El celu puede apuntar a los pies cubiertos de arena, al licuado de frutas o a la cerveza en el vaso de plástico, a cualquier cosa que dé cuenta del escenario playero, y eventualmente al paisaje, aunque las más de las veces busca hacer foco en un rostro, casi siempre el propio. La selfie, en soledad o en grupo, es más que el horizonte común de las imágenes del verano: para muchos se ha convertido en la actividad central de unas vacaciones que, si no son debida y profusamente autorretratadas y subidas a las redes, no existen. «Foto, foto, foto» es el lema que enarbolan sin pausa cientos de miles de jóvenes bañistas para propalar con ávida inmediatez sus rostros felices por Facebook o Instagram, para que los vean los que se quedaron en la ciudad, los que viajaron a otros destinos y, sobre todo, los que a pocos metros de distancia se divierten con ellos. La idea de “desconexión” ligada al receso estival, al cese de la rutina, al escape de las presiones del año laboral, se ha hecho añicos en esta subyugante atmósfera wifi que domina todos los ámbitos recreativos, celular en mano. Ya no hay, parece, diversión ni descanso posibles sin tecnología. Para «wasappear» sin respiro, filmarse haciendo el “pasito de moda-challenge” o fotografiarse una y otra vez, y también para escuchar música, leer las noticias o sencillamente “calentar el verano” (si uno es una modelo que busca promoción fácil), hay que llevar el smartphone a la playa. Es un hábito ya instalado, o mejor dicho, “viralizado”. Y peligroso, en ese lugar que ninguna persona u objeto abandona, al cabo del día, libre de arena, conchillas o sal de mar, y que en consecuencia ha impulsado a los fabricantes de telefonía celular a hacer una serie de recomendaciones para el eficaz cuidado de los equipos durante su estadía entre las olas y el viento.

¿Qué extraño pero extendido impulso lleva a tanta gente, entre un chapuzón y otro, a chequear si entró algún nuevo mensaje? Podemos no tener respuestas sencillas a esta pregunta, pero es un hecho que la omnipresencia de la tecnología en la vida cotidiana se ha instalado también en las vacaciones, ya no sólo como instrumento de registro vivencial –función que la fotografía tradicional ya cumplía– sino como facilitador de la misma herramienta que ofrece durante el resto del año: conexión. El celular se ha vuelto tan necesario como la sombrilla y el protector solar.

“Las vacaciones suponen una distancia temporo-espacial con respecto a las actividades cotidianas –explica a Tiempo la psicoanalista Diana Sahovaler de Litvinoff, autora del libro El sujeto escondido en la realidad virtual–. Uno se encuentra demasiado exigido por las problemáticas de todos los días y es saludable poner la cabeza y el deseo en otro lado. Ese es el sentido de las vacaciones. La idea, sin embargo, no es desconectarse de todo, sino sólo de aquello que pueda generar una presión. Y seguir conectado a las redes sociales es, de alguna manera, una facilitación, algo que antes no se tenía, una forma de comunicación más sencilla e instantánea”.

El problema, dice Sahovaler, aparece cuando “uno pasa a vivir para la foto en vez de vivir la propia vida y disfrutar las vacaciones. A veces, las redes sociales se transforman en una presión. Si no se alimenta el perfil, la cuenta, se pierde un espacio, la persona ‘desaparece’. Hay una cierta obligación de dar testimonio de lo que uno va haciendo y viviendo por medio de imágenes. Como sea, no hay que pensar que la tecnología es un demonio que no nos permite desconectarnos. Por el contrario, nos facilita muchas cosas. Sólo hay que tener en cuenta cuáles son los excesos y buscar el equilibrio”.

Un vistazo rápido a lo que sucede en las playas evidencia que la pasión por las selfies está bien lejos de ese equilibrio. Dice la psicoanalista: “Como a veces da miedo estar solo, muchos deciden relacionarse a través de las redes sociales, por el temor a arriesgarse al cara a cara con alguien nuevo. Esa conducta, que puede manifestarse aun en la relación con los amigos más cercanos, hace que uno se transforme en actor o actriz de su propia vida, que no viva realmente lo que le está pasando y termine sin poder relajarse ni disfrutar del momento intensamente”. Pero ha de haber anticuerpos para esta “tecno-moda”. Después de todo, ¿cuántas selfies playeras puede uno sacarse sin aburrirse de uno mismo? Y peor: ¿cuántas son efectivamente vistas por otros antes de ser borradas?

Consejos para cuidar los dispositivos del agua, la arena y el sol

Llevar los dispositivos de vacaciones exige extremar los cuidados para preservarlos de la exposición al sol, la arena, el agua y los cambios de rutina. Tiempo consultó a los especialistas de tres grandes fabricantes de productos tecnológicos –Samsung, Motorola y Huawei–, quienes brindaron consejos y algunos tips para situaciones de emergencia:

Evitar que el dispositivo se recaliente

Los días de calor pueden recalentar el celular. La exposición excesiva al sol puede dañar tanto la batería como la pantalla y su luminosidad. Por eso se recomienda mantener el teléfono dentro del bolso o mochila o envuelto en una toalla seca, de modo de evitar que tenga contacto directo con la luz del sol.

Protegerlo de la arena

Si los granos de arena ingresan al teléfono pueden afectar su funcionamiento. Es recomendable utilizar algún tipo de protector o funda y no apoyarlo directamente sobre el suelo. Si ya es tarde y el equipo quedó desprotegido, el consejo es sacar cada granito de forma cuidadosa, sin golpearlo ni soplarlo, ya que podrían ingresar las partículas nuevamente y, además, generar humedad. Colocarle un vidrio templado que evita que se raye la pantalla original si cae o golpea.

Evitar que se moje

Hoy existen teléfonos inteligentes resistentes al agua. Si no lo es, hay que tomar las precauciones necesarias para que no tenga contacto con el agua. Si el smartphone cae en una pileta o en el mar, hay que apagarlo, secarlo con cuidado y luego llevarlo a un servicio técnico autorizado, donde darán el diagnóstico y las recomendaciones más adecuados para cada caso. También se debe tener extremo cuidado en las piletas climatizadas: el vapor puede generar desperfectos en los componentes internos, como también las cremas y los aceites corporales.

Ahorrar batería

Cuando se está de viaje y se pasa mucho tiempo lejos del cargador, la recomendación es, si no se necesita estar conectado, colocar el celular en “modo avión” y bajar al máximo el brillo de la pantalla. El turista que viaja al extranjero debe tener en cuenta la potencia eléctrica del país de destino para no dañar el aparato o llevar un adaptador universal para cargarlo sin problemas.

No perder de vista el teléfono

Todo aquello que cae sobre la arena –teléfono, cargador, auriculares– fácilmente se entierra sin que uno se dé cuenta, y en ciertos paisajes, el celular caído puede volverse poco visible. Se recomienda tener instaladas aplicaciones que ayudan a localizar el móvil en caso de pérdida o robo a través del GPS, y que permitan bloquearlo y eliminar información, reduciendo al mínimo la posibilidad de que los datos personales se divulguen.