El incendio que el lunes pasado destruyó parte de la Catedral de Notre Dame es ciertamente una pérdida irreparable para la cultura occidental, pero no es menos cierto que va a ser reconstruida. Más de mil millones de euros en donaciones reunidos en pocas horas, y aportados por algunas de las familias más prósperas de Francia, aseguran que, más temprano que tarde, la icónica iglesia parisina volverá a resplandecer como en los últimos ocho siglos. Pero mientras París sigue ardiendo como cada sábado con las protestas de los «chalecos amarillos», junto a la lista de magnates que se pelearon por llegar primero a las alcancías del templo, se multiplican preguntas muy pertinentes. ¿Tendrán, por esos donativos, beneficios impositivos? ¿No sería más piadoso que, con todo ese dinero que evidentemente les sobra, mejoraran las condiciones laborales y los salarios de sus empleados? ¿O que lo invirtieran no en recuperar gárgolas y vitrales sino en el rescate de víctimas de carne y hueso, las que dejan, por ejemplo, la crisis humanitaria de los refugiados, las catástrofes climáticas o la pobreza que padecen los exterritorios coloniales franceses, o las que quedaron tras los bombardeos en Siria, que destruyeron, de paso, el patrimonio arquitectónico de Alepo?

Francois-Henri Pinault ya era famoso en el mundo de los negocios antes de casarse con Salma Hayek, en 2009. Es uno de los hombres más ricos del mundo, pero además vive de la riqueza. El grupo Kering, de su propiedad, explota las marcas de lujo Gucci, Balenciaga e Yves Saint Laurent, y la casa de subastas Christie’s. Pinault anunció que donará cien millones de euros para reconstruir Notre Dame. De inmediato, Bernard Arnault, dueño de la primera fortuna de Europa y la cuarta del planeta, según Forbes, comprometió 200 millones. El métier de Arnault también es la opulencia: preside la multinacional francesa LVMH, sigla que incluye a la firma de marroquinería de lujo Louis Vuitton y a la fusión de las marcas de champán Moët & Chandon y de cognac Hennessy, y que tiene participación accionaria en las casas Christian Dior, Givenchy o Kenzo, en la firma de joyería Bulgari y en la de relojería TAG Heuer, entre otras firmas que sólo venden artículos a precios inaccesibles para la mayoría de los mortales. Las llamas también despertaron la prodigalidad de la mujer más rica del mundo, tercera en el podio francés, Françoise Bettencourt Meyers, heredera del imperio L’Oreal, que empardó la cifra de Arnault.

Si bien el costo de reconstruir la célebre catedral todavía es incierto, dado que recién se están dimensionando las pérdidas y hay sectores que permanecieron en pie –como el frontispicio norte del transepto– cuyos daños estructurales aún se están evaluando, se calcula que la fabulosa fortuna ofrecida por estos y otros millonarios (los dueños de la petrolera Total, por ejemplo, que desembolsarán 112 millones de euros) alcanzará para que el Estado francés, propietario del inmueble, pueda cubrirlos con creces. Muchos franceses, sin embargo, cuestionan estos arranques de filantropía edilicia frente a una tragedia sin muertos ni heridos ni hambrientos.

«Si pueden dar decenas de millones para rescatar Notre Dame, que dejen de decirnos que no hay dinero para paliar la emergencia social», declaró Philippe Martinez, secretario general de la CGT francesa. Y el ensayista Ollivier Pourriol fue hashtag luego de tuitear: «Víctor Hugo agradece a todos los generosos donantes listos para salvar Notre Dame de París y les propone hacer lo mismo con Los Miserables».

Si bien la legislación francesa permite a las corporaciones deducir un 60% de impuestos de los donativos realizados para mecenazgo y promoción de la cultura, Pinault y Arnault se apuraron a declarar que declinarán percibir cualquier tipo de beneficio por los montos aportados a la reconstrucción de la Catedral. De hecho, Arnault comunicó a sus accionistas que LVMH ya completó este año el tope de deducciones permitidas para obras de caridad. «

Disney también pone

Aún sin pistas certeras sobre el origen del incendio que el lunes 15 de abril causó estragos en Notre Dame –las primeras especulaciones hablan de un cortocircuito en uno de los ascensores que utilizaba el equipo de restauradores que trabajaba allí para acceder a la zona del «bosque», la antiquísima estructura de madera que sostenía el techo–, lo cierto es que el fuego ya había amenazado la Catedral en la ficción. En El Jorobado de Notre Dame, la película animada de Disney de 1996, Quasimodo debía huir de las llamas. Según anunció Bob Iger, CEO de la compañía estadounidense, Disney donará cinco millones de dólares para tareas de reconstrucción del templo parisino.

Cercado por las protestas de los «chalecos amarillos» y por el mote de «presidente de los ricos», Emmanuel Macron asegura que los trabajos durarán sólo cinco años.