Apenas fue convocada para ocupar el lugar de defensora del Público, la periodista Miriam Lewin aceptó. «Tiene que ver con aquello por lo cual elegí ser periodista y que fue darles voz a quienes no la tienen y anticipar la voz de aquellos sectores más vulnerados en sus derechos», cuenta a Tiempo Argentino.

En 2012, generada a partir de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, se puso en funcionamiento la Defensoría del Público. La primera titular fue Cynthia Ottaviano, quien desempeñó su tarea a lo largo de cuatro años. Con el cambio de gobierno, el organismo quedó acéfalo hasta que la abogada María José Guembe se hizo cargo hasta 2018, cuando la Comisión Bicameral designó como titular a Emilio Alonso. En enero de 2020, los trabajadores denunciaron que la Defensoría había sido vaciada y que llevaban 500 días sin tareas.

A seis meses de esa inactividad, el organismo hoy está realizando capacitaciones, trabajando con las radios comunitarias y medios autogestionados, y participando de proyectos vinculados a la pluralidad de voces y democratización de medios. «Queremos que la Defensoría sea una herramienta a la cual acudir cuando las audiencias se sienten silenciadas, esterotipadas o cuando quieran reclamrar contenidos que las representen», remarca Lewin.

–¿Qué desafíos tiene esta nueva etapa de la Defensoría del Público?

–Es un gran instrumento creado por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que tuvo su período de acefalía, y luego una intervención que apuntó a desarticular todo aquello que tenía que ver con la ampliación de derechos. Hoy uno de los desafíos en primer lugar es visibilizar la Defensoría, que tiene ante sí la tarea de promover audiencias críticas y activas. Estamos en una época en que todos tenemos la capacidad de producir nuestros propios contenidos. En un punto esto puede ser maravilloso, pero por otro lado sabemos que las plataformas a las que los subimos no están manejadas ni siquiera desde Argentina.

–¿Con qué te encontraste cuando asumiste?

–Tengo que destacar el rol de las y los trabajadores, que la defendieron con mucha fuerza, permanecieron en el lugar e impidieron que fuera vaciada totalmente de contenidos. Ellos impulsaron la continuidad de algunas iniciativas que habían tenido su origen en la época fundacional de la Defensoría. Tiene un equipo muy sólido y perdimos la mitad del plantel, ahora nos encontramos con equipos muy raleados.

–Pasó una época en que la comunicación en medios sufrió cierta degradación, ¿cómo se trabaja desde ese punto de partida en la comunicación responsable?

–Actualizamos nuestras guías de tratamiento de periodismo responsable, que ponemos a disposición de todos los medios de comunicación, y recomendaciones de abordajes de noticias en distintos aspectos. Estamos armando un observatorio de fake news, de violencia discursiva en medios y plataformas digitales para trabajar esas situaciones de las que hablás.

–La pandemia de algún modo develó la crisis en términos de información fidedigna, ¿cómo lo analizás?

–Hay dos puntos. Por un lado, este fenómeno está atravesado por la grave precarización laboral en los medios. Es decir, hay un camarógrafo que sale solo, sin cronista, sin ayudante de cámara, a cubrir una información sin recursos, está presionado por el tiempo, y además tiene que mandar todo inmediatamente. Esa misma precarización laboral genera a veces, sin intención, una información inexacta. Y el otro es la reproducción de una información que no está lo suficientemente chequeada, a veces con intencionalidad política. Por eso hablaba del Observatorio, que va en la misma línea del observatorio que creó el Conicet. Nos parece necesario para brindar herramientas que permitan identificar las noticias falsas, que en este caso apelan a la afectividad y que se tornan peligrosas para la salud e incluso para la vida.

–¿Cómo están trabajando los contenidos discriminatorios o agresivos en los medios de comunicación?

–Apuntamos a un cambio cultural. Hace diez años, hacer chistes sobre travestis estaba aceptado socialmente, hoy no hacen reír a nadie. Buscamos un cambio cultural desde lo pedagógico. Nuestro rol es tender puentes, la defensoría no tiene ninguna capacidad sancionatoria, vamos por el lado del debate democrático. Hoy, en términos de comunicación, hay cuestiones que son inaceptables como discurso y nosotros apuntamos a que la libertad de expresión no redunde en la vulneración de derechos de grupos que no acceden a micrófonos o pantallas. La libertad de expresión no debería ser lesiva para los derechos de colectivos históricamente vulnerados.

–¿Que te gustaría decir de tu gestión en dos años?

–Pongo el acento en las audiencias. No me gustaría no haber contribuido a lograr audiencias más críticas y más activas.  «