“La alerta llegó del lado de Chile”, confiesa Augusto De Camillis, instructor de buceo, fotógrafo acuático e integrante de Beagle Secretos del Mar, una de las tantas ONG que trabajó activamente para prohibir la salmonicultura en Tierra del Fuego, un hito que le dio a la Argentina el título de primer país del mundo en impedir el desembarco de la cría industrial de salmones en jaulas. “Ellos tienen 40 años de historia en salmonicultura y nos dijeron: miren que lo que se les viene no es bueno. Los costos de esta industria solo los paga el ambiente. Nadie mira lo que pasa abajo del agua”.
El miércoles, la Legislatura fueguina aprobó de forma unánime la ley que prohíbe la instalación de cualquier tipo de cultivo y producción de salmones en las aguas marítimas y lacustres de la provincia. La iniciativa fue presentada por el diputado Pablo Villegas, del Movimiento Popular Fueguino, y fue una reacción al acuerdo firmado en 2018 entre la Argentina y los reyes de Noruega para desarrollar la salmonicultura en el canal de Beagle.
En agosto de ese año, organizaciones locales e internacionales agrupadas en el Foro para la Conservación del Mar Patagónico y Áreas de Influencia publicaron un informe para advertir sobre los graves impactos de la propuesta oficial. Allí destacaron el escape de salmónidos, “lo que implica la introducción de especies exóticas desde las jaulas de cultivo al ambiente natural; el abuso de antibióticos, antiparasitarios y otras sustancias químicas; la introducción y propagación de enfermedades y de sus agentes causales; la acumulación de residuos sólidos y líquidos en el fondo marino; las interacciones negativas directas e indirectas con mamíferos marinos y aves”, entre otros.
A principios de 2019, se instalaron jaulas salmoneras en Puerto Williams, del lado chileno del canal de Beagle, lo que derivó en un movimiento binacional en rechazo de la industria. En paralelo, prestigiosos chefs se sumaron a la causa retirando el salmón del menú de sus restaurantes.
“Las empresas chilenas –explica De Camillis– empezaron a hacer lobby porque necesitaban tener también la costa argentina, pero cualquiera que vea un mapa del Atlántico Sur se va a dar cuenta de que la única zona donde podían poner las jaulas era sobre el canal de Beagle. Más allá del costo ambiental, que hubiera sido altísimo, nosotros tenemos una industria turística que mueve más de 400 cruceros internacionales por temporada. Ese tipo de turismo, que deja cientos de miles de dólares busca naturaleza, no quiere cruzarse con barcos pesqueros o piletones de salmonicultura. Se quería apostar por una industria que ha sido muy nociva para Chile, y encima en detrimento de una que ya tenemos y funciona muy bien”.

Ficción y realidad
Chile es el segundo productor de salmón a nivel mundial, con más de mil concesiones para su explotación. Sin embargo, esa industria solo aporta una cifra cercana a los 21 mil empleos en un país que tiene casi 19 millones de habitantes. Las regiones salmoneras tampoco son las que tienen los mejores índices de desarrollo económico; en paralelo, ya son más de un centenar las organizaciones sociales que buscan frenar la salmonicultura en el país vecino.
“Hay mucho de ficción. En Tierra de Fuego no se ha cerrado ninguna industria, lo que hubo fue una votación unánime luego de años de debate serio en el que se han escuchado todas las voces. Nadie impuso nada, fue la propia ciudadanía que decidió prevenir la llegada de una actividad sumamente dañina que, además, atenta contra el sector turístico, que genera más del 50% de los ingresos de la provincia”, destaca Estefanía González, coordinadora de la campaña de océanos de Greenpeace, y agrega: “Hubo comunidades de Chile que viajaron a Ushuaia para contar las promesas de empleo y desarrollo que traían las salmoneras. Todo es un mito. Los fueguinos defendieron no solo el ambiente, sino también la economía, la identidad y el patrimonio local, y así la Argentina hizo historia”. «