En abril de 2021 recibieron el apoyo académico del Institute of Nautical Archaeology de la Universidad de Texas A&M para ampliar las actividades de prospección, excavación y registro de numerosos sitios conocidos de la zona.

“En relación a la batalla, también trabajamos en el área del Cerro de la Caballada, donde ocurrió la memorable batalla del 7 de marzo, y en cercanías de la desembocadura del río Negro, donde fue emplazada una batería costera que sirvió para defender la entrada a este curso de agua durante la incursión imperial. Ahí, por ejemplo, a través de diferentes técnicas evaluamos la tecnología y las tácticas defensivas empleadas por las fuerzas nacionales durante este conflicto”, acota Ciarlo.

Landa cuenta que si uno viaja por las rutas argentinas y mira abajo a los costados verá que están plagadas de monolitos, carteles, monumentos que aluden a batallas sucedidas en esos territorios. En La Verde (“una batalla olvidada en una ‘revolución’ olvidada”), hay un monumento a los caídos en un campo privado. Nadie lo puede ver. En Exaltación de la Cruz quedó debajo del puente, cuando hicieron la autopista de la Ruta 8. Y en San Carlos de Bolívar hubo uno en honor a los soldados caídos, donde fue el fortín, y hace unos siete años aparecieron placas en honor a los guerreros indígenas fallecidos.

Landa y otros colegas encararon el proyecto MICA: un mapa interactivo de los conflictos armados del país y la región, tomando como base Google Earth. “Solo en territorio argentino registramos más de 600 batallas. Eso habla de una historia cifrada en la guerra –reflexiona Landa–. La del siglo XIX es una historia de conflicto permanente, con una sociedad militarizada. Eso no se enseña en las escuelas, donde se ven solo cuatro o cinco. San Lorenzo es el debut del Libertador de América pero fue una pequeña escaramuza. La de Carmen de Patagones fue mucho más fuerte, y se la conoce poco. Lo que te enseñan es un relato de la historia mitrista de los grandes bronces. Un proceso típico de la consolidación de Estados naciones. Es lo que quedó en la escuela como enseñanza: las batallas como resultado de las mentes de los próceres. Y lo que la arqueología aporta es una dimensión humana de ese conflicto, del soldado de a pie”.  «

Una serie desentierra la memoria

“La guerra como investigación en ciencias sociales es un tema difícil, poco tratado, a pesar de que genera fascinación y atraviesa nuestra historia. Recién en los 70 y 90 la antropología y la arqueología empiezan a estudiarla”, resalta Carlos Landa. Y acota: “Ver la ubicación y distribución de las batallas en un mapa te da una dimensión impresionante de dónde surgieron los conflictos y cómo se relacionan en cada zona con los modelos de país. No es casual que en Cepeda hubo dos batallas, son límites entre economías e ideologías”.

Landa protagoniza “Memorias del frente”, una serie documental de Canal Encuentro en la que muestran el trabajo de los equipos especializados en arqueología de conflicto sobre los terrenos donde ocurrieron las batallas de Carmen de Patagones, Vuelta de Obligado, La Verde, y la de Cepeda. Se pueden ver online en encuentro.gob.ar. Así lo describen: “La historia es un campo de batalla en sí misma. Un recorrido por sitios arqueológicos que abre nuevos interrogantes sobre el pasado y en el que la memoria pulsa por emerger, solo hay que desenterrarla”.

Vuelta de Obligado: una investigación pionera que dio con las míticas cadenas

Mariano Ramos, arqueólogo y antropólogo de la Universidad de Luján, lidera un equipo que investiga la batalla de Vuelta de Obligado desde mayo del 2000, mucho antes de que existiese el monumento y el feriado nacional de este combate que se enmarcó en la guerra del Paraná de 1845-1846 contra la alianza de Inglaterra y Francia, las dos grandes potencias europeas del momento. A lo largo de las 40 campañas arqueológicas en este sitio, ubicado a 18 kilómetros de San Pedro, hallaron la huella de los postes de las empalizadas, levantadas entre agosto y noviembre de 1845, para constituir la defensa en la segunda de las cuatro baterías que construyeron las tropas de la Confederación Argentina de ese momento. “Otra gran novedad fue el hallazgo en 2020 de parte de las cadenas principales que cortaban parte del río Paraná, para que los cien barcos europeos no pudieran dirigirse al Litoral y el Paraguay donde querían implantar el libre comercio. Ese sistema de atajo ya lo habían hecho otros ejércitos como el griego y el turco. Las cadenas estaban tomadas por nudos de alondra a unos dos metros de profundidad en el río, en un pozo relleno con un cemento de la época”, comenta Ramos. Y agrega un tercer elemento de importancia: “dimos con fragmentos de botellas de bebidas alcohólicas como ginebra, hallados en la zona de las baterías. Dada la superioridad armamentística de los europeos, el darle eso para beber contribuía a evitar tensiones”.

Incluso el equipo trabajó con psicólogos para preguntarse si era posible detectar comportamientos de terror y estrés en combate en aquellos combatientes. También acudieron a economistas, sociólogos, ingenieros e historiadores. Con el correr de los años se constituyó en una investigación pionera en Latinoamérica, de donde vienen profesionales y estudiantes regularmente a visitar el sitio, que fue el primer campo de batalla investigado desde el punto de vista arqueológico en el país. Ramos vincula a Vuelta de Obligado con las luchas de liberación nacional, donde los pueblos se resisten a los colonialistas: “Pero durante más de un siglo la batalla y la Guerra del Paraná fueron ninguneadas, no se podían tocar después de haber recibido una versión de la historia oficial. Hay muchos hechos tabú de Argentina que quedaron encriptados dentro de una versión que dieron los historiadores oficiales, y esas versiones anularon cualquier otra que pudiera venir después.