¿Todos los problemas educativos en las escuelas pueden resolverse con una computadora? ¿La sola existencia del hardware en las aulas como herramienta transversal a los contenidos es suficiente para aprender Computación? ¿El estudiantado debe egresar del secundario con conocimientos que le permitan programar o hacer robótica? Estas son algunas de las preguntas que se hacen en el libro «Ciencias de la Computación en la Escuela», editado por Siglo Veintiuno, para diseñar una manera distinta de abordar la enseñanza, en épocas donde el discurso político parece relacionar de manera unidireccional la «buena educación» con la enseñanza de robótica, programación y computación. María Belén Bonello y Fernando Schapachnik, que escribieron el libro, dialogaron con Tiempo y compartieron su mirada hacia el abordaje de los conocimientos tecnológicos en las escuelas, sin dejar de cuestionar y derribar mitos alrededor de la computación y sus posibilidades dentro del aula.

-¿Cómo surgió este libro y cuál es la propuesta que hace?

Fernando Schapachnik: Este libro recoge el trabajo de más de 10 años que hicimos desde la iniciativa ProgramAr cuando, conjuntamente, dirigíamos el área educativa de la Fundación Sadosky (N. de la R.: de la que ahora es director) con Belén Bonello. Lo que proponemos es un acercamiento amable a entender las cuestiones claves que hay que preguntarse cuando se nos cruza por la cabeza enseñar computación. Muchas veces se habla de que hay que enseñarle a los chicos a programar en la escuela o que hay una nueva forma de pensar, que sería el “pensamiento computacional”. Lo primero que hacemos es ordenar un poco esos conceptos y explicar que en realidad se trata de partes de una misma disciplina que se llama las Ciencias de la Computación. Se habla de programación, robótica y un montón de palabras que andan dando vueltas y que parecen ser fundamentales, que todo el mundo tiene que saber. Entonces, siempre hacemos la aclaración de que todos los conocimientos que se utilizan en la escuela pueden ser encarados en otra etapa de la vida de forma profesional. Es decir, computación es un conocimiento fundamental pero no se puede pretender que salgan del secundario como programadores o programadoras porque hay de una realidad cada vez más amplia. Estos conocimientos son necesarios para decodificar esa realidad que incluye también temas de agenda social y política.

-¿Por qué en las currículas de la escuela secundaria se habla de robótica o pensamiento computacional y no de Ciencias de la Computación?

FS: En algún momento nuestro campo disciplinar tuvo ciertas desprolijidades epistemológicas, empezaron a proliferar los términos como robótica o pensamiento computacional. Tuvo su momento de empuje y sirvió para poner el tema en agenda, son términos tentadores pero a medida que nos acercamos a la concreción vemos que son parte de las Ciencias de la Computación, de ahí el nombre de nuestro libro. La analogía que hacemos siempre es con la Matemática. Cuando se habla de aritmética, geometría o análisis numérico son áreas de conocimiento de una misma ciencia, lo mismo pasa en Computación.

-¿Qué son los discursos tecnooptimistas que mencionan en el libro y por qué llaman la atención sobre esto?

María Belén Bonello: Nos referimos a los discursos de aquellos que creen que con computación en la escuela se van a resolver todos los problemas. Hay sectores que creen que puede venir una solución mágica, que con enseñar computación los chicos van a salir de la escuela con empleo. Nosotros tenemos una postura alejada de esto porque entendemos que la educación enfrenta un montón de desafíos. La computación puede poner su granito de arena para mejorar otras cuestiones educativas pero de ningún modo puede saldar todos los problemas, nada tiene que ver con el abordaje de los temas complejos que requieren tiempo e inversión. La enseñanza de computación en la Escuela es fundamental para este despertar vocaciones, para movilizar el interés de los jóvenes por la disciplina, pero no creemos que los chicos puedan salir de la escuela listos para insertarse laboralmente en el campo de la Informática. Es lo que más confusión genera, quizás sí se pueda en una Escuela Técnica pero no hay una decantación media automática hacia el mundo del trabajo en todos los casos. La comparación con otras disciplinas puede echar luz al asunto; si un alumno es bueno en Física o Química no se cree que puede salir listo para ordenar la logística de una empresa, lo mismo pasa con Computación.

FS: Así como estamos en las antípodas del tecnooptimismo también queremos marcar una diferencia con la tecnofobia. En uno de los capítulos del libro hablamos de una serie de desafíos que enfrenta la educación pero también la humanidad relacionado con la tecnología. Por ejemplo ¿qué vamos a hacer con el trabajo y el crecimiento de la inteligencia artificial? A veces se dice que la tecnología ha sido cooptada por las grandes corporaciones y que hay que estar afuera de ellas. Pero nosotros decimos que también es rol de la escuela alentar que los buenos se dediquen a la tecnología. Hay que darles (a las empresas) las discusiones desde adentro, hay que poner la tecnología al servicio de la humanidad y no de los capitales concentrados y esa discusión también se da desde adentro de la tecnología.

-En el libro se menciona la diferencia de género en el campo de la informática. En los ’70 había un 75% de mujeres en el alumnado y esa tendencia se modificó a un 15% en 2015. ¿Cuáles son los factores que detectaron para este descenso y qué se puede hacer desde las aulas del secundario para contribuir a revertirlo?

MBB: A partir de un estudio que hicimos en escuelas secundarias encontramos que hay algunas representaciones en torno a la Computación que hacen que se perciba como difícil y más adecuada para varones. Hay una serie de cuestiones que alejan a las mujeres de la informática y que operan durante la adolescencia. Son creencias que se instalan en ese momento, por eso es necesario tener un abordaje interesante de computación en la secundaria. Puede contribuir a detener la formación de esas creencias. Una buena enseñanza puede despertar vocaciones y movilizar el interés. Son necesarias las acciones concretas en el propio proceso de enseñanza, elegir algunas herramientas por sobre otras, un determinado enfoque.

-¿Qué falta para que las Ciencias de la Computación tengan mayor profundidad y llegada en las currículas de las escuelas del país?

MBB: Cada provincia tiene la facultad de fijar su propia currícula en base a los núcleos de aprendizaje prioritarios que se consensúan en el Consejo Federal de Educación. A veces el abordaje que tienen es amplio y cuando se hace una formulación muy de alto nivel puede ser rellenado con cosas de distinta índole. Es importante tener claridad. Entonces ¿qué hace falta? Para saberlo hay 24 respuestas, una por cada provincia. Algunas que están super avanzadas en el tema como Neuquén, Tucumán, Ciudad de Buenos Aires o Córdoba. La jurisdicción que quiera avanzar en este sentido, lo primero que debería hacer es pensar en la formación de los docentes al margen de la reglamentación. Podemos tener la normativa pero, ¿qué podemos hacer si no están las condiciones para que esa normativa se haga realidad? Entendemos que Educación Tecnológica, que es un espacio curricular de carácter obligatorio, es el mejor espacio para reconvertir hacia las Ciencias de la Computación. Después hay que pensar en modos de formar a los docentes que ya están en ejercicio, de actualizar esos saberes y también apoyar a las escuelas con infraestructura. Este tipo de enseñanza en la escuela genera enganche por parte de los pibes. Cuando hay una enseñanza significativa de Computación hay un enganche y eso en un contexto general de desenganche nos parece que es super valioso. Además de todas las otras razones que hacen importante promover este tipo de vocaciones como la construcción de ciudadanía de pleno derecho y darles herramientas para comprender el mundo en el que vivimos.

María Belén Bonillo
Fernando Schapachnik