El 13 de agosto de 1816, el director supremo Juan Martín de Pueyrredón mandó a imprimir 1500 copias para anunciarle al país, y al mundo que éramos libres e independientes de la España colonialista. El acta de declaración manuscrita firmada por los representantes de la Provincias Unidas del Río de la Plata desapareció sin dejar rastros. Pero en los últimos 200 años son pocas las que sobrevivieron.

Una de ellos acaba de ser recuperado por la Dirección General de Aduanas. «El documento es de suma importancia dado que el acta original manuscrita, firmada por los representantes de las Provincias Unidas del Río de la Plata desapareció sin dejar rastros», resaltan desde el organismo.

Las 1500 copias —hoy consideradas originales— llevan un pie de imprenta que las certifica. En los últimos 200 años son pocas las que han sobrevivido en museos y archivos, «lo cual las convierte en auténticos tesoros nacionales».

La búsqueda

Hay antecedentes. En 1916, cuando se preparaban los festejos del Centenario de la Independencia, el presidente Victorino de la Plaza ordenó la búsqueda del acta manuscrita original, sin suerte. Lo mismo hizo cincuenta años más tarde el presidente Arturo Illia. El acta original aún hoy sigue desaparecida.

El operativo que encabezó la Aduana comenzó gracias al intercambio de información internacional: el Ministerio de  Cultura de Perú alertó sobre el robo de un libro manuscrito, escrito entre 1772 y 1773, que estaba resguardada en la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco. 

La investigación detectó que el documento estaba a la venta en una librería virtual especializada en la comercialización de libros raros y antiguos, con sede en Buenos Aires. Fue en ese contexto que la Aduana dio intervención a la Justicia en lo Penal Económico y realizó ocho allanamientos en distintos domicilios del AMBA.

En los operativos el organismo que dirige Guillermo Michel recuperó libros, pinturas y hasta relojes Rolex de oro, «todo ello carente de la debida documentación respaldatoria». Y justamente entre los tesoros patrimoniales hallados estaba el mencionado impreso de la Declaración de la Independencia Argentina, hecho un mes después del original. Además, también estaba el libro que reclamaba Perú, que fue hallado y restituido.

“Recuperamos una pieza fundamental de nuestro patrimonio nacional que tiene un gran valor histórico y simbólico. Quiero destacar el trabajo de los agentes aduaneros que evitaron que una parte fundamental de nuestra historia se fugara del país”, remarcó Michel. 

El acta recuperada refleja la enmienda realizada el 19 de julio de 1816, por pedido de Pedro Medrano, en una sesión secreta: el diputado había solicitado agregar que no sólo seriamos independientes del Rey Fernando VII, sus sucesores y metrópolis, sino también de cualquier otra dominación extranjera.

Michel acotó: “La recuperación de este documento no sólo implica hacer cumplir las leyes aduaneras y velar por el patrimonio cultural. También significa un acto de soberanía nacional, de cuidado de la memoria colectiva de nuestra nación —desde el presente y con arraigo en el pasado, de cara al futuro–. La pieza es una fuente primaria para la investigación histórica”.

Pueyrredón, de revolucionario a unitario

Masón y liberal, ilustrado y unitario, Juan Martín de Pueyrredón fue uno de los hombres clave del período revolucionario. Tan contradictorio como la Argentina misma.

Nació en 1777 fruto de la relación de un adinerado comerciante francés y de una austera criolla hija de irlandeses. «Como tantos otros patriotas del período, estudió en el Colegio San Carlos, antes de seguir su destino por Europa, Cádiz y París, estudiando el arte y la filosofía de la ilustración», cuenta Felipe Pigna en su sitio El Historiador.

Regresó a Buenos Aires poco antes de la primera invasión inglesa, donde pasó a controlar los negocios familiares y se transformó en un próspero comerciante. Tuvo su primer y frustrado matrimonio con una prima «que, al poco tiempo de casados, fue tomada por loca y, posteriormente, falleció».

Pueyrredón participó de la defensa de Buenos Aires frente a las invasiones inglesas. Hacia el final asumió la dirección del regimiento de húsares. Tras el enfrentamiento lo enviaron a España para informar sobre la derrota inglesa. En suelo ibérico «observó la decadencia de la monarquía española y le sobrevino la idea de que un cambio radical era inevitable», relata el historiador.

Hacia 1810, Pueyrredón participó de los acontecimientos de Mayo. Fue encargado de la gobernación de la gran Córdoba y, tras el avance del ejército patriota hacia el Alto Perú, pasó a ser intendente de Charcas (hoy Sucre), una zona clave en ese momento.

«En 1812, cuando se entretejían las mayores intrigas en torno a la conducción del proceso revolucionario, Pueyrredón dejó el mando del Ejército del Norte a cargo de Manuel Belgrano y viajó a Buenos Aires para reemplazar a Juan José Paso en el Triunvirato. Pero duró poco esta etapa, siendo disuelto el Triunvirato y él detenido», cuenta Pigna.

Al poco tiempo retomó la actividad en las provincias del Cuyo y en 1816, el Congreso de Tucumán lo designó Director Supremo de las Provincias Unidas, con el apoyo de Martín Miguel de Güemes y José de San Martín. Desde aquel cargo, que conservó durante tres años, apoyó la campaña a Chile de San Martín, «aunque le aconsejó ‘pordiosear cuando no hay otro remedio’”.

Entre 1816 y 1819, su carácter aristocratizante, unitario y porteño se fue acentuando lentamente. Combatió el proyecto artiguista y otros líderes federales. En la década de 1820 atenuó su participación política. Se dedicó a la vida familiar y a su segunda esposa, una joven de 14 años, con la que se casó en 1815, cuando ya se acercaba a los 40. Tuvieron un hijo, Prilidiano.

Juan Martín de Pueyrredón fue tío de José Hernández, el autor del Martín Fierro. Como otros tantos del período revolucionario, se marchó con los años. Primero a Montevideo y luego a París. Finalmente regresó a Buenos Aires, donde falleció en marzo de 1850. Tenía 72 años.